La clave

¿Quién debe salvar a un banco?

JUANCHO DUMALL

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El sector más desnortado de la izquierda aragonesa popularizó en los primeros años de los 70 un lema impagable: Riegos sí; pantanos no. Se trataba de un programa indiscutible: solo tenía beneficios para la población; ningún coste medioambiental, ninguna molestia. Es lo que más o menos queremos ahora a propósito de la crisis bancaria en Chipre. Hace unos años se instaló en la opinión pública española la idea de que había que dejar caer a los bancos y cajas que habían dado crédito sin cuento y, pésimamente gestionados, se veían abocados a la quiebra. ¿Por qué teníamos que pagar con nuestros impuestos el rescate de unas entidades conducidas a la ruina por unos consejos ineptos y tan generosamente retribuidos?

Nadie se acordaba entonces de los impositores. ¿Cuánto y cuándo hubieran cobrado los ahorradores que tenían su dinero en esas entidades malditas si no se hubiera producido el rescate? El Estado, antes de que cundiera el pánico, se apresuró a recordar que el Fondo de Garantía de Depósitos protegía los ahorros hasta los 100.000 euros por cuenta, pero quedó un vacío sobre qué ocurría con aquellos clientes que superaban esa cifra. Eso es lo que está ahora en juego con la directiva que la UE prepara tras el fiasco de Chipre.

Paga el contribuyente

Es muy injusto y peligroso para el sistema que a los ahorradores se les castigue -después de los accionistas y de los tenedores de bonos- por la insolvencia de la entidad en la que han depositado su dinero. Pero también lo es que para salvar esos ahorros, es decir, para salvar al banco, tengan que apechugar los contribuyentes a través de los presupuestos públicos.

Y es aquí donde hay que optar. Si queremos regar, tendremos que hacer embalses. Pero si abominamos de los pantanos, asumamos que los ríos no están regulados para nuestras necesidades. Podemos apiadarnos de los impositores chipriotas que ahora van a sufrir una quita. Como de los maltratados contribuyentes que tienen que sufrir recortes para que los bancos sean reflotados. La solución hubiera sido una correcta regulación bancaria en la zona euro. Pero para eso llegamos tarde.