CUENTA ATRÁS DEL FESTIVAL DE MÚSICAS AVANZADAS (3)

La diva atrevida

JUAN MANUEL FREIRE
BARCELONA

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Hace ya un cuarto de siglo, Neneh Cherry (Estocolmo, Suecia, 1964) llamó la atención con su fusión atrevida y avanzada a su tiempo de soul, pop y hip- hop. Esa música multicultural era la única posible para una afrosueca criada en Yorkshire y Long Island.

En su primer disco en solitario en 18 años, la cantante del famoso Seven seconds junto a Youssou N'Dour sigue buscando: Blank project (2014) la muestra tan inquieta, a los 50 años, como en su juventud, si no más. Con la ayuda del dúo de jazz electrónico RocketNumberNine y un productor de lujo como Four Tet, Cherry ha cocinado un trabajo visceral que la presenta con nuevas fuerzas. El sábado 14 de junio (17.00) presentará sus canciones en el Sónar de Día.

Cherry explica así, vía telefónica, la génesis del nuevo disco: «Cam [McVey; su marido y colaborador musical] y yo pensamos que estaría bien grabar algo rápidamente. Teníamos la idea de hacer algo sin pensar en exceso, inyectar a la música vida y espíritu. Grabamos el grueso del disco en dos días, y después nos tomamos tres o cuatro más para acabar el álbum. Fue como encontrar de nuevo mi espíritu creativo». La voz y la batería se imponen en temas cargados de tensión positiva. «Sobre todo la batería», dice ella, «era muy importante para la energía del disco. Quería que sonase alta y clara».

El disco es, en cierto modo, una consecuencia de The cherry thing, grabado por Cherry en el 2012 en colaboración con el grupo de jazz esquivo The Thing. «Con ellos aprendí a ser libre, atreverme a ir a nuevos lugares… Lanzarme sin pensar».

Blank project arranca con Across the water, canción en tributo a su fallecida madre: «Yo todavía estoy aquí», canta Cherry, «pero te tengo dentro». Me pregunto si se planteó el disco como una forma de exorcizar malas experiencias; la energía libre con que fluye la voz invita a pensar que así es. «Desde luego, he pensado menos en las letras -explica-. Y no lo digo como algo malo. Antes, tenía que sentarme y pensar durante muchos días. Ahora, todo ha surgido más rápido, quizá porque había cosas que tenía que decir antes de volverme loca. Fue medicinal y sanador».

Música terapéutica

«Perdí a mi padre muy de repente», continúa la artista, cuyas respuestas se alejan de la parafernalia promocional. Su apertura emocional desarma. «La música y las canciones parecían la única salida. Tienes a los amigos, a la familia… Pero hay cosas que tan solo la música te ayuda a conseguir».

Es improbable que temas como Across the water -tan crudos, tan reales- devuelvan a la artista a primera fila del pop global, pero a ella no puede importarle menos. No parece feliz con los mecanismos de la industria. Y en particular, con la necesidad de vender sexo, algo en lo que no quiere participar. «Lo curioso es que se considere 'peligroso' algo, en realidad, tan estereotipado», dice cuando le pregunto sobre Beyoncé, Miley Cyrus, Rihanna y las divas pop actuales. «Es muy obvio, y en realidad, lo menos obvio es más peligroso. Dicho esto, amo a Beyoncé. Tiene talento. Mira sus globos oculares: ella lo vive. Pero no me interesa ese camino, prefiero concentrarme en el arte. Patti Smith, Dinah Washington, Queen Latifah, todas mis heroínas, no tuvieron nunca que vender esa clase de actitud».

Es necesario preguntarle por Benalmádena, cerca de Málaga, donde vivió entre 1993 y 1999. En la portada de Man (1996) aparecía rodeada de bailaoras. «España es parte de mi corazón», afirma tras un suspiro. «Me gustó vivir allí porque nunca me sentí juzgada. La gente te mira, te observa, porque eres un elemento extraño, pero eso es solo al principio, enseguida te acoge. No me importaría volver a vivir allí algún día. Buen espíritu y buena gente».