Caïm Riba: «A veces añoro la vida 'hippie' en Formentera»

Pilar musical del trío Pastora, ahora en suspenso, Caïm Riba emprendió el año pasado una carrera en solitario con el paisajístico, confesional, A 306 km. Esta noche celebra su 20º aniversario de carrera en Music Hall (21.00 horas), un concierto en el que tomarán parte sus excompañeros de Pastora (su hermano Pauet y Dolo Beltrán), así como su padre, Pau Riba, Gerard Quintana, Santi Balmes (Love of Lesbian), Gossos, Jordi Lanuza (Inspira) y Xarim Aresté.

-Pastora se dio a conocer con un disco, Cosmossoma, con Pau Riba. ¿Cómo comenzó el grupo?

-Yo había estado en algunas bandas amateur y comencé a incubar el proyecto Pastora programando un Atari, trabajando con los primeros secuenciadores y samplers... Nuestro primer concierto fue en Heliogàbal.

-Sala que estos días también cumple 20 años. En aquel tiempo era una madriguera del underground...-No diré que fuera una comuna pero sí un lugar muy abierto, social, con mucha improvisación. Yo creía que lo que hacíamos con Pastora, aquella música instrumental con máquinas, era incomprendida, pero en Heliogàbal éramos muy normales. Y eso que llevábamos un fogón y cocinábamos un sofrito en directo...

-Parecía muy metido en la música electrónica. ¿Seguía las novedades como Orbital o Underworld?

-Era la época del trance y de repente todo el mundo era dj. Pero aún te venía gente y te decía: «pero eso lo hace todo la máquina, ¿no?». A mí me gustaban Underworld, Massive Attack, y luego Moloko, Faithless… Con estos compartimos escenarios.

-Hay esa idea de que cada generación niega a la anterior, que el hijo mata al padre… ¿Sintió algún rechazo a lo que representaba Pau Riba?

-No, me interesaba lo que había hecho, sobre todo la psicodelia y el rock de los 70: Dioptria, Licors… En mi adolescencia toqué mucho Ars eròtica (Conxita Cases). Luego, en su época de Disc dur (1993) llegué a tocar la guitarra en algún concierto.

-Nació en Formentera, como su hermano mayor Pauet.

-Y hasta la adolescencia veraneábamos cada año allí, dos meses largos. Hacíamos una vida hippie, en una casa sin electricidad ni agua corriente. A veces aún la añoro. Nos acabaron echando porque murió el payés y el contrato era verbal. Aún me duele. Aquello fue irrepetible.

-Su carrera ha ido de lo experimental y excéntrico a su actual propuesta en solitario, mucho más formal. ¿Cómo lo explica?

-Con Pastora tomé un camino electrónico que dejado atrás. Me niego a hacer a los 40, o 41, lo mismo que hacía a los 20. Hay una evolución.

-El grupo tuvo un hit a escala española con Lola. ¿Se siente afortunado por haberlo vivido? No es una pregunta retórica: mucha gente reniega de haber tenido un éxito.

-Fuimos afortunados. Gracias a Lola cogimos tablas y nos vimos en situaciones de todo tipo: las carpas de Almería, con Dj Pulpo pinchando a Bisbal, «¡y ahora tocarán Pastora!». El nombre del grupo, homenaje a nuestra madre, Mercè Pastor, generó confusión: había quien pensaba que hacíamos folclore. «La Pastora…»

-De los sofritos en Heliogàbal a Dj Pulpo hay un salto notable.

-Sí, aunque luego logramos construir nuestro público, que ya no dependía de Lola. Podíamos jubilarla, aunque no lo hicimos, pero sí pasó a un rol secundario en los conciertos.

-No nos hemos disuelto, pero no estamos en activo. La puerta está abierta, pero tenía esa inquietud de abrir nuevos paisajes, y Dolo también. Había ganas de coger aire.

-¿Existe actualmente Pastora?

-Sí. El concierto se basará en mi disco y también miraremos hacia atrás. Quizá haya otro disco de Pastora en el futuro, potenciando de nuevo la electrónica, quizá con más rock y guitarras, pero creo que el próximo que haga será en solitario, en la línea de A 306 km, definiéndola más.

-Tanto ella como Pauet estarán hoy en Music Hall.