Hablemos de salarios y de crear riqueza
La crisis está servida porque las pensiones están vinculadas a las cotizaciones salariales. No hay trabajo, y el que hay se retribuye mal. Sin cambios en el mercado laboral, la cruel perspectiva es que las pensiones se reducirán hasta ser una renta básica
Vamos mal. El año 2016 termina con una inflación del 1,5% y el aumento de las pensiones públicas se sitúa en el mínimo legal del 0,25% mientras el Gobierno retira otros 9.500 millones de la hucha de las pensiones. En el sistema actual, las pensiones están vinculadas a los salarios. Si la masa salarial disminuye o el número de pensionistas aumenta, el sistema entra en crisis; ambos factores se dan en la actualidad, y la crisis está servida porque las pensiones están vinculadas a las cotizaciones salariales.
Para algunos expertos, la principal causa de la crisis está en la demografía, en la prolongación de la vida gracias a los bienaventurados avances en las condiciones de vida y sanidad. Por eso proponen elevar la edad de jubilación a los 70 años y más. Otros expertos (en ocasiones son los mismos) aconsejan completar las pensiones públicas con el ahorro privado finalista para la jubilación.
Son factores relevantes, pero parecen soluciones paliativas con fórmulas centradas en la jubilación obviando la crisis del mercado laboral. Si no hay suficiente trabajo para los jóvenes que se incorporan al mercado laboral, ¿qué pasaría si los mayores prolongaran aún más su etapa laboral? Y en referencia al ahorro privado ¿qué ahorro privado pueden generar los mileuristas o los parados?
¿Pensiones? Hablemos de los salarios y de la creación de riqueza.
En el pasado, los saltos tecnológicos significaron un gran avance en la creación de riqueza y una transformación profunda del mercado laboral, se destruyeron muchos puestos de trabajo, pero también se crearon nuevos. Ahora, con las nuevas tecnologías, la innovación y la racionalización de la producción, la riqueza se va concentrando en unos pocos; se destruyen puestos de trabajo que no se recuperarán y, en consecuencia, aumentan las desigualdades. Si bien es cierto que hay una moderada disminución de la pobreza, no es menos cierto que la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos se ahonda incrementalmente.
En estas condiciones, hay menos trabajo a repartir, la tecnología suple la mano de obra y hablar de paro no deja de ser una forma de expresar que el trabajo no llega para todos. Hay un problema añadido: los salarios se siguen asociando a la dedicación de los trabajadores, en lugar de alinearse con la productividad y la riqueza creada, y están en retroceso. No hay trabajo, y el que hay se retribuye mal.
Si a la menor necesidad de trabajo le sumamos el alargamiento de la vida de la población es evidente la necesidad de reformas en el mercado laboral y en la financiación de las pensiones. Considérese que en el futuro próximo muchas personas superarán con creces los cien años de vida. Probablemente serán trabajadores activos durante un tercio de su vida, incluso menos, y su jornada semanal se irá reduciendo, posiblemente hasta las 20 horas.
Modificar el sistema fiscal
Necesitaremos un nuevo modelo social para ordenar esta nueva realidad; crear y distribuir riqueza con equidad, aprovechar todo el potencial de la tecnología y la innovación científica para producir más y mejor. Habrá que favorecer a los emprendedores que asuman riesgos incorporando tecnologías con modelos productivos avanzados. Invertir para formar y capacitar a los trabajadores e introducir cambios sustanciales en el modelo de retribución. Finalmente, y no menos importante, modificar el sistema fiscal para que la riqueza se distribuya horizontalmente, de forma más equitativa.
Que no se busque la solución en modelos de negocio que se basan en la deslocalización de la producción a países con mano de obra barata, la comercialización global, y el pago de impuestos en países con regímenes tributarios benévolos. Son, si se me permite la expresión, pan para hoy y hambre para mañana. Compruébese si no la calidad del trabajo creado en el 2016 en algunos servicios y en determinados sectores de la construcción.
Si no hay cambios significativos en el mercado laboral, la cruel perspectiva es que las pensiones públicas se irán reduciendo en el tiempo hasta convertirse en una renta básica, de manera que, para la mayoría con una capacidad de ahorro limitada, la jubilación será un largo periodo de subsistencia.
Conscientes de esta situación, los ciudadanos deberíamos ser autoexigentes. Nuestra responsabilidad no termina al depositar un voto, deberíamos informarnos, ser proactivos y vigilantes ante un cambio social que será determinante. Es mucho lo que nos jugamos.
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