Publica 'Manifiesto personal'

Ana María Moix: «La crisis nos coloca en el lugar del otro»

La escritora Ana María Moix en su domicilio del Eixample.

La escritora Ana María Moix en su domicilio del Eixample.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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LaNenaMoix, como la llamaban sus amigos de laGauche Divinepara distinguirla de su hermano Terenci, no está muy contenta esta tarde calurosa. Los médicos no dejan tranquila a Ana María Moix (Barcelona, 1947) y ella, con indignada ironía, ha convertido su malestar personal y frente al mundo en un libro que es una reflexión ante un final de etapa y un aviso frente el abismo económico.Manifiesto personal (Ediciones B) lleva por título. «Un intento de captar cómo vive la gente».

-Pues la gente no vive muy bien.

-Desde que los políticos han cedido su poder a las financieras parece que solo la extrema derecha se muestra segura frente a la crisis. Y eso da mucho miedo. Es terrible contemplar cómo el Tea Party se hace poderoso y se implanta en todo el mundo.

-Le ha salido un libro bastante amargo. Si la reflexión final del historiador Tony Judt se llamaba Algo va mal, la suya podría ser Todo va mal.

-No es para menos. Estamos recogiendo ahora lo que plantamos en la década de los 80. Fue entonces cuando se acuñó el culto a la personalidad, el individualismo, el narcisismo y un sometimiento total al dinero.

-Pero su generación fue bastante sobrada de individualismo. Vista ahora, se lo pasaron en grande.

-En los años 60 todavía no había eclosionado el poder perverso del dinero. Con Carlos Barral, Matute o Gimferrer jamás hablábamos de adelantos, el dinero no nos importaba en absoluto. Ahora los escritores exigen hoteles de cinco estrellas y viajar en primera.

-En el libro explica cómo el entonces senador Carlos Barral estuvo a punto de hacer uso de su colección de espadas cuando unos individuos le ofrecieron dinero y un cochazo por hacer la vista gorda frente a una agresión inmobiliaria en la Costa.

-Pues ese edificio se construyó años después. Quizá porque el que vino detrás no blandió ninguna espada. En cuanto a nosotros, es verdad que nos divertíamos y vivíamos de noche, pero al día siguiente Beatriz de Moura estaba creando Tusquets, Jorge Herralde, Anagrama y Castellet, Edicions 62. Trabajábamos de firme. Fue después cuando vino esta extraña religión de la fama-porque-sí y el capitalismo descontrolado.

-Con la Unión Soviética estábamos mejor. Es una de las reflexiones de su libro.

-A ver, precisemos. Esto es algo que Tony Judt explicó mucho mejor. Y vaya por delante que ni siquiera en la universidad fui comunista y tengo presente la profunda represión que supuso el régimen para Rusia, pero al mundo occidental le hizo, nos hizo, un gran servicio.

-¿De qué tipo?

-El estado del bienestar no nació gracias a la iluminación de unos cuantos señores deseosos de que la gente viviera más protegida y mejor, sino por miedo a que el comunismo hiciera mella en las sociedades occidentales.

-Así que ahora, sin oponente político, es más factible arañar en el estado del bienestar.

-Eso es. Este capitalismo es insaciable. Es fascista y asesino.

-¿Asesino?

-Hay muchas maneras de matar. Antes si a la gran potencia le molestaba un país, lo bombardeaba y listos. Ahora, una nota de las agencias de calificación económica asegurando que el país está en peligro por su deuda externa provoca el mismo efecto. Matas de otra manera. Gracias al capitalismo, están jugando al Monopoly con las deudas externas.

-Frente a los jóvenes se siente descorazonada, pero también percibe esperanza.

-Mi crítica no es a los jóvenes sino a sus padres que no se han preocupado de educarles y darles valores. Un amigo suele llamarlos «invertebrados», porque están como a medio hacer. Ahora bien, el movimiento 15-M está recuperando la solidaridad. La crisis aviva algo importante que es colocarte en el sitio del otro.

-¿Qué habría pensado Terenci de todo esto?

-Él estaba en la clínica poco antes de la guerra de Irak. Me decía: «No serán capaces de atacar». Estalló el conflicto y él se arrancó el oxígeno para llamar a Pilar Bardem y decirle que firmaba el manifiesto en contra. Me dijo: «Qué lástima, si yo llego a comprender cómo son las cosas, mi vida hubiera sido distinta».