Sostenibilidad y responsabilidad social en la gestión del turismo urbano

Para que el turismo urbano sea sostenible hay que combinar el desarrollo de esta industria con las actividades propias de la ciudad, y tener en cuenta las necesidades de los turistas, los residentes y las generaciones futuras

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El potencial turístico de las ciudades es innegable: en el top 100 de las ciudades con turismo, el número de visitantes ha crecido de media un 5,5% respecto al año anterior. En Barcelona, ha aumentado en un 9,2% respecto el 2016, siendo la sexta ciudad de Europa más visitada. Esta ciudad es un caso de éxito turístico a nivel mundial. En el 2016 acogió a 30 millones de visitantes y el turismo representó el 12% del PIB y el 18% de la facturación del comercio. Además, del innegable beneficio económico, el turismo ayuda a la renovación urbana, la protección del rico patrimonio cultural y fomenta la interculturalidad, el dinamismo y la innovación.

El turismo urbano es un negocio en auge, aunque no está exento de críticas relacionadas con la superación de la capacidad de carga de las ciudades. Si entendemos a la ciudad y su modelo turístico como un sistema limitado, la capacidad de carga es el número de visitantes que el sistema puede soportar sin reportar efectos negativos. En Barcelona se ha superado ese límite. Los efectos negativos del turismo descontrolado afectan tanto al residente de la ciudad como a la calidad de la experiencia del turista. La excesiva masificación, la falta de regulación en el alquiler de pisos a turistas y los comportamientos incívicos de algunos grupos de visitantes han motivado que recientemente se planteen cambios en el modelo turístico de la ciudad.

Espacios multifuncionales

Para que el turismo urbano sea sostenible debe combinarse el desarrollo de esta actividad económica con el de la diversidad de actividades que se realizan en la ciudad. No podemos olvidar que las funciones y espacios urbanos no son únicamente consumidos por los turistas. Las ciudades son espacios multifuncionales, pero combinar de forma efectiva el crecimiento del turismo urbano y el desarrollo sostenible ha sido el gran elemento ignorado por los gobiernos y las entidades de gestión turística. Quizás eso contribuye a que las ciudades con mayor número de visitantes del mundo, como Hong Kong, Bangkok, Londres, Singapur o Paris, no aparezcan en el reciente ránking de ciudades con mayor calidad de vida que ha publicado la consultora Mercer.

Las ciudades turísticas necesitan apostar por un modelo de turismo adaptado a los paradigmas de sostenibilidad, teniendo en cuenta las necesidades de los turistas, los residentes y las generaciones futuras. El objetivo es trabajar para que las mejoras económicas y sociales puedan ser realizadas, a la vez que se mantiene la integridad cultural y ecológica del territorio.

La sostenibilidad requiere un esfuerzo mayor que redactar un plan de ordenación del alojamiento y limitar el número de turistas. En primer lugar, la gestión del turismo debe estar conectada con la planificación de la ciudad. Los atractivos turísticos no pueden estar potenciados únicamente por campañas de márketing, sino por el sistema urbano. A modo de ejemplo, la mejora de la conexión, la habitabilidad y los servicios de los barrios adyacentes a los lugares más masificados permitiría dispersar las aglomeraciones de turistas.

Indicadores de sostenibilidad

El escenario actual es resultado de un mercado turístico demasiado desregularizado. Tratando de enderezar el rumbo, ciudades como Barcelona, Paris, Amsterdam y Estocolmo participan de la Red de Ciudades por la Sostenibilidad urbana. El camino hacia la sostenibilidad debe incluir planes de desarrollo económico del turismo a largo plazo que favorezcan la calidad de la experiencia urbana, tanto para residentes como para turistas. Un plan de gestión turística positivo implica tomar medidas para aumentar la habitabilidad de los espacios urbanos, mantener el patrimonio cultural, parques y espacios verdes y crear redes e infraestructuras de transporte público eficientes. También hay que desarrollar un sistema de indicadores de sostenibilidad para evaluar los cambios.

Además, es importante diferenciar entre los tipos de turistas que recibimos y los que queremos recibir. Tomando el caso de Barcelona, los turistas procedentes de Asia, Medio Oriente y América del Norte son los que realizan un gasto más elevado y una estancia más larga en el destino; además, prefieren actividades culturales, la gastronomía y la moda, lo que produce un impacto más positivo en el destino.

Aprender a ser turista

Desarrollar un modelo de turismo sostenible requiere voluntad y esfuerzo por parte de todos. La responsabilidad social puede ser trabajada por los propios turistas, los residentes, el gobierno de la ciudad, las entidades de gestión de turismo y los investigadores. Para aprender a ser buenos turistas hay que educarse sobre el destino. ¿El hotel donde nos alojaremos pertenece a una cadena internacional y nuestro dinero no beneficiará a la comunidad local? ¿Al visitar las ciudades, viajamos, dormimos y comemos en un crucero, limitando así nuestra contribución sobre la economía local? ¿Los empleados de los servicios que consumimos reciben un sueldo digno? ¿Compramos recuerdos y suvenires hechos en el destino que visitamos, o son 'made in China'? Estas y otras cuestiones ponen sobre la mesa la responsabilidad personal que conlleva la actividad turística y nuestro impacto sobre la economía y sociedad del destino.

Por último, como residentes, también podemos participar de un desarrollo del turismo sostenible. Las quejas, el descontento, la preocupación y las iniciativas de los colectivos ciudadanos sobre la actividad turística son provechosas. Hay que afrontar la realidad de la masificación y los efectos negativos del turismo para participar en la construcción de la ciudad turística. En el turismo, la co-construcción de la ciudad sostenible implica que debe existir una colaboración entre las entidades públicas y privadas, entre la sociedad civil y las entidades de gestión turística, entre las universidades y la esfera pública. En el sentido más amplio, la gestión sostenible implica la colaboración entre diversidad de agentes para construir una ciudad que tenga en cuenta las necesidades de todos sus usuarios y trate de beneficiar a la comunidad local.