La vigencia de un creador universal

Dalí está más vivo que nunca

A los 25 años de su muerte, público y crítica superan los prejuicios sobre el genio y reconocen su indiscutible legado

Continente y contenido_MEDIA_1

Continente y contenido_MEDIA_1

NATÀLIA FARRÉ

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Era un artista que no resultaba simpático en ciertos círculos españoles de críticos y artistas por sus veleidades franquistas», afirma el director del Museo Reina Sofía Manuel Borja-Villel. «El tiempo es una gran anestesia», apunta Bernardo Laniado-Romero, su homólogo en el Museu Picasso. El artista en cuestión es Salvador Dalí (Figueres, 1904-Figueres, 1989), y el tiempo transcurrido, 25 años, mañana, desde su muerte. Un cuarto de siglo que ha servido para superar la animadversión que el pintor ampurdanés generaba en algunos ámbitos: «La visión ha cambiado. Con el tiempo ha quedado la persona, no el personaje que se comía la obra», y para situar a Dalí, el artista incómodo, en el lugar que se merece: «Entre las figuras importantes de la historia del arte», sentencia Borja-Villel.

Una figura capaz de reunir, el año pasado, en el Centro Pompidou y el Reina Sofia más de un millón y medio de visitantes en su última gran antológica. Una figura que genera unos ingresos propios de 15 millones de euros en su Teatre-Museu de Figueres, quizá el único museo sin problemas financieros en el delicado momento actual. Y una figura con una actual fortuna crítica más unánime que nunca: «Fue rompedor y genial, alguien con un componente intelectual muy fuerte que da otra dimensión a lo que es la obra pura y dura», explica Laniado-Romero.

Políticamente incorrecto

Borja- Villel le reconoce «su contribución al surrealismo» y el mérito de ser «uno de los primeros en entender el cambio del arte en el siglo XX, cuando el artista deja de ser una figura heroica y romántica para ser alguien que se mueve en un mundo donde la cultura forma parte del ocio y el entretenimiento». También está su virtuosismo pictórico: «A partir de un profundo conocimiento de la Historia del Arte reelaboró un lenguaje de futuro técnica y argumentalmente. Al final, con los recursos propios de la pintura recreó la pintura», a juicio del historiador Daniel Giralt- Miracle.

Un indudable testamento artístico y un rentable legado material del que ahora nadie duda pero que hace 25 años llenó numerosas portadas de diarios para más pena que gloria del finado. El 23 de enero de 1989, Dalí, transmutado de artista triunfador, transgresor, excéntrico y seductor de los medios de comunicación a anciano patético, casi esperpéntico, moría tras una larga agonía pública rodeado de una corte más que sospechosa. Una imagen nada prometedora que tres escándalos enturbiaron más si cabe: la cesión de su legado al Estado español, las batallas judiciales por los derechos de sus obras y el asunto de las hojas en blanco por él firmadas. Ahí es nada. La fotografía de bufón exhibicionista, Avida dollars -el célebre anagrama que André Breton creó para evidenciar su querencia por el dinero- y políticamente incorrecto estaba tomada.

Han tenido que transcurrir 25 años, un centenario y una fundación para velar la fotografía. «El cambio se ha producido lentamente. Su muerte ayudó porque él dejó de interferir en la percepción de su obra, pero son el tiempo y la historia los que han acabado haciendo justicia. La posmodernidad también ha ayudado mucho en demostrar que Dalí no se equivocó en su etapa postsurrealista. Fue un posmoderno antes de que llegara la posmodernidad», reflexiona Ricard Mas, gran conocedor de la obra de Dalí y ayudante de Rafael Santos Torroella, el primero en estudiar al genio ampurdanés.

2004, el gran cambio

Apunta Ricard Mas que el gran cambio se produjo en el 2004, en el centenario de su nacimiento, cuando para la efeméride se publicaron un montón de libros sobre el artista. «Hasta entonces poco se había hecho. Los críticos e historiadores no se ocupaban de Dalí, pasaban de él olímpicamente, pensaban que era un payaso». Una fama más negativa en España que en el resto del mundo. «En Francia y EEUU era respetado y admirado aunque hiciera el payaso porque en estos países no había una dictadura y existía el intelectual no posicionado».

De su legado material e inmaterial se encarga la Fundació Gala-Salvador Dalí de Figueres, la institución que el propio Dalí creó en 1983 para preservar y divulgar su obra. Y a la que el Estado, heredero universal del pintor, cedió parte de las piezas-el resto fueron al Reina Sofía de Madrid- y la gestión de los derechos de propiedad intelectual e industrial. En este cuarto de siglo, la fundación ha conseguido cerrar todos los capítulos oscuros y poner orden y rigor en la figura del pintor además de situar, con 1,6 millones de visitantes al año, el Teatre-Museu en la cima de los museos catalanes más visitados. «Dalí ha vuelto para quedarse y cuantos más años pasen, más crecerá», concluye Ricard Mas.