CENTENARIO DE UNA MATANZA
La traición de Obama a los armenios
El candidato Obama prometió reconocer el genocidio pero como presidente se niega a ello
Cuando la comunidad armenia de Jerusalén cuelga en la ciudad vieja carteles con el mapa del genocidio armenio, los judíos ultraortodoxos los arrancan o los pintarrajean escribiendo cosas como «mentirosos». Para un sector de la sociedad israelí, no hay más genocidio que el Holocausto, como si reconocer el tormento de otros rebajara el sufrimiento propio. Pero no es ese el motivo por el que ni Israel ni España o Estados Unidos se niegan a reconocer la tentativa turca de exterminar sistemáticamente a los armenios hace ahora un siglo. La razón fundamental es el deseo de preservar las buenas relaciones con Turquía, el segundo mayor Ejército de la OTAN y un actor esencial en Oriente Próximo.
Ese millón de muertos persigue ahora a Barack Obama como un fantasma. Siendo candidato a la presidencia en el 2008, el entonces senador por Illinois pidió el voto a la comunidad armenioamericana prometiendo utilizar la palabra «genocidio» si llegaba a la Casa Blanca. Más tajante se mostró dos años antes: «El genocidio armenio no es una alegación, una opinión personal o un punto de vista, sino un hecho ampliamente documentado y apoyado por un cuerpo abrumador de pruebas históricas». Pero han pasado siete años de aquella última promesa y Obama sigue sin cumplir.
El pasado jueves emitió un comunicado para conmemorar el centenario y una vez más la palabra mágica brillaba por su ausencia. «A partir de 1915, los armenios del Imperio Otomano fueron deportados, masacrados y conducidos hacia la muerte», dijo el presidente. «Su cultura y su herencia en su tierra ancestral fueron eliminadas». En esa misma declaración trató de justificarse afirmando que ha expresado de «forma consistente» su visión de lo ocurrido en 1915. «Mi opinión no ha variado».
Pero lo cierto es que su Administración ha trabajado activamente para impedir el reconocimiento del genocidio en el Congreso. Cuando uno de sus comités quiso tramitarlo en las dos cámaras, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton afirmó: «La Administración Obama se opone firmemente». Este negacionismo tiene su trascendencia política porque EEUU ha convertido prácticamente en un causus belli el rechazo del régimen iraní a reconocer el Holocausto judío. Aunque en este alarde de hipocresía no está solo. Al preguntarle una vez a expresidente de Israel, Shimon Peres, por qué no reconocía el genocidio armenio, contestó: «Yo no soy historiador».
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