ALERTA EN UN PAÍS NORTEAMERICANO
México oculta la chikungunya
El Gobierno mexicano minimiza la epidemia y la maneja como si fuera secreto de Estado
A Claudio le picó un mosquito 'aedes aegypti' a principios de agosto y aún anda doblado por los dolores. Tras una medicación cuando menos dudosa, en el seguro han acabado por diagnosticarle una artritis reumatoide impensable en ese mocetón campestre que lidia con un negocio en una zona tropical del este de México. Cerca, Julián, de 5 años, no ha podido ni inaugurar su primero de primaria, que empezó aquí hace casi un mes. «Me duele mucho», musita en medio de una familia cuyos seis miembros han sido víctimas de esos «piquetes de mosco» que están enfermando a todo el litoral tropical mexicano. Es la chikungunya.
El Ministerio de Salud reconoce casi 6.000 casos en el país, pero una vuelta fuera de la capital y la meseta muestra un panorama de dolores que confirma comentarios: «Si es que tiene los datos, el Gobierno mantiene el caso como un secreto de Estado». Los afectados deben ser ya decenas de miles. Algunos expertos confirman ese extremo al tiempo que predicen que la enfermedad se extenderá aún más, con los mosquitos tigre, o jaguar, en medio de esta temporada de lluvias. Según las cifras oficiales, más o menos recortadas por los gobiernos, en Latinoamérica son ya casi millón y medio los afectados.
«Es cuestión de tiempo que todo el país, con excepción de las zonas frías, se vea afectado por el mal», reconoce Pablo Kuri, subsecretario de Prevención y Promoción del Ministerio de Salud. Las primeras muertes conocidas provocan el estado de emergencia en Guerrero; a Acapulco lo fumigan desde el aire. Aún más al sur, Oaxaca se lleva la palma: en distintos pueblos, sobre todo en las zonas más calurosas del istmo de Tehuantepec y la cuenca del Papaloapan, los vecinos claman que «ocho o nueve de cada diez paisanos» sufren «fiebre, jaqueca, náuseas y ese insoportable dolor en articulaciones y músculos» característicos de la chikungunya.
ALDEAS PARALIZADAS
«La enfermedad te tira», dicen, «nadie puede trabajar en familias y familias enteras», «hay muchas aldeas paralizadas», «no saben con qué medicarnos». Las autoridades oaxaqueñas organizan «jornadas de prevención y contención del dengue y la chikungunya», pero niegan la evidencia. El flamante ministro estatal de Salud, Héctor González, asegura incluso sin empacho que el culpable no es el mosquito tigre, sino el alcohol: «A muchos les da dolor de cabeza y cuerpo y les dicen que es chikungunya y no: lo que tienen es cruda, resaca; así de fácil».
En el Ministerio de Salud andan desviando alertas. No menos grave, la noticia que escandaliza hoy al país es que los 72 millones de condones que repartía a los centros de Prevención y Control del VIH/sida y de Equidad de Género y Salud Reproductiva, como principal estrategia de prevención de embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, se reducirán este año en casi una tercera parte, a 50 millones. «Y el pinche mosquito -dicen los mexicanos- sigue chingando».
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