La clave

Por favor, no vengan a Londres

@JuanchoDumall

JUANCHO Dumall

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Son de sobra conocidas las peculiaridades de los británicos. Conducen por la izquierda, celebran una apasionante jornada de fútbol cada 26 de diciembre -el célebreBoxing Day- mientras otras ligas sestean, reivindican por igual aShakespearey a los Beatles, y consideran que el continente europeo queda aislado cuando hay niebla en el canal de la Mancha. Ahora acaban de superarse a sí mismos en originalidad. El Gobierno deDavid Cameronva a lanzar una campaña publicitaria de desprestigio del país con el objetivo de frenar la supuesta llegada masiva el próximo año de rumanos y búlgaros, después de que se hayan levantado las restricciones para que los ciudadanos de esos países puedan circular y trabajar libremente en cualquier Estado de la UE, incluido el Reino Unido.

Mientras gobiernos europeos como el español tratan de reforzar su marca-país, los ingleses venden al mundo entero un mensaje en negativo. Si lo que quieren ustedes es trabajo, no vengan aquí; en este país todo es caro y el clima es infecto, vienen a decir. Cuando la prensa internacional publicó fotografías de incidentes violentos en las calles de Barcelona, cundió el pánico. Era una imagen horrible para un país eminentemente turístico. Pero los ingleses, en cambio, se han quitado los complejos de encima y no dudan en mostrar su cara más gamberra como elemento disuasorio.

Primero, los de casa

Cabe pensar que bajo la idea de esa insólita iniciativa publicitaria late cierto espíritu xenófobo, de rechazo de los trabajadores extranjeros, de miedo, en fin, a nuevas corrientes migratorias. Aunque Londres sea la capital más cosmopolita del planeta, el azote del paro tiende a exacerbar el sentimiento de que ante la escasez de puestos de trabajo, «primero, los de casa».

Sin embargo, hay otra manera de leer la campaña deanti-efecto llamada, que prepara el Gobierno británico. Se trata, sencillamente, de admitir que la vieja metrópoli está exhausta. Que Inglaterra ya no es una tierra de oportunidades. Más que una declaración de euroescepticismo, esta campaña es el reconocimiento del fracaso final del viejo imperio.