Objetivo 2022

Sílvia Vilà, el jueves, en La Molina, durante un entrenamiento de supergigante.

Sílvia Vilà, el jueves, en La Molina, durante un entrenamiento de supergigante.

SERGI LÓPEZ-EGEA
LA MOLINA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se les podría denominar como los 10 magníficos del esquí, al menos entre los 16 y los 18 años, los mejores en su especie, 'top five' en el ámbito español en cualquiera de las disciplinas de esquí alpino que practican (descenso, supergigante, gigante y eslálom). Magníficos, sí, pero con sacrificio, alejados de sus familias, con un régimen de entrenamientos y competición casi espartano, sacando horas imposibles para estudiar, viviendo entre septiembre y junio en unos apartoteles de Vielha, si no hay carreras o concentraciones específicas, como la que se ha realizado esta semana en La Molina.

Joan Castell, Toni Puig, Marc Tabernero, Joan Ureña, Nil Sellas, Ricard Ortega, Marta Jiménez, Júlia Casanovas, Sílvia Vilà y Bàrbara Vives son los escogidos, los que superaron la primavera pasada en Vaquèira-Beret las pruebas técnicas, físicas y psicológicas (debían estar bien preparados mentalmente para no sufrir una depresión alejados de su ambiente familiar), los que cada mañana surcan las pistas de Vaquèira-Beret o de La Molina estos últimos días. Y también los que compiten cada fin de semana y los que tiene que esperar al verano para ir a los Alpes, ya que, aunque son muy necesarios, los viajes a esas cumbres son limitados por culpa de la crisis, de la falta de recursos. «El esquí es un deporte caro», recuerda Pep Pujol, el entrenador del grupo con Willy Churruarin (un argentino de Bariloche que se enamoró de Catalunya). Ambos tienen la ayuda de Oriol Colomé. Y más que entrenadores, casi son sus tutores.

Becas y ayudas

Bajan las pistas a una velocidad endiablada, da igual la modalidad, se les riñe con cariño, pero con firmeza, cuando cometen errores de posición, cuando los entrenadores creen que los tiempos podrían ser mejores, porque ellos están becados para ser figuras, a la espera del dinero que nunca llega del Consejo Superior de Deportes (CSD), con el apoyo económico de la Federació Catalana d'Esports d'Hivern (la española está casi con telarañas en sus cajas fuertes) y con subvenciones del Conselh d'Aran y la Generalitat. «Pero también -explica Marta Jiménez, de 17 años, la mayor de las chicas, mientras los compañeros asienten con la cabeza- con la ayuda de nuestros padres, que pagan todos ellos una aportación mensual». Los chicos ni comen en casa, ni gastan en estudios o medicinas. Y así lo entienden (no hay otro remedio) las familias, que también se hacen cargo del material: esquís, botas y monos de competición. Las marcas comerciales del sector, por ahora, solo contribuyen con descuentos, que parece que ya es mucho en los tiempos que corren.

El desierto del pasado

«Y porque hasta ahora no había nada, o muy poco. Ellos son la base. ¿Por qué España en unos Juegos como los que ahora terminan en Sochi no tenía aspiraciones en esquí alpino? Pues porque no se trabajaba la cantera. En este grupo pueden salir hasta seis corredores con aspiraciones al máximo en un futuro, para competir con austriacos y suizos. Alguno ya podrá ir a los Juegos del 2018, a aprender; a los del 2022, a pensar en posiciones destacadas, entre los 15 mejores, y si no se estropean, en el 2026, con 28 años la mayoría, ya a aspirar a cosas serias, en un país como el nuestro, con estaciones de esquí, con kilómetros de pistas», expone Pujol, ilusionado con la calidad de sus muchachos.

Por eso se pasan las mañanas esquiando. «Por la tarde estudiamos, aunque la mayoría cursamos algunas asignaturas a distancia. Yo quiero comenzar el año que viene la carrera de Administración y Dirección de empresas», cuenta Joan Castell, de Manlleu, de 18 años. Y señala las pistas de La Molina. «La nieve es la pasión familiar. Mi padre vino una vez con la pandilla en autocar hasta aquí. A su lado, mientras esquiaba, se cayó una chica, y la ayudó a incorporarse. Así conoció a mi madre».

Unos afortunados

«Mis amigos de Aiguafreda -añade Toni Puig, de 17 años, subcampeón de España juvenil de eslálom- dicen que soy un afortunado. Hago el deporte que me gusta. Sé que tengo menos salida que si estuviera en La Masia (es profundamente culé, hasta lleva una sudadera del Barça). Pero hay que intentarlo porque sé que tengo opciones en un futuro de participar en unos Juegos». Y si es a algo más que sencillamente a participar, muchísimo mejor.

Añaden, seguro que mienten, que no se fijan en las chicas del grupo, que son solo «compañeras», que ellos han echado el ojo a las rivales, y hablan de las esquiadoras italianas. Lo cierto es que tienen prohibido trasnochar en Vielha. A las ocho de la noche, el día que no hay clase, ya  deben estar en el apartotel. Su mundo es el esquí, un deporte que obliga a madrugar. Días, como ayer, el despertador sonó a las seis de la mañana: viaje, esta vez sí, a Les Menuires, 3 Vallées, Alpes, en furgoneta, siete horas. Todo por un reto.