ESCRITOR BRITÁNICO GANADOR DEL BOOKER

Alan Hollinghurst revisa el siglo XX desde la óptica gay

El autor de 'La línea de la belleza' publica la novela 'El hijo del desconocido'

El escritor británico Alan Hollinghurst, ayer, en un céntrico hotel de Barcelona.

El escritor británico Alan Hollinghurst, ayer, en un céntrico hotel de Barcelona.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Cuando Alan Hollinghurst  (Stroud, Gloucestershire, 1954) irrumpió en las letras inglesas en 1988 con La biblioteca de la piscina, la literatura abiertamente gay era todavía una rareza, incluso en Inglaterra. La fórmula de Hollinghurst incluía rabia, pasión, decadencia típicamente británica y relaciones sexuales extremadamente explícitas pero también, y esto es lo que fascinó a la crítica, una prosa elegante y precisa digna de autores como E. M. Forster o Henry James. Tras ganar el Booker en el 2004 con la celebrada La línea de la belleza, un retrato de la vida homosexual bajo el azote de la señora Thatcher y el sida, presenta ahora con idénticos aplausos El hijo del desconocido (Anagrama) que aunque participó en la carrera a un segundo Booker no logró el doblete.

La nueva novela se despliega a lo largo de un siglo desde 1913, a punto de estallar la primera guerra mundial, hasta nuestros días con el hilo conductor de un poema, escrito por el imaginario Cecil Valance, un poeta menor fallecido en la contienda, que alcanzó la fama tras haber sido citado por Churchill. Todo ello

-por lo menos, su extraordinaria primera parte- en un ambiente muy Downton Abbey, una serie televisiva que, por cierto, Hollinghurst detesta. «Esa primera parte se lo debe todo a Forster  aunque tuve que tener cuidado de no caer en el pastiche», asegura el escritor.

El hijo del desconocido es, para su autor, una novela con menor peso gay que las precedentes. «Creo que siempre tendré ganas de hablar de la vida homosexual, pero ya no tengo tanta urgencia», asegura. Desde luego esta obra contiene menos alardes sexuales y a su protagonista, Daphne Sawle, la destinataria del poema, le gustan los hombres. «Hay que recordar -dice el escritor- que la homosexualidad se despenalizó en Gran Bretaña en 1967, cuando yo tenía 13 años. Y que ha habido un cambio social inmenso desde que publiqué mi primer libro. He querido describir cómo todas estas transformaciones han afectado a la vida privada, ahora que la idea de privacidad ha desaparecido». Pero no siempre fue así y Hollinghurst ha encontrado, paradójicamente, una gran riqueza argumental y estilística en esa veta represiva: «Siempre me han interesado las cosas que la gente no dice, la superficie de las conversaciones, las cosas que se ocultan. Disfruto analizando los cambios de humor y las reacciones». Recuerda Hollinghurst cómo las novelas de Forster, el autor de Una habitación con vistas, se movieron siempre bajo esos parámetros y que Maurice, la obra que se permitió escribir con mayor libertad sobre un idilio gay y que solo fue publicada a su muerte, es «tan solo una obra emotiva y bonita, pero no un gran texto».

La mayor influencia confesa del autor son los cuentos de la nobel Alice Munro. Recuerda cómo en el libro de ésta, Escapada, la autora canadiense relata la vida de una mujer a través de tres historias separadas entre sí con grandes saltos en el tiempo. «Me pareció una forma increíble de reflejar la sorpresa y la ironía del paso del tiempo». Es por eso que la novela del británico se desplaza de 1913 a 1926 y de ahí a los años 60, cuando uno de los personajes empieza a abordar una biografía que acabará revelando los secretos del poeta fallecido, para saltar a 1979 y finalmente al 2008.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL / La novela, publicada originalmente hace dos años, adquiere una nueva lectura en la ingente bibliografía aparecida recientemente sobre la primera guerra mundial, cuyo centenario se celebrará el próximo año. Excelentes poetas como Wilfred Owen y Siegfried Sasoon murieron combatiendo al igual que  Cecil Valance, el poeta bisexual de la novela y que el escritor ha moldeado, sin embargo, con los rasgos de Rupert Brooke, poeta excesivamente sentimental pero muy popular en su momento a quien Keats definió como «el hombre más guapo de Inglaterra».

Hollinghurst, que en su juventud coqueteó con la escritura poética, recuerda cómo en sus años escolares le hacían recitar a aquellos poetas de la Gran Guerra. Valance, su mítico personaje, pese a los vaivenes de la novela, se revela como un autor mediocre: «Y es así -bromea- porque lo  más difícil es inventar a un gran escritor».