Despedida a un grande de la edición

Adiós al anárquico místico

La cultura catalana se vuelca en el masivo funeral del editor y humanista Jaume Vallcorba

EL ADIÓS 3 Arriba, la basílica durante el funeral. En el centro a la izquierda, Quim Monzó da el pésame a la viuda, Sandra Ollo. Derecha, Sergi Pàmies. Abajo, izquierda, Jacobo Siruela. Derecha, el 'conseller' Ferran Mascarell.

EL ADIÓS 3 Arriba, la basílica durante el funeral. En el centro a la izquierda, Quim Monzó da el pésame a la viuda, Sandra Ollo. Derecha, Sergi Pàmies. Abajo, izquierda, Jacobo Siruela. Derecha, el 'conseller' Ferran Mascarell.

ELENA HEVIA
BARCELONA

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Supo que la muerte estaba cerca y tuvo tiempo de prepararse. Jaume Vallcorba no solo ordenó todos sus asuntos con Dios -era un ferviente católico en estos tiempos de descreencia- sino que eligió también la música que quería sonara en su entierro -Bach por supuesto, una hermosa sonata, pero también el exquisito Requiem de Fauré- y la Iglesia donde debía celebrarse la ceremonia, la Basílica de Sant Just i Pastor, la más antigua de Barcelona, «un templo denso y transparente», como  lo definió. Incluso discutió con Josep Pons, director del coro que ayer interpretó la polifonía sacra en su funeral, sobre la pertinencia de incluir tal o cual pieza. Con la misma delicadeza y rigor con las que elegía en Quaderns Crema o Acantilado, el tipo de letra o el papel de sus libros.

Es difícil que eso suceda en pleno mes de agosto, pero el editor, el humanista, el hombre de letras, logró ayer en su despedida convocar al grueso de la cultura de este país. Estaban, sin ánimo de ser exhaustivos, sus pares en la edición, como Xavier y Ernest Folch, Jorge Herralde, Jacobo Siruela o Daniel Fernández, pero también sus colegas de la universidad, como Francisco Rico -que fue también como él discípulo de Martí de Riquer- o Luis Izquierdo; libreros como Marta Ramoneda, Antonio  Ramírez o Josep Cots; escritores como Enrique Vila-Matas, Rafel Nadal o Ignacio Martínez de Pisón  y muy especialmente los autores de su catálogo, Sergi Pàmies y Quim Monzó a la cabeza, junto a Rafael Argullol y Ramón Andrés, entre otros.  Incluso  gente en principio menos afín a las actividades del editor como Javier Mariscal o la productora Isona Passola.

Hasta siete sacerdotes concelebraron la misa. No en vano, Vallcorba murió en paz con Dios -y según rezaba en el recordatorio entregado a la salida, «con una especial bendición papal», que incluía unos versos del Cant espiritual de Joan Maragall en su versión catalana y de San Juan de la Cruz, en la castellana: Cantar de la alma que se huelga de conoscer a Dios por fe.

ESPIRITUALIDAD / La mayoría de los recuerdos de los sacerdotes amigos que evocaron ayer su figura destacaron la vertiente espiritual de Vallcorba. Uno de ellos recordó la definición que de él hizo Sergi Pàmies: como «anárquico místico» y evocó el humor con el que en sus últimos días, «en los que se fue apagando lentamente» recordaba su infancia en Reus y su función como editor: «tus tesoros, aquello que te emocionaba, no te lo guardaste para ti solo».

Fueron las dos hermanas del editor las que abordaron las lecturas y en la Carta de San Pablo a los corintios fue inevitable darle al versículo «y cuando llegue a lo que es perfecto...», una interpretación laica de la puntillosa exigencia del editor.

Cerró la ceremonia su joven viuda, Sandra Ollo, quien ya leyó un texto de su esposo, un verdadero testamento profesional, el pasado 1 de julio en la lección final del máster de Edición de la Universidad Pompeu Fabra en el que decía: «Un catálogo editorial es como un grupo de amigos que dialogan». Ollo esta vez optó por acudir a un lema mucho más humano y vital que a su marido le gustaba repetir: «Viva la vida, alegría y felicità».

Los restos mortales del editor serán incinerados hoy.