DEBUT DE LA DIVA RUSA EN EL LICEU CON LA ÓPERA DE CHAIKOVSKI

Apabullante Iolanta

Anna Netrebko deslumbró en una gran noche para el brillante elenco y Valery Gergiev

Netrebko en el Liceu 8Momento de la representación de 'Iolanta' en versión de concierto.

Netrebko en el Liceu 8Momento de la representación de 'Iolanta' en versión de concierto.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
BARCELONA

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Una de las grandes noches del Liceu. El debut en Barcelona de Anna Netrebko conIolanta, joya lírica de Chaikosvki, se saldó con un gran éxito. El público puesto en pie, y después de casi un cuarto de hora de aclamaciones, abandonó la sala con la sensación de haber vivido un verdadero acontecimiento. Triunfo sin discusión para la diva y protagonista de esta preciosa ópera, pero también para el resto de los participantes que demostraron un nivel extraordinario. Soberbia la orquesta y el coro del Mariinski de San Peterburgo, bajo la magistral dirección de Valery Gergiev, y espectacular la actuación del resto del reparto, con un imponente Sergei Aleksashkin como Rey de Provenza y un magnífico Sergei Skorokhodov, como Conde Vaudémont. Lo mejor de la escuela rusa sobre el escenario.

La atención estaba sobre todo centrada sobre la diva. Y no defraudó. Su aparición en escena con un espectacular vestido de organza rojo con volantes que intentaban imitar los pétalos de las rosas provocó los primeros comentarios de admiración. La artista ofreció un brillante despliegue de recursos dramatúrgicos y vocales, a pesar de las limitaciones que ofrece siempre una versión concierto. Desde el primer momento hipnotizó al público por lo metida que estaba en su papel de princesa ciega y mostró siempre las cualidades que le han hecho célebre.

La luminosa voz de la soprano exhibió delicadeza y acentuado lirismo en sus intervenciones, que dibujaron el trazo psicológico de una princesa que vive en las sombras de la ceguera. Destacó también su tono aterciopelado en la tesitura central de su flexible paleta vocal. Y fue un lujo oírla en el esperado dúo junto al soberbio tenor Skorokhodov en la escena de las flores. La pareja mostró una gran química

La historia de la princesa a la que su padre, el rey René de Provenza, le ha ocultado la verdad sobre otra vida en la que dominan la luz y el color para que no se sienta desgraciada, fue seguida con emoción por los espectadores que no echaron en falta la escenificación. La partitura marcó a la perfección los tiempos de la narración. Roberto de Borgoña (estupendo Alexander Gergalov) renunciará a su compromiso con ella y propiciará la deseada alianza amorosa de Iolanta con Vaudémont. La recuperación de la visión llevará a un brillante final feliz. Pero si la cantante era el eje de la trama, no es menos cierto que la presencia de Valery Gergiev, su descubridor, al frente de la orquesta y coros del Mariinski era un motivo suficiente como para no perderse esta apuesta, que tendrá una segunda función el domingo. El director y las formaciones demostraron un absoluto dominio de esta partitura y de un repertorio en el que no tienen rival. Sencillamente magistrales.