NOVELA

La pionera que llevó una placa de sheriff

'Una chica con pistola' rescata la figura real de Constance Kopp, una de las primeras mujeres policías de Estados Unidos

La hermanas Kopp caricaturizadas por la prensa de la época.

La hermanas Kopp caricaturizadas por la prensa de la época. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Es una historia que pide a gritos que una cadena de televisión se interese por ella. Y quizá lo haga. Quien la vio primero fue Amy Stewart, una periodista estadounidense experta hasta el momento en libros de horticultura que se quedó admirada de una noticia del 'New York Times' encontrada por azar. Firmada en 1915, la información mostraba a una tal Constance Kopp, quien relataba el largo acoso a que la sometió un cacique local, por un asunto aparentemente nimio que acabó convirtiéndose en una cuestión de honor. "Llevaba una pistola para defenderme y en seguida tuve que usarla", explicó sencillamente de sí misma en el juicio que desencadenó el caso.

Constance, que se haría famosa como una de las tres hermanas Kopp, llegó a ser una de las primeras mujeres estadounidense a quien un juez pidió juramento para que se convirtiera en su ayudante y su historia fue aireada por los diarios locales. Stewart la ha convertido en la protagonista de su novela 'Una chica con pistola' (Siruela), un título extraído de uno de los titulares de la época y una ficción a medio camino entre la historia policiaca, el costumbrismo humorístico y la novela histórica que ha tenido tan buena recepción que el próximo septiembre aparecerá en Estados Unidos una nueva novela, 'Lady Cop makes troubles' (Lady Pistola se mete en problemas), con la misma protagonista, tras haber investigado otras andanzas de ese personaje histórico. La autora se ha visto obligada a inventar para rellenar las zonas oscuras del relato, pero las peripecias básicas de Constance y sus hermanas son reales. Así fue su historia. 

No era fácil el día a día para las hermanas Kopp, que vivían solas en la granja familiar de Wyckoff,  New Jersey, con no pocos problemas

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económicos. Eran, si no raras, sí peculiares; las dos mayores superaban la treintena, edad que entonces te hacía merecedora de ser considerada una solterona. Constance, la mayor, no tenía la menor intención de casarse y la segunda, Norma, había demostrado ampliamente sus actitudes asociales dedicándose incansablemente a la cría de palomas. La hermana pequeña, Fleurette, de 16 años, era la niña mimada, la que quizá podría tener, según los cánones de la época, un futuro más prometedor.

Los problemas empezaron cuando la calesa de las hermanas chocó contra un coche a motor de Henry Kaufman, propietario de una fábrica de seda local que avanzaba a toda velocidad por una carretera. Constance reclamó el pago de la calesa, que había quedado destrozada, a su dueño, que no solo se negó a atenderles sino que además mandó a un grupo de matones para intimidarlas. La granja de las hermanas fue asaltada en varias ocasiones y la casa, saqueada.

HERMANAS DE ARMAS TOMAR

Constance no se acoquinó y pidió al sheriff del lugar, Robert Heath, que la ayudase a hacerle frente al pelotón. Entonces, lo saben los aficionados al wéstern, era muy normal que el policía local reclutara a civiles como ayudantes para casos concretos. Pero Heath hizo algo insólito: no solo enseñó a disparar a Constance, una mujer alta y muy fuerte, sino que la colocó como señuelo en una esquina donde sabía que los matones iban a ir por ella. Sus hermanas no se quedaron atrás y también aprendieron a disparar. Pero para la grandullona Constance, la seducción del peligro fue tan fuerte que prontó aceptó la propuesta del sheriff para convertirse en su mano derecha.

El trabajo de campo que la autora emprendió para reconstruir esta historia la llevó a conocer a un sobrino nieto, uno de los escasos descendientes de las hermanas, que hoy regenta un salón de belleza en Pennsylvania. Él todavía recordaba no pocas anécdotas de sus tías, a las que consideraba una especie de "Ángeles de Charlie de los años 10".