EL AUTOR DE 'KAMCHATKA' regresa con un novelón fantástico

Aventura, cómic, crisis y dictadura

El escritor bonaerense Marcelo Figueras presenta 'El rey de los espinos', donde rinde homenaje al dibujante Oesterheld, desaparecido en la Argentina de los 70

El escritor, guionista y periodista argentino, Marcelo Figueras, el jueves en Barcelona.

El escritor, guionista y periodista argentino, Marcelo Figueras, el jueves en Barcelona.

ANNA ABELLA / BARCELONA

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Los ecos de la dictadura argentina resuenan en la obra de Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962), en El espía del tiempo, La batalla del calentamiento o, sobre todo, Kamchatka, cuyo guion llevó al cine con Marcelo Piñeyro. Y no es ajena a ella su último novelón, El rey de los espinos El rey de los espinos(Suma de Letras), un triple homenaje, de 840 páginas, al mejor género de aventuras y fantasía, al cómic y a los chicos hijos de la crisis.

«Es la novela que siempre quise hacer desde que de joven decidí ser escritor, cuando eso significaba escribir las novelas de aventuras que leía, de Dumas, Salgari, Verne, Melville, Conrad..., pero me tocó vivir en Argentina en un tiempo muy particular y mi escritura se encaminó a tratar de entender, a través de la imaginación, quién era yo y la terrible historia de mi país. Al final me sentí liberado y El rey de los espinos es una summa de lo que me fascina, me obsesiona y me hizo ser quien soy». Es decir, «la gran tradición cinematográfica, literaria y de cómic, el fantasy, la ciencia ficción, el terror...», con referentes como Star Trek, Star Wars, El señor de los anillos, Stephen King...», pero desde una sensibilidad latina.

Arranca la trama de la novela -con ilustraciones del barcelonés Riki Blanco-, en la Argentina del 2019, en el entierro de un famoso «Autor» de cómic, asesinado por Escuadrones de la Muerte, donde cuatro de sus personajes saltan de la viñeta a la realidad. «Es un homenaje a Héctor Germán Oesterheld, el autor de El Eternauta, un grande del cómic en el terreno de la aventura y que acabó secuestrado en 1977 y es uno de los 30.000 desaparecidos de la dictadura -recuerda Figueras-. También desaparecieron sus cuatro hijas y en el libro intenté cumplir el que pudo ser su gran deseo, salvarlas a ellas para que pudieran seguir luchando por un país más justo».

Fan de la historieta, reivindica con vehemencia el medio. «El cómic es tan responsable de que yo sea escritor como la literatura. En mi memoria emotiva tiene la misma intensidad el momento en que leí Los tres mosqueteros que Watchmen o el Corto Maltés. Descubres algo que te abre los ojos y te conmueve, que te abre vías nuevas donde había muros». Figueras toma a cuatro personajes de cómic y les da la vuelta. «Tengo un caballero medieval árabe y gay, un pirata opiómano, un vampiro que no es centroeuropeo sino que viene de la mitología maya y un explorador del futuro que se parece más a Toro Sentado que a Flash Gordon».

Pero la cruda realidad se desnuda con su protagonista, Milo, de 15 años y enterrador, «el trabajo más terrible para un joven». «Son hijos de la crisis. O no tienen trabajo o no pueden trabajar en lo que les gustaría. Si se les diesen las oportunidades que se les niegan podrían construir cosas maravillosas. En los 70 a los jóvenes se les persiguió por razones ideológicas, el 95% de los desaparecidos eran menores de 30 años. Y hoy, la sociedad argentina conservadora ve al joven como un enemigo y un delincuente en potencia».

De ahí otro homenaje, a otra leyenda, Víctor El Frente, criado en una villa miseria bonaerense. «Tenía 16 años, inteligentísimo pero sin trabajo y acabó delinquiendo. Era la perfecta pintura de la crisis, de juventud malograda. La policía le asesinó a quemarropa y su tumba, en el cementerio de San Fernando, se ha convertido en un santuario donde los chicos como él van a pedirle protección y se quedan ahí charlando, fumando y tomando cerveza». Los jóvenes, concluye,  le ofrecen esperanza.