ENTREVISTA CON LA Escritora

Care Santos: "No suelo escribir libros amables con mujeres felices"

Triunfó en Sant Jordi con 'Desig de xocolata'

La novelista Care Santos, en una imagen reciente, en la chocolatería Sampaka en Barcelona.

La novelista Care Santos, en una imagen reciente, en la chocolatería Sampaka en Barcelona.

ERNEST ALÓS / Barcelona

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Care Santos (Mataró, 1970) fue, según las listas elaboradas por el Gremi de Llibreters, la escritora en lengua catalana que vendió más libros en un Sant Jordi duramente competido con colegas como Marta Rojals, Martí Gironell, Xavier Bosch, Albert Villaró y Vicenç Pagès Jordà. Lo hizo con 'Desig de xocolata', premio Ramon Llull, tres historias de mujeres, en tres siglos distintos, unidas por el amor al chocolate y por la posesión de una chocolatera de porcelana. La primera es una historia de gastronomía moderna e infidelidades. La segunda, de burguesía industrial. La tercera se remonta a los orígenes del oficio, con la llegada de una comisión francesa en 1777 para investigar los procesos de producción mecánica del chocolate sólido en Barcelona por parte de un tal Fernández, un personaje real.

-La novela no es tan romántica y dulce como da a entender el título…-El inicio es muy duro. De eso se trata, no solo de explicar cosas edulcoradas. Son tres historias. La primera es un drama; la segunda, un melodrama, y la tercera ,una comedia. El lector reirá más en la última. La segunda ya es más amable, con un final feliz aunque apunte también a otras cosas, y la tercera es como una comedia francesa del XVIII, al estilo de Las bodas de Fígaro. Porque, de hecho, uno de los franceses que viene a Barcelona es el autor de la obra, el propio Beaumarchais que era medio espía de Luis XVI. Y quien encarga la chocolatera es una tía del rey francés, un personaje apasionante, que tuvo una educación masculina y se exilió con la revolución.

-La segunda historia podría ser una ópera italiana, romántica, con huérfana y fugas amorosas.-Sí, hay un guiño al teatro y a la concepción de la vida desde el teatro. Tiene una presencia constante.

-La ópera aparece en la trama, pero toda la historia tiene un tono como de libreto lírico.

-Es como un decorado de lujo. Que el argumento romántico evoque a Verdi es premeditado. Le tenía muchas ganas al Liceu pero no me apetecía escribir una novela sobre el Liceu. Es un escenario del que no te puedes escapar si escribes sobre la burguesía de Barcelona del siglo XIX como hago yo. La familia Amatller, que es en la que me baso yo, tenía una relación muy intensa con el Liceu y eso fue la excusa para que cuadrase todo.

-¿Por qué no ha escrito directamente sobre los Amatller? ¿O se ha distanciado para que sus Sampons no se parezcan tanto?-Porque los Amatller eran muy interesantes como punto de partida pero no lo suficientemente como para basar toda la novela en su vida familiar. Tampoco me interesaba demasiado investigar qué sucedió con la Cándida real, la mujer de Antoni Amatller que se fugó con un tenor y de la que no quedaron referencias, apenas la esquela cuando murió. Su hija, Teresa Amatller, mantuvo una cierta relación con su madre pero se convirtió en un tema tabú, del que no se hablaba en público. Era una mujer que tenía una vida social apasionante pero de su vida privada no se sabía nada.

-El título hace pensar en una historia más blanca, como la de la película 'Chocolat'. Y no es así.

-El título ha sido muy difícil. Quería que el chocolate apareciese en el título, pero es difícil resumir tres historias que en principio no tienen nada que ver entre sí ni en el tono ni en el planteamiento, tan solo con ese pequeño nexo que es el objeto que recorre toda la novela. Claro, titularla La xocolatera de porcellana era un error, Tres xicres de xocolata, que fue como se tituló durante un tiempo también…  El título actual tampoco es que me satisfaga mucho, y entiendo que lleve a pensar en un libro más amable, con mujeres felices. Pero yo no escribo esos libros.

-La primera parte es la que se escapa más de esta idea.

-Y es el tipo de historia que me apetece más escribir a partir de ahora. Una historia de gente de mi edad, en la Barcelona preolímpica a la que llegué primero para estudiar y después para trabajar en el Diari de Barcelona. Es muy probable que mi próximo libro no sea histórico.

-Lo de Barcelona como capital chocolatera, si lo comparamos con los suizos, con Viena, con Bruselas… ¿No es un poco exagerado?

-No, yo creo que no. Los suizos se han sabido vender muy bien, y supieron aprovechar muy bien el momento de los grandes cambios tecnológicos. Pero nuestra tradición chocolatera es más antigua que las de esas grandes capitales, y en algunos casos autóctona, allí no tienen  monas.