Factores económicos de la crisis financiera

El arbitraje salarial y la nueva política fiscal se encuentran también entre los factores que causaron la gran crisis financiera. Si queremos evitar que lo pasado vuelva a suceder hay que aumentar salarios y devolver a los impuestos su función distribuido

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JESÚS PALAU. PROFESOR DE ESADE BUSINESS AND LAW SCHOOL

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Cumplido el décimo aniversario de la gran crisis financiera, parece apropiado reflexionar sobre los factores que llevaron a ella y analizar si se han tomado las medidas apropiadas que traten de evitar los errores cometidos. De todos los factores que la causaron me centraré en dos que suelen pasar desapercibidos: el arbitraje salarial y la nueva política fiscal.

En primer lugar, el arbitraje salarial viene motivado por el uso de China y la India como fábricas del mundo. Gracias a la globalización, el salario de equilibrio es el salario chino más el coste de transporte. La tecnología no es una diferencia, ya que puede producirse en China con la tecnología del mundo desarrollado. Además, el comercio entre empresas multinacionales explica más el déficit comercial de los países desarrollados que la propia teoría de la ventaja competitiva (productividad relativa) en la que está basada la bondad del comercio internacional.

Así por ejemplo, las exportaciones de coches o piezas de automóviles en un país no dependen de la productividad de ese país, sino de la decisión de la multinacional correspondiente que con una tecnología desarrollada, no importa donde, decide producir en un país o en otro según el que le ofrezca mejores condiciones laborales (calidad y precio de la mano de obra). De esta forma vemos cómo las piezas viajan de EEUU a México y los coches acabados vuelven a EEUU, o cómo marcas de zapatillas deportivas que se venden en todo el mundo se producen donde los sueldos son más bajos.

Contención salarial

El problema de todo ello es que los salarios en los países desarrollados han crecido menos que el PIB como consecuencia de la contención necesaria para poder competir con otros suministradores de trabajo, lo que ha conllevado un crecimiento del endeudamiento que está en las bases de la crisis.

Es paradigmático el caso de EEUU, donde el poder adquisitivo de los salarios se ha mantenido muy próximo al de mediados de los 80. El constante déficit comercial americano, que ha permitido mantener un nivel alto de consumo en EEUU, solo ha sido posible gracias a la financiación exterior necesaria para ello. Y esto fue así hasta que el mecanismo llegó a su límite ocasionando el estallido de la crisis.

Es esta falta de poder adquisitivo la que en estos momentos mantiene tan baja la inflación a pesar de las cuantiosas inyecciones de liquidez de los bancos centrales. Por suerte, la decisión de disminuir los tipos de interés al 0% ha permitido aliviar la situación.

China y Alemania

Si queremos evitar que lo pasado vuelva a suceder es necesario que aumenten los salarios. Incluso el FMI es ya partidario de que suban. Los sitios más adecuados para que se produzcan estos aumentos a corto plazo son, en mi opinión, China y Alemania, las dos potencias con el mayor superávit comercial del mundo.

Es curioso destacar que, aunque las protecciones arancelarias frente a las importaciones chinas son bajas, China no corresponde de la misma manera, dificultando con protecciones de todo tipo las importaciones de los países desarrollados.

En cuanto a la nueva política fiscal, señalar que las tasas impositivas de sociedades, así como las de rentas de capital, se redujeron sustancialmente. Por ejemplo, a partir del mandato del presidente Reagan, tuvo lugar la denominada economía de la permeabilidad, que viene a decir que si los ricos son más ricos esto acabará beneficiándonos a todos. Esta hermosa fantasía no se ha producido. De hecho, lo que se ha producido es una erosión de bases fiscales que acabó con unos enormes déficits públicos en EEUU aún antes de la crisis, y que ha llevado a que su deuda pública sobre el PIB esté en torno al 110%.

Buffett y sus empleados

Si nos remontamos a los EEUU de antes de la era Reagan, el impuesto de sociedades estaba en el 50% y el marginal sobre la renta llegaba al 60%. En la actualidad está en el 35%. Además, si se cumple la propuesta del presidente Trump, el impuesto de sociedades bajará al 20%, y aquellos que tienen grandes ingresos acabarán teniendo un tipo impositivo efectivo menor que el de sus secretarias. Es el caso de Warren Buffett, que dijo que paga un 17,7% de sus ingresos entre el impuesto sobre la renta y cotizaciones sociales, frente a una media del 32,9% del personal de su oficina.

Este desnivel es pernicioso, no solo desde el punto de la equidad sino también desde el punto de vista de la eficacia. La disminución de ingresos que supone para el fisco americano se traduce a la larga en una menor inversión pública y menos gasto social. Un futuro más seguro permite a las clases medias dedicar mayor parte de la renta al consumo, que al fin y al cabo es el auténtico motor de la economía. Ante este déficit continuado la solución que se propuso fue la reducción del gasto público, lo que acentuó el círculo vicioso

Deslocalización fiscal

Finalmente, no hay que olvidar la enorme cantidad de deducciones y exenciones, así como la capacidad de deslocalización fiscal (porque, ¿dónde paga impuestos Google Amazon y otras grandes empresas?). Así verán que son las rentas del trabajo las que soportan más del 80% de la recaudación impositiva.

Nunca tuvieron las clases medias y bajas mayor poder adquisitivo ni un mayor crecimiento del PIB que el que hubo entre los 60 y mediados de los 80 en las economías desarrolladas. Tampoco los impuestos cumplieron su función distribuidora con tanta eficacia como en aquellos años.

Pero por desgracia, para la mayoría de personas no se vislumbra una vuelta a esas políticas eficaces que tanta prosperidad estabilidad trajeron. Porque si esto sigue así, vendrán tiempos peores.