Suiza también se blinda contra la ola de refugiados

Contabilización de votos en un gimnasio de Berna.

Contabilización de votos en un gimnasio de Berna.

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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La derecha xenófoba sigue ganando peso en Europa a costa de la crisis de refugiados que vive el continente y el domingo fue el turno de Suiza. En unas elecciones parlamentarias que han supuesto un radical giro político, el país alpino plasmó lo que ya pronosticaban las encuestas, castigó a los socialistas y se entregó al discurso populista y antiinmigración de la Unión Democrática de Centro (UDC-SVP). El partido ultraconservador se hizo con el control de 65 escaños, mejorando en 11 respecto a los últimos comicios, lo que a la vez supone el resultado más contundente en Suiza desde que se amplió el número de asientos a 246 en 1963.

«Sabemos cómo gestionar la masiva migración en Europa mientras que los otros partidos actúan como si no fuera un problema», aseguró el líder de la formación nacionalista, Tony Brunner. Aunque el bloque de derechas sigue casi intacto respecto a los últimos comicios generales, con un ascenso de solo el 1,5%, el sistema electoral les ha otorgado una mayor representación en escaños.

La UDC-SVP se hizo con el 29,4% de los votos, el mejor resultado del partido en los últimos 100 años. Aun así, para imponer su agenda, los ultraconservadores deberán negociar y pactar con la derecha liberal, que mantiene una posición menos agresiva contra los inmigrantes.

"SEGUIR LIBRES"

La victoria nacionalconservadora supondrá una mayor presión para frenar el flujo de extranjeros y reducir las concesiones de asilo. Hasta ahora el país ha aplicado un eficiente mecanismo elogiado por Angela Merkel que le ha llevado a ser un destino cada vez menos querido. Suiza no considera refugiados a los que huyen de guerras como la de Siria sin poder probar que han sido perseguidos y se les da- un estatus temporal con menos derechos.

A los que solicitan asilo de países balcánicos, considerados seguros, se les deporta y a cambio Suiza les ayuda económicamente. A los que tienen posibilidades de ser aceptados se les proporciona un abogado que asegure que el procedimiento que reciben es justo. La UDC rechaza de pleno esta garantía.

¿Cómo puede un país rico y con poca inmigración como Suiza dar alas a derecha dura? «Puedes ser rico y aun así tener miedo a perderlo todo», apunta Carsten Koschmieder, especialista en la ultraderecha del Instituto de Ciencias Políticas Otto Suhr. «No importa que haya pobreza o desempleo sino que exista el miedo a ser pobre o a perder el trabajo», añade. La UDC ha seguido los pasos de otros movimientos conservadores y xenófobos que también han ido ganando presencia en toda Europa y han centrado su discurso en esa supuesta invasión de refugiados, dejando en un segundo plano la economía. Su lema de campaña, «seguir libres», sigue esa línea.

DISGUSTO EN BRUSELAS

El número de inmigrantes en Suiza ha ascendido ligeramente en los últimos años hasta casi los 2 millones, lo que suponen casi una cuarta parte de la población, de 8,2 millones de ciudadanos. La mayor parte de los extranjeros residentes en el país provienen de la Unión Europea, sobre todo de Alemania, Portugal e Italia. Las cifras de refugiados del este del continente, de África y de Asia son una minoría y Suiza no se ha visto afectada por la crisis que ha golpeado más severamente a sus vecinos.

Quizás por eso, con imágenes de estaciones húngaras a reventar y de campamentos alemanes desbordados, el discurso xenófobo ha calado hondo. La ultraderecha ha sabido jugar con este aspecto. No hace falta estar realmente amenazado sino que se juegue con la sensación de estarlo y de que la llegada de gente de fuera trastocará su tranquilidad y el alto nivel de vida del que gozan los ciudadanos suizos.

Para el doctor en historia contemporánea Xavier Casals, «la realidad rompe una vez más el mito absorbido de los años 30 de que la ultraderecha se alimenta de los países afectados por la debacle económica».

La gestión de la que habló Brunner se basará en la reducción de derechos de los recién llegados, una política que no será nueva en el país pero que probablemente tomará un sendero más drástico y más difícil de negociar con la Unión Europea.

El 9 de febrero del 2014 Suiza aprobó con un referéndum popular la restricción a los flujos de entrada de extranjeros en el país, que también afectaba directamente a los ciudadanos europeos. Suiza es miembro del espacio Schengen de libre circulación y este gesto no gustó nada en Bruselas.

A pesar del aumento de cuota de poder de los conservadores en las cámaras suizas, la Comisión Europea (CE) no tardó en asegurar que «seguirá trabajando por unas relaciones bilaterales beneficiosas», según remarcó el portavoz comunitario, Margaritas Schinas.