Terror en Escandinavia

Una alfombra de rosas

Homenaje 8Flores y banderas, con la isla de Utoya al fondo.

Homenaje 8Flores y banderas, con la isla de Utoya al fondo.

M. M.
OSLO

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Las verjas que cierran el acceso de los viandantes al centro devastado de Oslo en la calle Grubbegatta, lugar donde tuvo lugar la explosión el pasado viernes, están cubiertas de rosas desde hace días. Y pese a que, literalmente, ya no queda espacio para más ofrendas florales, versos o banderas noruegas, esta impersonal valla metálica continúa siendo, cuatro días después del doble ataque del viernes, lugar de peregrinación obligado para noruegos de todas las edades, clases u orígenes que pretenden de esta forma mostrar su repulsa a unos hechos que han traumatizado al pequeño e idílico país escandinavo.

A escasos metros, junto a la catedral, las ofrendas florales depositadas sobre el asfalto van ocupando también un espacio cada vez mayor, mientras el gentío reza o se abraza en silencio, una conmovedora escena que se repite ante el mismoStorting (Parlamento), en innumerables recodos de la capital y en todas las ciudades del territorio noruego sin excepción.

«Nunca había visto algo así; esta madrugada he ido a las 4.30 a comprar flores al mercado, y he tenido más suerte que en el 90% de las floristerías de Oslo»,que se están quedando sin existencias, admite Sezar Kayri, noruego de origen turco de 53 años, propietario de una floristería al aire libre en la neurálgica plaza Stortorvet, flanqueada por la catedral.«Ni siquiera con ocasión del 17 de mayo (fecha de la independencia de Noruega)había vendido tantas flores como ahora; no se puede comparar»,subraya, antes de admitir que ha encargado«más cargamentos de cara al fin de semana», porque cree que el fervor solidario ciudadano no se va a detener aún para entonces.

Mientras una ciudadana anónima intentaba colocar en posición visible una banderita noruega, Erik Brenna, de 44 años, admitía sorprenderse de su propia reacción de pesar y albergar sentimientos encontrados al aproximarse al lugar, escenario de una explosión que, todo apunta, no fue más que una maniobra de distracción para poder matar a placer a decenas de jóvenes acampados en la isla de Utoya.«Paso frecuentemente por esta calle; me podía haber pasado a mí», explica. Cuando sucedió todo, estaba en París y siguió los acontecimientos por televisión. Nada más regresar a su país anteayer, acudió a depositar una rosa al Parlamento noruego.

«Esto es excesivo; no quiero olvidar»,subraya.«Pensar que en mi país haya podido ocurrir lo que pasó en Oklahoma city»,suspira, con una mueca de incredulidad.