LA ÚLTIMA EXPOSICIÓN SOBRE EL GENIO DEL CUBISMO

El baile torero de Picasso

'Los cabestros retiran al toro manso', uno de los grabados del libro.

'Los cabestros retiran al toro manso', uno de los grabados del libro.

NATÀLIA FARRÉ
BARCELONA

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En 1888, la plaza de toros de Málaga contaba entre su público al que sería uno de los grandes genios del arte del siglo XX: Pablo Picasso, que por aquellas fechas solía acompañar a su padre a las corridas. De ahí, salieron su primer estudio sobre la figura del picador, tenía 7 años, y su posterior fascinación por los toros, motivo recurrente en toda su producción. Así, no es de extrañar que cuando en 1926 el editor Gustau Gili le propuso ilustrar algún clásico de la literatura española, Picasso contratacara proponiendo estamparLa Tauromaquia o Arte de torear, de José Delgado, conocido como Pepe Illo. Un tratado sobre la lidia escrito en 1796 por el torero que Goya inmortalizó en el último grabado de su serieLa Tauromaquia.

El resultado fueron 26 aguatintas al azúcar, una técnica no muy común pero que da movimiento a la tinta y una textura especial a la pieza, y una edición bibliófila deLa Tauromaquia de Pepe Illo de 263 ejemplares, uno de los cuales pertenece a la Fundació Suñol que lo exhibe, junto con los grabados, hasta el 7 de septiembre, con motivo del centenario del Museu Picasso. Así que, la exposición, además de ser un homenaje a Picasso que apostó por crear su museo en Barcelona, es un reconocimiento a la familia Gili, una de las que más ayudó a que el genio malagueño apostara por la ciudad donde se formó.

30 años de espera

Pero pese a que el encargo se realizó en 1926, Picasso no lo ejecutó hasta 30 años después. Nada se sabe de por qué el proyecto quedó aparcado, pero sí se conoce que el hijo del editor, también llamado Gustau Gili, y el genio lo retomaron en 1956 y que Picasso realizó las 26 planchas de cobre en un solo día. De hecho, la identificación del artista con el proyecto llegó a ser tanta que el malagueño hizo también una marca de agua para el papel de la edición y un grabado a la punta seca para la portada del libro.

Las 26 estampas reflejan el arte de torear en el siglo XVIII, de ahí los sombreros goyescos, y exhiben un trazo dinámico que dibuja unas figuras estilizadas que convierten el toreo en una danza. En un baile exquisito del que disfrutar.