Por un próspero 2017

Por un 2017   próspero, si no milagroso_MEDIA_1

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El ministro de Economía, Luis de Guindos, a pesar de su aspecto serio y de su sintaxis abarrocada, despliega un voluntarioso optimismo al hablar de las expectativas económicas del 2017, y afirma que el FMI se queda corto cuando pronostica un crecimiento del 3% del PIB respecto del 2016 para el conjunto de España.

La Comisión Europea es más prudente y realista y aventura un modesto crecimiento del 1.5% para el conjunto de países de la eurozona. Y a continuación advierte de ciertos peligros que podrían amenazar esta relativa bonanza: el probable encarecimiento del petróleo, la plausible subida de los tipos de interés y el eventual retorno al proteccionismo asociado a las tendencias políticas que se han evidenciado en el Reino Unido y en EEUU.

Los peligros son: los países de la OPEP ya se han puesto de acuerdo para reducir la producción de petróleo y recuperar los precios. No olvidemos que durante el 2013 y el 2014 el barril de petróleo no bajó de los 100 dólares, y durante el 2015 y el 2016 no ha pasado de los 50; esta anomalía ha estimulado el consumo interno que, junto con el turismo y la recuperación de la construcción, han sido los factores claves del crecimiento económico en España. El encarecimiento del petróleo podría restañar esta recuperación.

Política monetaria

Los tipos de interés son una variable muy sensible para una economía como la española, endeudada hasta las orejas (tanto por parte del sector público como del sector privado). Los intereses han sido anormalmente bajos debido a la política monetaria extraordinariamente expansiva que ha propiciado el Banco Central Europeo, hasta el punto de que los dirigentes del Bundesbank se han empezado a poner nerviosos. En principio, Mario Draghi continuará al frente de la institución hasta el 2019, pero si la inflación en Europa repunta, estas medidas de inundar los mercados financieros con emisiones de dinero se tendrán que revisar. La posibilidad de que los costes financieros de la deuda pública española aumenten significativamente existe; si esto ocurre, el Gobierno de España se verá obligado a hacer recortes adicionales, y no dudará en exigirlos también a las comunidades autónomas. Este escenario generaría fuertes tensiones sociales y envenenaría aún más las relaciones entre el Gobierno de España y la Generalitat.

El retorno al proteccionismo es una incógnita. Es evidente que el voto popular a favor de la salida del Reino Unido de la UE y la victoria en las elecciones americanas de Donald Trump muestran una reacción contra la globalización de muchos trabajadores que han visto amenazados sus puestos de trabajo y sus condiciones laborales. Ahora, ¿esto debe tener un efecto necesariamente negativo sobre el comercio y la industria? Ya lo veremos. De momento, no parece que el gobierno británico esté haciendo gran cosa para la desconexión comercial con la Europa continental, e incluso hay dudas sobre el ritmo político del Brexit. Los efectos de todo ello no parece que se vayan a notar mucho, a corto plazo. En cuanto a la relación entre Europa y EEUU, probablemente el TTIP, el tratado de libre comercio y fomento de las inversiones entre los dos bloques, esté tocado de muerte..., pero era un tratado que había levantado muchos recelos y que no garantizaba la creación de puestos de trabajo.

En definitiva, es probable que el 2017, a nivel macroeconómico, pase sin pena ni gloria: ni está justificado el optimismo pueril del Gobierno de España, ni debemos esperar escenarios apocalípticos, como algún gurú del mundo de la academia se encarga de predicar.

Pero más allá de las cifras macroeconómicas, sería bueno que los dirigentes de la economía mundial entendieran que estos fenómenos electorales vividos en Gran Bretaña y en EEUU, y que se podrían repetir en próximas contiendas electorales, son un síntoma de un malestar profundo entre amplias capas de la población, y que probablemente indican que la globalización no va por buen camino. Este sistema de libre mercado universal, combinado con la desregulación financiera y la existencia de paraísos fiscales está generando unas desigualdades sociales tremendas; se da la paradoja de que, en el momento en que la producción mundial es más alta que nunca, la mitad de los trabajadores del mundo ganan menos de dos dólares diarios e, incluso, en los países ricos, no hay manera de financiar correctamente servicios públicos básicos (sanidad y educación) ni garantizar prestaciones económicas elementales, como las pensiones de jubilación. Habría, pues, que poner el acento en algún otro aspecto que no fuera el del crecimiento económico, porque sin una mínima equidad, no hay ni macroeconomía ni democracia que valgan.

La huella ecológica

A nivel global, el crecimiento económico conlleva cuestiones más complejas, de las que los científicos hablan mucho, pero los economistas aún no nos tomamos suficientemente en serio. Y es que la huella ecológica del crecimiento demográfico y económico está siendo la principal amenaza para la prosperidad futura. Hasta ahora, la ciencia ha conseguido que cada generación tenga nuevas fuentes de energía, nuevas clases de materias primas, mejor maquinaria y métodos de producción innovadores. No es seguro que la ciencia sepa encontrar una solución al desastre ecológico que nos amenaza. Para proveer a todas las personas del mundo con el mismo nivel de vida que los europeos ricos necesitaríamos varios planetas más, y solo tenemos uno.

De momento, la humanidad ha sobrevivido a muchas crisis económicas y desastres ecológicos -a diferencia de muchas otras miles de especies, hoy extinguidas. Ahora, ¿lo conseguiremos siempre? ¿Podemos confiar en que los ingenieros y los científicos encontrarán indefinidamente maneras de aumentar la producción y al mismo tiempo evitar el cataclismo ecológico? Cuando se trata del cambio climático, muchos creyentes del crecimiento no solo esperan milagros: dan por supuesto que estos existen. ¿Hasta qué punto es racional jugarnos el futuro de la humanidad apostando a imprevisibles descubrimientos que los científicos del futuro tendrán que hacer?

Que tengamos un 2017 próspero, si no milagroso.