Rihanna despliega sus 'hits' con lujuria en el Sant Jordi

El concierto se inició con una hora y 20 minutos de retraso sin que se oyera ninguna explicación ni disculpa

Rihanna, en plena actuación en el Palau Sant Jordi, anoche.

Rihanna, en plena actuación en el Palau Sant Jordi, anoche. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / Barcelona

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Columnas grecorromanas de cartón piedra, que parecían más salidas de una de esas tiendas de complementos de jardín que ves en las carreteras del Empordà que de un yacimiento arqueológico. Luego, escenas en blanco y negro, y llamaradas de varios metros, y mucho erotismo latente (y algo más); todo ello apuntalando un repertorio con abundante ración de hits modernos. Rihanna buscó en el Sant Jordi esos contrastes plásticos para servirnos el dinámico, coreográfico, libidinoso y musicalmente mestizo 'show' del 'Diamonds world tour', en su regreso a Barcelona tras su estreno en el 2011.

Una Rihanna que en este 'tour' de presentación de 'Unapologetic', y como ya sabían sus fans, mostró una imagen cambiada, con melena rubia de estilizados reflejos. Beyoncé podría pedirle derechos de autor. Una Rihanna que anoche hizo esperar al público más de lo razonable: una hora y 20 minutos de retraso, sin explicaciones ni disculpas de ninguna clase. Como Shakira hace dos años. Cosas que ocurren, a veces, en conciertos pop; nunca en otro espectáculos ni culturales ni deportivos.

A la estrella de Barbados ni se le debió pasar por la cabeza que la demora pudiera provocar alguna molesta en el público, puesto que sus primeras palabras fueron de lo más eufórico. "¡Barcelona! ¿Cómo estáis? Esta es una gran noche para mí y para mi banda", soltó tras abrir el concierto a media luz con 'Mother Mary' y después del gran despliegue energético de 'Phresh out the runway', 'Birthday cak'e y 'Talk talk talk'. La Rihanna más expeditiva, cabalgando sobre robustos anclajes de hip-hop. La banda, arropándola en el centro del escenario, con un protagonismo superior al habitual en este tipo de shows. En Numb hubo espacio para un solo de guitarra de tacto heavy.

Sección tropical

Los orígenes caribeños de Rihanna se hicieron notar en el segundo bloque del concierto, en el que desaparecieron las columnas e irrumpieron haces de luz blanca. Ritmos jamaicanos y dancehall en un fragmento encabezado porka tambaleante 'Man down'. La estrella iba entrando en situación y desplegando su repertorio de gestos libidinosos y sus toqueteos de pubis. Especialmente en 'Rude boy'.

Calentamiento global en alza con 'Jump'. Rihanna, con top y mallas de colores básicos y trazos geométricos que habrían hecho feliz a Piet Mondrian. Otro cambio escénico: paso a luces policromáticas y llamaradas a lo Rammstein. Un momento de exaltación que condujo al hit por excelencia de Rihanna, 'Umbrella', sin coreografías ni, esta vez, muestrarios de paraguas; centrando la atención en la canción, que bien la vale. Una aislada mención a su obra más lejana en un concierto basado en su nuevo disco (que aportó una decena de canciones al repertorio) y en los inmediatamente anteriores.

Esa parece más expansiva se desvió hacia el estereotipo rockero en la aparatosa 'Rockstar 101' y los impulsos épicos de 'What now', acentuados por una nueva ración de llamaradas. Esa contundencia duró poco, porque luego Rihanna, tras otro cambio de vestuario, esta vez embutida en un top rojo y con collar de pedrería, nos introdujo en la porción más intimista de la noche. Sensualidad contenida en 'Love the way you lie' y 'Take a bow', con las pantallas moviéndose arriba y abajo, y Rihanna, en el extremo del escenario, el vértice del triángulo que le acercaba a su público. Camino, al cierre de esta edición, de un colofón en el que se esperaban piezas como 'S&M', 'Only girl (in the world)' y 'Diamonds'. Por hits no será.