El soldado más fiel

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RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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Al presentarse ante sus nuevos compañeros del Departamento de Estado, John Kerry les contó ayer una historia de la temporada que vivió en Berlín, donde su padre sirvió como diplomático en plena guerra fría. Un día, cuando tenía 12 años, el futuro senador de Massachusetts y candidato a la presidencia se adentró con su bicicleta en el sector soviético de la ciudad.«Había muy poca gente. Vestían con ropas oscuras. De algún modo iban con la cabeza agachada», les dijo a sus colegas.«Y cuando volví, sentí un enorme alivio y una gran lección sobre las virtudes de la libertad y los principios e ideales que guían nuestras vidas».

La elección de Kerry para reemplazar a Hillary Clinton al frente de la secretaría de Estado es una de esas apuestas sin riesgo. El exsenador de Massachusetts lleva toda la vida ligado de un modo u otro a la diplomacia. Primero, a través de su familia (su padre fue diplomático y su hermana y su mujer han trabajado para la ONU) y, después, a través de sus casi tres décadas como miembro del comité de Relaciones Exteriores del Senado, que presidió desde la llegada del Barack Obama a la Casa Blanca.«Creo que sería justo decir que pocos individuos conocen a tantos presidentes o primeros ministros o entienden nuestra política exterior tan bien como John Kerry», dijo el presidente durante su nominación.

Kerry no era la primera opción de Obama para suceder a Clinton, pero la renuncia de la embajadora ante la ONU, Susan Rice, a pelear por el cargo, dada la feroz oposición de la derecha por sus declaraciones tras el incidente de Bengasi, le dejó el puesto en bandeja. Los republicanos aplaudieron su nominación, como demuestra que solo tres de ellos votaran en el Senado en contra de su designación, donde obtuvo 94 votos a favor.

De algún modo, Obama le ha devuelto así el favor que le hizo allá por el 2004, cuando durante su campaña presidencial contra George Bush, Kerry invitó a aquel desconocido senador a dar el discurso clave en la convención de Boston, el que sería el punto de inflexión de su carrera. Pero también había hecho méritos durante estos últimos cuatro años. Obama ha recurrido a Kerry como embajador de circunstancias en algunos de los momentos más peliagudos de su mandato.

Tuvo que viajar, por ejemplo, a Pakistán para evitar una ruptura de las relaciones diplomáticas después de que los militares y el Gobierno paquistaní reaccionaran agraviados al asesinato de Bin Laden en su territorio. Suyas también fueron las gestiones para lograr que Hamid Karzai convocara elecciones en el 2009.

Kerry combatió en Vietnam, una guerra a la que se presentó voluntario después de estudiar Derecho en Yale. Habla francés y en su currículo, hay pocas declaraciones altisonantes o posturas que se salgan de la línea diplomática oficial. Pero ahora es su momento para pasar a la historia, así que habrá que ver si cambia la cauta ambigüedad que le ha caracterizado estos años por un estilo más firme. Su gran ventaja es que nadie tendrá que contarle quien es Binyamin Netanyahu o Bashar al Asad. Los conoce perfectamente y se lleva bien con ellos.