EL LIBRO DE LA SEMANA

Cuentos que nos matan

En 'Diez de diciembre', George Saunders hilvana retorcidas historias iluminadas por relámpagos de humanidad

George Saunders, autor del libro de cuentos 'Diez de diciembre'.

George Saunders, autor del libro de cuentos 'Diez de diciembre'.

SERGI SÁNCHEZ

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En la penúltima secuencia de Waking Life, la obra maestra de Richard Linklater, el cineasta le cuenta al protagonista, que empieza a sospechar que está muriendo más que soñando, una pesadilla que le hizo pensar que nuestra existencia es el camino más recto entre el no y el sí. Nos pasamos la vida negando, resistiéndonos, para finalmente afirmar. La afirmación es, claro, el abrazo de la muerte. Y los cuentos de George Saunders, que a veces parecen crueles y retorcidos para de pronto iluminarse con un relámpago de humanidad, irrumpen como dibujos animados flotantes, levitantes, en ese largo momento de transición en el que no sabemos si sigue valiendo la pena decir no.

Saunders, que era íntimo amigo de David Foster Wallace, pisa un terreno parecido al de los relatos de La niña del pelo raro sin que las notas al pie despisten al lector perezoso. No quiere decir que sus cuentos sean un libro abierto: echan mano de sofisticados juegos con el punto de vista (La vuelta de la victoria), rememoran con sarcasmo arcaicos medievalismos (Mi mal trago caballeresco) y peticiones de burócratas kafkianos (Exhortación), comban la anormalidad de lo normal hasta que la curva se rompe (Cachorros) e integran su tendencia al giro sorpresa en una puesta en práctica de los usos y costumbres de la ciencia ficción en verdad insólita (Huida del CabezadearañaEl diario de las chicas Semplica), para dejarnos con la boca abierta; para exigirnos, desde lo singular, una tremenda complicidad. Pero como confiesa Saunders, las técnicas del posmodernismo, sus trucos de magia, son cosa del pasado, o, mejor dicho, de la genética de cierta literatura norteamericana que admite sus deudas. Que las admita no significa que no quiera matar al padre (apellídese Barth o Barthelme, qué importa). ¿Y cómo matarlo? Buscando la emoción detrás del juguetón solipsismo de la forma.

Por ejemplo, Diez de diciembre podría ser un relato de Lorrie Moore. Si no fuera por sus experimentos con el lenguaje (a ratos parece escrito por un extranjero al que le falta poco para dominar el inglés) y su monstruosa metáfora distópica (esas inmigrantes que funcionan como estatuas vivientes en los jardines de la gente adinerada), El diario de las chicas Semplica podría ser un relato de Richard Ford. Entendámonos: no hay asomo de mímesis en Saunders, pero sí comparte con ellos un territorio común -la América triste de los suburbios, el sueño aspiracional de los perdedores, el horror vacui tras los aspersores y las plantas bien cuidadas, los abismos del capitalismo- que nos resulta familiar. Por así decir, un cuento de dos páginas (Ramitas), con su patriarca entregado durante toda una vida a decorar un crucifijo hecho con un palo metálico, puede sintetizar toda la obra de Raymond Carver. Puede estremecernos con la misma intensidad.

COBAYAS HUMANAS / Volvamos, sí, a la muerte. En mi opinión, el centro de gravedad de esta modélica colección de relatos, la mayoría previamente publicados principalmente en The New Yorker, es aquel en que un doctor Mengele del futuro experimenta con cobayas humanas si el amor puede programarse químicamente, y si los efectos de su síndrome de abstinencia nos hacen incólumes al sufrimiento del que amamos, aunque fuera de forma artificial. Huida del Cabezadearaña es un cuento terrorífico, quizá porque es el que más cerca está del sí que del no. Es un cuento que nos mata.

3DIEZ DE DICIEMBRE /

DEU DE DESEMBRE

George Saunders

Trad: Ben Clark / Yannick GarciaSFlbAlfabia / Edicions de 1984

280 / 256 págs. 19,50 €