AMENAZA A LA CREDIBILIDAD ACADÉMICA

La venta de tesis doctorales, con precios en torno a los 50.000 euros, se convierte en un lucrativo negocio en Portugal

En muchos casos se trata de trabajos plagiados

PATRICIA AMEIJEIRAS
LISBOA

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Las exigencias de un mundo laboral cada vez más competitivo obligan a una formación mayor y más especializada. En Portugal, donde la titulación académica se pone antes del nombre de las personas –el señor doctor o el señor ingeniero fulanito de tal–, tener un doctorado es uno de los mejores pasaportes hacia un buen trabajo. De ahí que, en los últimos 10 años, los doctorados se hayan masificado. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y en los bajos fondos de ese elitista mundo académico ha surgido un lucrativo negocio: el del plagio, la falsificación y la venta de las tesis doctorales. El precio de una ronda los 50.000 euros. Y el fenómeno no solo afecta a las tesis; también se venden trabajos de facultad y proyectos de fin de carrera.

Un doctorado es para muchos una condición para ascender en su carrera académica, y para otros una garantía para sobrevivir en el mercado laboral. De ahí que abunden los que no dudan en pagar por ello. El resultado, un negocio que crece e incluso se anuncia en internet. El problema, además del fraude académico, es que muchas de esas tesis son plagios. La propia red es la mejor fuente de información, ya que cuenta con herramientas perfectas para encontrar trabajos que plagiar realizados en cualquier parte del mundo.

Sin mecanismos de alerta

La mejor de esas herramientas quizá sea el Registro Nacional de Tesis Doctorales en Curso, creado en el 2002 y que tiene una base de datos on line y de libre acceso. Lo que permite a cualquiera consultar todos los trabajos de investigación realizados o reconocidos por las universidades lusas. Esta base de datos, gestionada por el Observatorio de Ciencia y Tecnología, bajo tutela del Ministerio de Enseñanza Superior, no tiene mecanismos de alerta para trabajos que sean plagios. Eso debe ser «responsabilidad del jurado de evaluación, que debe estar informado y analizar con detalle los trabajos», argumentan fuentes del ministerio.

El precio de una tesis doctoral depende del nivel de exigencia y del tema a abordar, explica un profesor universitario, que reconoce, al igual que muchos otros, que ese mercado existe y es difícil de parar, pero que si no se hace se corre el riesgo de desprestigiar los doctorados.

Por ello, algunas universidades, como la Lusófona, han optado por tomar medidas y han instalado el programa informático Ethorus, que facilita la detección de plagios. Una idea aplaudida por muchos docentes. Cristina Ponta, profesora de Ciencias de Comunicación de la Universidad Nova de Lisboa, reconocía al Diario de Noticias que «es imposible eliminar el riesgo de plagio y es muy difícil controlarlo, especialmente en tesis de 700 páginas, ya que todo está disponible online». Sin embargo, se puede intentar desenmascarar al impostor en su defensa de la tesis, «exigiendo más capacidad de argumentación y creatividad, y verificando si hay o no trabajo de campo», argumenta la docente. Además, recuerda, el plagio existió siempre, también antes de internet, pero entonces «no había tantos medios como ahora para detectarlo». Como las bases de datos científicas que permiten buscar a través de palabras clave, apunta.

Impunidad total

Otro problema para frenar esta ola de plagios es la impunidad. Cuando un alumno es descubierto, se le pide que abandone la defensa de su tesis, pero se podrá volver a presentar en otra convocatoria. Eso le pasó a un alumno, que por razones obvias no quiere dar su nombre. «Lo admití, no tenía otra opción. Aunque luego reclamé a quien me la hizo, porque pagué por una tesis, pero no para que la plagiaran de otras en internet. Eso lo hubiera hecho yo», admite. Ahora, volverá a defenderla dentro de un año. En esta ocasión, el trabajo será suyo.

Al final, «el riesgo es poco y si no te pillan el resultado puede ser un ascenso laboral o un mejor puesto de trabajo», explica María, que está realizando un doctorado en gestión. Ella no ha comprado su tesis, pero reconoce que lo haría si tuviera dinero. Alguien que sí la compró y pagó 45.000 euros se justifica: «La comencé yo, pero por mi trabajo no tenía tiempo, y necesitaba acabarla cuanto antes». Asume que pagó mucho dinero, pero espera «que merezca la pena» ya que le supondrá «la posibilidad de ascender» en su carrera. Aunque reconoce que «no está bien», considera que solo pagó «por el trabajo de campo», ya que la tuvo que «estudiar a fondo para poder defenderla». Al final, todo se reduce a dinero. H