EL GP DE FRANCIA DE MOTOCICLISMO

Lorenzo gana provocando el caos a sus espaldas

Rossi (2º) y Viñales (3º), que logra su primer podio, aprovechan las caídas de Márquez y las Ducati

Jorge Lorenzo celebra el triunfo en Le Mans con su equipo.

Jorge Lorenzo celebra el triunfo en Le Mans con su equipo. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Decíamos ayer. Es deporte. Son carreras. Interviene la mecánica. Hay peligro. Hay tensión, mucha presión. Puede haber un fallo técnico. Y, por supuesto, humano. Te pueden tirar. Te puedes caer. Pueden chocar contigo. No siempre gana el más veloz. Pero sí suele ganar el mejor, sí. Y este domingo, en el mítico Le Mans, una de las mecas de la velocidad, escenario donde se han producido heroicidades y grandes gestas, ganó el mejor, arrolló el tricampeón y, de nuevo, el mundo se quedó boquiabierto ante la manera que este chico, de nombre Jorge Lorenzo, de profesión martillo y el más dulce de cuantos pilotos existen, logró su victoria nº 63 en el Mundial después de su 63ª pole e igualar los 139 podios de Ángel Nieto.

LORENZO SALE Y SE VA

Decíamos ayer que, apagadas las luces, Lorenzo (Yamaha) huiría. Valentino Rossi (Yamaha), que acabó segundo tras las caídas de Marc Márquez (Honda), Andrea Dovizioso Andrea Iannone (Ducati) -se cayeron seis más, se cayó todo el mundo—pidió que alguien le echase el lazo a Lorenzo, pero no hubo forma. El mallorquín se escapó y fue viendo por las pantallas de vídeo y la pizarra de su muro cómo los demás sufrían su martilleo, se caían, se desesperaban por darle alcance y acabaron reconociendo como un maravilloso botín, las miserias que el tricampeón rechazado por Yamaha iba dejando a su paso por meta.

Este es un Mundial marcado por las novedades técnicas (aparición de la centralita electrónica común para todos) y la reaparición de Michelin, cuyas ruedas están volviendo locos, rematadamente locos, a los pilotos. Ya se han caído todos. O casi. Solo Márquez, que en Le Mans se levantó, cogió su moto y se arrastró con hombría por el asfalto hasta acabar 13º y sumar tres puntitos, que buenos son, los EspargaróPolyccio y Aleix, y Héctor Barberá han conseguido puntuar en todas las carreras. Este es un campeonato de guerrillas donde los favoritos, los magníficos, ya se han caído, al menos, una vez y solo llevamos cinco grandes premios.

Un Mundial donde todos dan explicaciones porque no saben cómo contar lo que les ocurre. Por eso dijo Rossi en Austin que le había «traicionado el neumático delantero». Por eso contó Lorenzo en Argentina que su rueda era «defectuosa». Por eso explicó Márquez en Jerez que su neumático trasero «patinaba y no se agarraba a la pista». Porque hasta que Michelin ofrezca ruedas fiables («lo que utilizamos viernes y sábado, no tiene nada que ver con lo que montamos el domingo», explicó Márquez), cada día se sortea un tortazo. Y un triunfador. Y un podio distinto.

VIÑALES EN EL PODIO

Un podio el de ayer con Lorenzo en lo más alto y Rossi, segundo. Ese resultado ya se dio en Le Mans en 2010, 2012 y 2015, curiosamente los años que Lorenzo campeonó. Y con un Maverick Viñales prodigioso que, ocho años después de su último podio (Brno-2008), subió a Suzuki al cajón. Habrá quien hable de una victoria por eliminación, pero no. Lorenzo los zarandeó el viernes, los magulló el sábado y los dejó KO el domingo. Los tres del año pasado, los tres de siempre, los tres magníficos (Lorenzo, 90 puntos; Márquez, 85 y Rossi, 78) están donde siempre: peleando por el título.

Decíamos ayer. Es deporte. Puede ocurrir cualquier cosa. No estando en la pista estos tres jabatos, reflejo de tres generaciones. Chóferes de aparatos que van a 350 km/h.