Un Sherlock japonés de los años 30

'El largarto negro', de Edogawa Rampo, entrañable por su carga 'kitsch'

El escritor japonés Edogawa Rampo.

El escritor japonés Edogawa Rampo. / periodico

RAMON VENTURA

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{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"'El lagarto negro'","text":"192 p. 16 \u20ac"}}'El lagarto negro' no es un 'thriller' convencional; leyéndolo desde una perspectiva actual se nos antojará simplista, una caricatura. Y pese a ser una maleta de tópicos (el detective analítico, la pérfida y sensual criminal, los secundarios de relleno), el libro no deja indiferente. Cuando abordamos a Edogawa Rampo (1894-1965) nos invade la ternura, pues es tal su carga kitsch, que resulta entrañable, casi una historieta. Y sus detectives favoritos (que son los nuestros) como Holmes o Dupin, se infiltran en una trama de costumbres y conducta absolutamente japonesa, con ritmo ascendente siempre a final de capítulo: la obra, originalmente, se ofreció por entregas, y para incentivar la compra del siguiente folletín se potenciaba el clímax terminal.

Es un 'thriller' de aventuras que arranca extraño, que nos desconcierta -página a página- más cuando el autor se autoparodia, cuando se recrea en una atmósfera como de cómic. Rampo abruma: la visualización de sus heroínas -o anti-heroínas-, la carga moral de sus protagonistas, la sexualidad contenida (a años luz de algunos de sus relatos en estilo 'eroguro' mucho más explícitos, con fascinación por lo macabro y por las parafilias). Y aún sorprende más el movimiento de los actores en el escenario de la trama, la admiración por la lógica detectivesca, la cadencia particular del ritmo, la prosa y la puesta en escena.

A partir de 1929 lo asiático se tornará materia de 'thriller', Fu-Manchú (el personaje de Sax Rohmer) triunfa en el cine, Robert Van Gulik recupera el clasicismo chino y el estereotipo del 'peligro amarillo' fascina la naciente literatura 'pulp' (de Cay Van Ash, Earl Derr Biggers y su Charlie Chan, o las novelas del propio Rohmer). El 'thriller' occidental se orientaliza, si bien algunos escritores japoneses ya habían invertido el camino, con Okamoto Kido y las investigaciones de Hanshichi -el detective samurai- y Edogawa Rampo y su Sherlock Holmes urbano, Kogoroo Akechi, en 1934. No dudo que la nueva versión de 'Kurotokage' (traducido en Salamandra por Lourdes Porta como 'El lagarto negro' y que publicó en el 2008 Jaguar como 'La lagartija negra') atrapará al lector.