CRÓNICA

'Paraules encadenades' mantiene su frescura

El exitoso 'thriller' psicológico de Jordi Galceran regresa a La Villarroel, 20 años después de su estreno, con un gran duelo interpretativo entre David Bagés y Mima Riera

Mima Riera y David Bagés, en 'Paraules encadenades', dirigida por Sergi Belbel en La Villarroel.

Mima Riera y David Bagés, en 'Paraules encadenades', dirigida por Sergi Belbel en La Villarroel.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL / BARCELONA

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Tiene todo el sentido la recuperación, dentro del Grec,  de ‘Paraules encadenades’Grec‘Paraules encadenades’. La obra que alumbró, junto con ‘Dakota', la irrupción en el teatro profesional de Jordi Galceran (Barcelona, 1964), ha vuelto a La Villarroel de la mano de Sergi Belbel. Tamsin Towsend dirigió el estreno absoluto en el Romea, en 1998, con Emma Vilarasau y Jordi Boixaderas como protagonistas. El montaje regresa con el aire nuevo que le han imprimido algunos ligeros retoques escenográficos y la nueva pareja de reparto formada por los no menos estelares David Bagés y Mima Riera, que muestran una gran química interpretativa y una más que notable adaptación a las exigencias de la trama de este 'thriller' psicológico, trufado con inteligentes toques de humor negro.

La obra llega convertida en un clásico del teatro comercial de calidad, después de ser traducida a varios idiomas y representada en 15 países, además de haber sido llevada al cine por Laura Mañá. El voltaje del montaje es suficientemente alto como para que lo puedan disfrutar las nuevas generaciones de espectadores, que no dejan de mostrar cada día su sorpresa ante la fuerza del clímax obsesivo y de terror de un texto que te deja atrapado en la butaca. El autor de ‘El mètode Grönholm’ y ‘’El crèdit’ y solicitado guionista de cine y TV exhibió en esta obra de debut un talento especial para crear emociones y situaciones y Belbel, compañero de viaje en otras exitosas aventuras conjuntas, se convirtió en la mano que meció la cuna de la asfixiante pero atractiva historia.

Veinte años después, el texto mantiene su frescura sin dejar de ser fiel a su ambientación en la década de los 90, algo que se manifiesta en detalles como la utilización del teléfono de hilo en lugar del móvil. El montaje es plenamente vigente porque conecta con el creciente clima de violencia de género que cada día relatan los telediarios. La acción se desarrolla ahora en la oscura y tenebrosa sala de un teatro en ruinas, en lugar del sótano original. La utilización de pantallas y de algunos efectos especiales revela la influencia del cine en el trabajo de Galceran.

El protagonista es un aburrido empleado del Departament d’Agricultura de la Generalitat de apariencia absolutamente inofensiva y que dice ser un psicópata “con denominación de origen catalán”. En un cínico vídeo de presentación confiesa sus fríos crímenes sin el menor remordimiento. Lo hace ante su última víctima, una psicóloga y enfermera, a la que muestra fotos de sus asesinadas. Amordazada y atada a una silla, la joven asiste alucinada a la que parece ser la orquestada venganza del que resulta ser su expareja.

CRUEL JUEGO DE VERDADES Y MENTIRAS

Él le plantea participar en un aparentemente inocente juego de palabras encadenadas como forma de lograr su salvación. Para dar credibilidad a su dudosa personalidad le muestra fotos de las asesinadas y cintas donde están grabadas sus hazañas. Poco a pocom secuestrador y secuestrada van desvelando sus secretos y configurando su verdadera historia. El cruel juego de verdades y mentiras, plagado de sorpresas que no podemos revelar, no ha hecho más que empezar y acaba poniendo sobre el tapete, entre otras cosas, los conflictos de las relaciones de pareja.

Los intérpretes se ciñen fielmente a sus personajes y les confieren una pátina de actualidad. Bagés, con gestos y miradas siempre inquietantes, compone con maestría el perfil del psicópata de cara amable pero acciones sumamente perversas. Riera sabe mostrar la angustia, miedo y dominio de la situación de una maltratada sometida a tensiones difícilmente superables. Un aplauso para los dos.