CRÓNICA DE MÚSICA

Aznavour, una clase de 'chanson'

El cantante francés revivió sus clásicos llenos de melancolía desde la atalaya de sus vigorosos 92 años en el Festival de Pedralbes

El cantante Charles Aznavour durante su actuación en los jardines de Pedralbes en Barcelona.

El cantante Charles Aznavour durante su actuación en los jardines de Pedralbes en Barcelona. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Cuando apenas había cumplido los 40, Aznavour ya nos hablaba en ‘La bohème’ de “un tiempo que los de menos de 20 años no pueden conocer”, cuando, en la buhardilla de Montmartre, el pintor pasaba hambre mientras ella posaba desnuda. Gran peliculero y gran sentimental, al cantautor francés el tiempo le ha corrido a favor de su melancolía, que revivió este sábado, desde la atalaya de sus 92 años, con sobriedad, oficio, ternura y un poco de humor en el Festival Jardins de Pedralbes.

Dice que no se plantea retirarse y pudimos entender porqué viendo su jovial entrada en escena, aguantando con resistente vigor las notas de la primera canción, ‘Les émigrants’, un guiño a sus orígenes armenios que no ha perdido actualidad. Cantando de pie durante algo más de hora y media, tan solo reposando en algunos momentos en el taburete. Salió aún con luz de día porque el concierto, a petición suya, comenzó media hora antes de lo habitual en Pedralbes.

CRUCE DE LENGUAS

Dispone de un disco reciente, ‘Encores’, pero lo pasó por alto para proceder al recorrido de las canciones de su vida, avanzando a través de ‘Paris au mois d’août’, ‘Mourir d’aimer’ y la más reciente, del siglo XXI, ‘Je voyage’, dúo con su hija Katia. “No hablo español, pero la lengua ‘mi piace’”, anunció en presunto ‘itañol’. El castellano se coló en el repertorio con adaptaciones como ‘Dime que me amas’, ‘El barco ya se fue’ y ‘Quien’ (“he tenido un traductor muy bueno, Rafael de León”), pero se dirigió al público en francés. “Quien no me entienda quizá tenga alguien sentado cerca que pueda ayudarle”, pidió.

Pronto se quitó de encima la chaqueta y se quedó en tirantes, restando gravedad a su personaje, a juego con comentarios en los que ironizó con sus 92 años. “A esa edad no ves muy bien, no escuchas muy bien y recuerdas fatal”, bromeó. “Pero existe un invento muy práctico, el ‘prompter’”, añadió aludiendo a la pantalla que reproducía los textos de las canciones a pie de escenario. Gracias a él, o no, mantuvo en su sitio cada sílaba de esas canciones con tendencia al melodrama: ‘La mamma’, ‘Désormais’ y un ‘Il faut savoir’ que recordó que Aznavour fue el puente entre la ‘chanson’ y el guateque. La hizo sonar más circunspecta, menos apta al baile agarrado. Instrumentaciones solemnes, aunque algunas capas de sintetizadores podrían haberse ahorrado.

TOQUES TEATRALES

Los picos de la noche llegaron con ‘Les plaisirs démodés’, deliciosa y decadente, en la que escenificó el número en el que baila abrazado a una pareja imaginaria. ‘Hier encore’, el ‘Yesterday when I was young’ que cantaron Shirley Bassey y Dusty Springfield, con más melancolía por el arrebato perdido, y un ‘Comme ils disent’ arropado por el piano y el acordeón.

Tiempo de hitos: ‘Que c’est triste Venice’, en castellano, la graciosa mirada al este de ‘Les deux guitares’ y ese ‘She’ que Elvis Costello cantó para una nueva generación en ‘Notting hill’, camino, ahí sí, de ‘La bohème’ y ‘Emmenez-moi’. Simulando teatralmente estar a punto de derrumbarse para incorporarse con nervio y seguir danzando con deleite, sin fin, camino de una caída del telón que sigue sin insinuarse.