Las historias tatuadas de Macaco

Su octavo disco, 'Historias tattooadas', destapa marcas bajo la piel. El cantante, o "cancionero", como se autorresume él, enseña aquí algunas de las suyas. Con y sin tinta

ANA SÁNCHEZ

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Si se busca “macaco” en Google, aparece un hombre, a lo Tarzán urbanita, rodeado de monos haciendo monerías. Dani Macaco. 42 años. Es un cantante que, ironías de los motes, no se suele ir nunca por las ramas. Su madre le empezó a llamar Mico, luego fue Mono Loco, y hace casi 20 años que se quedó con Macaco. Y algo le queda aún de mono. “Ssssí –responde él–. La actitud inquieta”.

En-can-ta-dor a primera vista. Es muy tímido, se excusa, aunque habla mirando a los ojos. “Icono del ecologismo 'neohippy”, lo bautizaron cuando el medio ambiente preocupaba más que la economía. “Neo, 'hippi', 'hoppy'… –se ríe él–. A mí las etiquetas siempre me han dado…”. Macaco se retuerce en la silla. “Me da igual”, termina la frase con sonrisa resignada. Da la impresión de que no le da igual. “Cuando eres popular, tu imagen ya no te pertenece y cada uno proyecta sobre ti lo que le da la gana”.

Tres adjetivos van pegados con Loctite a su nombre en cualquier artículo: “Mestizo”, “ecléctico”, “social”. Él menea la cabeza de un lado a otro. “Yo soy un cancionero”, se autorresume. “Ya basta de tanta etiqueta. Tendemos a poner las cosas en una estantería, en un colorcito y con una sola luz”, añade. “Todos somos muchas cosas”, repite a lo largo de la entrevista a lo estribillo vital.

Un homeópata en potencia

Si no se ganara la vida como músico, podría hacerlo perfectamente como homeópata. Charlar más de 10 minutos con él supone descubrir al menos cuatro remedios saludables por 1 euro: baños de sal, siete almendras al día, semillas de lino, agua con limón. “Cada mañana tomo agua caliente con limón desde hace un año –dice–. Es un anticancerígeno súper fuerte. Ayuda a regular el pH del cuerpo. El cáncer, se ha demostrado –añade del tirón–, aparece a partir de la acidez del cuerpo. Y el limón, que es un alimento ácido, hace lo opuesto, ayuda a regular eso”. El interés por el tema tiene justificación personal. “He visto en familiares que un exceso de químicos puede producir más enfermedad”, apunta sin dar más detalles. Macaco es tan wikipedia en lo saludable como reservado en lo personal.

Su currículo incluye ocho discos, un libro, bandas sonoras (de películas y hasta videojuegos FIFA) y, en sus tiempos de EGB, también doblaje: puso la voz a Mickey, el líder de los ochenteros 'Gonnies'. La precocidad dobladora tiene explicación familiar: su madre, Teresa María, es la Julie Andrews española. Dobló las canciones de 'Mary Poppins' y 'Sonrisas y lágrimas'. En el nuevo disco de su hijo, recita el movimiento de apertura.

¿Tareas pendientes? “Me gusta mucho escribir sin melodía –responde el músico de Barcelona–. Y hay cosas abiertas, pequeños cuentos; a veces, pequeños poemas que no sabes si van a ir a una canción o para qué”.

Si alguien dice “Moving”, lo más probable es que en la cabeza resuene sin querer “all the people moving” a lo eco reggae-rumbero. Las canciones de Macaco tienen ese efecto. Se adhieren al cerebro con ventosas como los peluches al cristal trasero del coche. Flooop. Y de ahí no se van.

"Soy aprendiz de vida"

En su octavo disco –él no lleva la cuenta–, el músico ejerce de cronista. Canta sobre el exilio, el medio ambiente, la soledad, buscar la conexión humana en un mundo hiperconectado. Hay amor, desamor, crisis, caceroladas, transgénicos. ¿Que si él vive según los preceptos de sus propias canciones? “Si me quieres dar la vuelta, me la puedes dar muy rápidamente, porque todos vivimos en este mundo”, responde. “Yo no soy ningún abanderado de nada –añade–. Soy aprendiz de vida”.

El nuevo disco (ha salido a la venta esta semana) se llama 'Historias tattooadas'. “Cuento canciones que dejan marca bajo la piel o que yo he escrito sobre esas marcas”, explica. A continuación, Macaco destapa algunas de esas marcas. Sus propias historias tatuadas, con y sin tinta.

Cinco tatuajes

Todos los tatuajes [se los cuenta, tiene cinco] se los ha hecho en “momentos buenos” de su vida, dice. “Porque me recuerdan siempre esa sensación. Como los olores”. Remata la justificación con una frase de Flea, de los Red Hot Chili Peppers: “Un tatuaje sin un cuerpo sano es como una melodía buena con una mala letra”.

HOMBRE MONO

Es lo que significan las palabras en árabe que lleva escritas en su antebrazo izquierdo. “Me las dibujó en un papel hace muchísimos años, como 15, un amigo mío marroquí, Hakim –recuerda–. Tardé 10 años en hacérmelo”. Se lo tatuó al volver de los campamentos saharauis. “Eso sí que fue una marca importante: estar en los campamentos de refugiados –señala–. Me parece gente muy noble, una sociedad matriarcal, que creo que es lo que tendría que haber aquí. Que a las mujeres les den el poder, que los hombres ya han estado demasiado”.

Hombre mono. Es la marca de fábrica de Macaco. “Es un poco volver al origen en todo, ¿no? –apunta–. Volver un poco a la esencia, en mi caso, es volver al mono. Significa recordar las cosas básicas, esas pequeñas cosas sencillas que te dan vidilla”. Por ejemplo: “Estar con los tuyos, tener una buena conversación. Me encantan las reuniones con amigos, ja-ja-ja, ji-ji-ji, y hacer una cenita en casa, da igual lo que cocines”. Macaco es fan de la gente que sabe hacer reír. “Cada día intento trabajar para ver el vaso medio lleno”, dice. El lujo, según él, es tener tiempo.  “Tener tiempo para hacer cosas o para no hacer nada”.

UN LABERINTO

Este no lo enseña. Se lo reserva. Está en el hombro izquierdo. Es un tatuaje antiguo. Un laberinto que dibujó él mismo, como el resto de sus tatuajes. “Me gusta dibujármelos yo o darle al tatuador la base que quiero”, explica. Y hace 20 años, dibujó un laberinto: “Un momento de mi vida muy bonito, pero en el que no sabía hacia dónde iba”. Así que ha dado muchas vueltas para llegar hasta aquí. “Sí, sí, sí”, se ríe.

¿Lo más surrealista que le ha pasado entre tantas vueltas? “Hace muchos años, en Sicilia”, tras actuar, sitúa. “Estábamos en un hotel-hostal súper decadente, todos los músicos tocando en el jardín, y vino uno del hotel a darnos el toque –se empieza a reír–. Nos dio varios toques y seguimos haciendo ruido. Cuando subí a la habitación, me encontré la toalla metida en la taza del váter. ‘Qué raro’, pensé. Y se lo dije a un trompetista siciliano. ‘Eso, en el lenguaje de la mafia –explicó–, quiere decir que vas a morir ahogado’ [carcajada]. Y me pasé toda la noche sin dormir, mirando a la puerta”.

PUERTO PRESENTE

Macaco también escribió él mismo las letras del tatuaje, “así, como de marinero, antiguas”. Puerto presente es el título de su quinto disco, con el que ganó un Ondas. “Hubo alguien que me lo criticó. Que dijo: ‘Qué egocéntrico. Te pones el título del disco’ –se ríe–. ¿Qué quieres que me ponga? ¿El título del disco de Metallica?”.

Pero el tatuaje, añade Macaco, no es por el disco. “Es porque me gustaban mucho las palabras. Un puerto es un sitio donde vas y donde llegas. Y la unión de Puerto Presente es el lugar donde quiero estar. Es un poco el aquí y ahora. Vivir el presente. Suena tópico, típico, pero me encanta”.

¿Y qué le quita el sueño a Macaco? “Uf, a mí me quita el sueño cuando alguien de los míos está mal. Como a la mayoría”.

UN ANCLA

La lleva en el pecho, dibujada en el bolsillo de la camiseta. Como si la llevara tatuada. Macaco es hombre de agua. “Mucho”. Hasta su novia (la actriz Kira Miró) es Piscis. “Sí, tengo muchos Piscis alrededor”. Le gusta mucho el mar y tiene aura de marinero, aunque se marea en los barcos. “Me gusta más estar dentro del agua”. Incluso estar con el agua al cuello. “Sí, ya llevamos muchos años –se ríe–. Y estoy como pez en el agua”.

Hombre de mar y también de montaña. “A mí cuando estoy cerca de la naturaleza, me cambia la mirada”.

CICATRICES

“Tengo esto”. Gira el brazo izquierdo y enseña un par de cicatrices visibles a un metro. “Jugando a fútbol”, añade. Tenía 13, 14 años. “Creo que era el más malo de mi clase. Me ponían de portero y me echaban”, se ríe. “Jugando al fútbol, se me giró el brazo. Se me partió y se me quedó así [pone una postura imposible]. ‘Mamá, mira lo que me ha pasado’. Y me tuvieron que sacar todo el hueso este de aquí. ¿Sabes ese con el que te das los golpes? Y fui a un hospital en el que debía de haber recortes [se ríe] y me hicieron esta chapuza. Me costó mucho recuperar la movilidad”.

También se ha pegado –suele decir– “hostias fuertes con las drogas”. “Las probé –recuerda–. Y las aborrezco desde hace millones de años. Por desgracia, no son legales”. Se explica: “Primero: porque lo prohibido es lo que más atrae. Y segundo: al no ser legal, tú no sabes lo que te están tomando”. Se justifica citando a José Mujica, el expresidente de Uruguay. “Un periodista le comentó: ‘Al ser la marihuana legal, nos da mucha más libertad’. ‘No te equivoques’, respondió Mujica, ‘si estás enganchado a la marihuana, tienes menos libertad. Lo que no quiero es que esté en manos de las mafias. No quiero crear ese morbo’. Y ha funcionado”.

Macaco ahora es adicto a los gorros y al tomillo. “Me gustan las hierbas y las infusiones y las semillas. Porque realmente curan”, dice. También está enganchado a la música, más allá de la profesión. “Necesito escuchar algo cada día y escribir cada día algo en un papel o sacar una melodía”.

LOS ZAPATOS

Hay que mirarle a los pies para intuir una marca sin tinta. Se metían con él en el colegio porque llevaba zapatos ortopédicos. Nació con los pies deformados. “Llevo plantillas todavía. Sí, sí. Soy un 'monkey' con los pies planos”, sonríe. ¿Que si le queda trauma? No, ahora no va con pies de plomo. “Nooo, meto la pata muchísimas veces y me gusta arriesgar”, responde. “Si se fija, siempre me meto los pantalones en las botas. Me gusta que se vean los zapatos [se ríe], porque antes no me gustaban. Ahora acabo de relacionarlo”. Esa es su venganza. [Se sigue riendo]. “La venganza del hombre mono”.