la 19ª edición de un gran escaparate musical y multimedios

De Barcelona al mundo

DEADMAU5 Sábado, 3.00 horas. SONARCLUB

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NANDO CRUZ

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Fiel a su cita de los últimos 19 años, el festival Sónar abre puertas hoy con una oferta musical y extramusical que mira ya de reojo al vigésimo aniversario previsto para el 2013. Esta ha sido una de las temporadas de mayor expansión internacional del festival barcelonés. Pero tras las ediciones en Ciudad del Cabo, Tokio y, sobre todo, Sao Paulo, Sónar vuelve a casa como cada mes de junio. Entre hoy y el sábado, el certamen acogerá en el CCCB, el Macba y el la Fira Gran Via de L'Hospitalet de Llobregat, más de un centenar de grupos, productores y disc-jockeys.

Tras casi dos décadas rebuscando en el pasado y el presente de las músicas avanzadas, el Sónar-2012 ha conformado un cartel en el que conviven dinosaurios del pop electrónico como New Order y jóvenes herederos como Hot Chip; arrolladoras locomotoras de la música negra como The Roots y pálidas afroditas para adultos como Lana del Rey; inquietos cerebros ya habituales en el festival como Richie Hawtin, James Murphy y Squarepusher, y esperados debuts como los de deadmau5, Metronomy y Aari & III; la electrónica festiva de Fatboy Slim y la electrónica científica de Diamond Version (alianza de los alemanes Alva Noto y Byetone iluminada por los fluorescentes del japonés Atsuhiro Ito). Como cada año, lo más fácil es recibir codazos y descubrir nuevos modelos de gafas en los escenarios más concurridos, pero las sorpresas están ubicadas en enclaves más discretos.

A la programación estrictamente musical, hay que sumar la cada vez más activa feria profesional. Este año, además de conferencias, encuentros de hackers y demostraciones de nuevos artefactos tecnológicos, también incluye actuaciones privadas para los profesionales acreditados. Y luego están las actividades que se celebran fuera del epicentro del festival, como la exposición de diseños de Matthew Hawtin (hermano del dj Richie Hawtin), que se exhiben en la galería Mutt del Born, los experimentos sonoros ambientales de CosmoCaixa y la instalación de Francisco López en el Pabellón Mies Van der Rohe. Y, cómo no, la siempre interesante programación de SonarCinema.

El Sónar sigue mutando y debatiéndose entre el festival musical al uso que se resiste a ser y ese privilegiado escaparate mundial de nuevas disciplinas sonoras que escapan, poco o mucho, del formato tradicional de concierto. Este año, SonarMática ha quedado prácticamente desmantelado; en la planta -1 del CCCB solo hay un taller de sintetizadores, los robots del alemán Roland Olbeter que tocan música clásica y los últimos inventos de los alumnos de la UPF. Sin embargo, crece la sensación de que el Sónar es la plataforma ideal para músicos que quieren llevar su directo más allá.

ES EL CÓMO, NO EL QUÉ / Es el caso, por ejemplo, de Amon Tobin, que presenta mañana un show más cercano a una superproducción cinematográfica de la era digital. Y hoy, aunque de forma más modesta, el californiano Daedalus, exhibe su pop electrónico arropado por un sistema de espejos que rebotará los haces de luz de los focos hacia el público, buscando una experiencia más inmersiva. Quizá pasamos por una época en la que la música no apunta nuevas maneras reales, pero la tecnología sí está permitiendo presentar complejas y deslumbrantes escenificaciones.

En cierto modo, va creciendo la sensación de que, en una época en la que la música sigue siendo la misma y que lo que está evolucionando sin freno es el envoltorio. Hoy mismo, en el CCCB coinciden varias propuestas que quizá no sorprendan en lo musical, pero seguro que llamarán la atención por su aspecto. Por un lado, el japonés Masaki Batoh presenta la Brain Pulse Music Machine, un mecanismo que detecta las ondas cerebrales de una persona y las traduce a lenguaje sonoro, de modo que lo que el público escuchará será algo parecido a música generada por la mente.

Otra actuación que ejemplifica hacia dónde está derivando la música y el festival es la de Mostly Robot. Se trata de cinco reputados músicos (los más conocidos son Jamie Lidell y Tim Exile) que se reúnen por primera vez sobre un escenario para improvisar música generada con soportes creados por la firma de hardware y software Native Instruments. La interacción entre inventores de instrumentos y los artistas que los usarán es cada vez más habitual. Una simbiosis en pos de nuevos horizontes (musicales o tecnológicos) que encuentra en Sónar su escaparate idoneo.