La vigilia del conflicto

¿Leones guiados por burros?

Un soldado alimenta a otro herido, durante la batalla de Ypres.

Un soldado alimenta a otro herido, durante la batalla de Ypres.

XAVIER CASALS
Historiador

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La Gran Guerra causó 5.509 bajas diarias de media, tuvo sangrientas jornadas (el 22 de agosto de 1914 perecieron 27.000 soldados franceses) y sus batallas fueron catastróficas (Verdún dejó 714.000 bajas). Tales pérdidas plantean una pregunta importante: ¿Obedecieron a la incompetencia de los altos mandos militares? Las altas cifras de víctimas se explican porque en 1914 el universo bélico había cambiado de modo profundo. La guerra de Crimea (1853-1856) ya marcó un hito por sus innovaciones y mortandad (750.000 hombres). Según el historiador Orlando Figues, el asedio de Sebastopol comportó 120 kilómetros de trincheras, 150 millones de disparos y 5 millones de bombas y obuses.

Apenas una década después, según apunta el también historiador Michael Howard, las victorias alemanas de 1866 contra Austria (Sadowa) y de 1870 contra Francia (Sedan), mostraron la importancia de desplegar grandes contingentes de tropas mediante el ferrocarril y el telégrafo. La introducción del servicio militar obligatorio y universal en tiempo de paz facilitó asimismo esta amplia movilización. Ahora un solo general ya no podía dirigir batallas.

ARMAS NUEVAS / El armamento evolucionó igualmente. Desde 1900, los ejércitos tenían fusiles cuyo alcance podía ser de 2.000 metros y las ametralladoras podían efectuar de 450 a 600 disparos por minuto. Con la Gran Guerra irrumpieron armas nuevas (tanques, lanzallamas, gases) y los submarinos y aviones ganaron protagonismo mientras la caballería quedó eclipsada. El conflicto reflejó así el tránsito de la guerra del siglo XIX al XX.

En este escenario, aplicar tácticas anticuadas podía provocar miles de víctimas. Por ejemplo, el mariscal francés Joseph Joffre promovía ofensivas de desgaste para dar «mordiscos» al enemigo. Tales ideas desesperaban a compañeros suyos, como el general Émile Fayolle: «'¡Atacar, atacar!', se dice fácilmente. Pero valdría lo mismo tirar a puñetazos un muro de piedras talladas... ¡A sus ojos la única manera de triunfar es haciendo que muera todo el mundo!», anotó. De hecho, ambos bandos hicieron sacrificios estériles: en Ypres cientos de soldados alemanes que eran estudiantes apenas preparados perecieron en 1914, en un dramático episodio conocido como der Kindermord bei Ypern (la matanza de los inocentes de Ypres).

¿Hubo, pues, altos mandos incompetentes? El historiador Peter Hart lo refuta en su reciente obra La Gran Guerra. Considera que no fueron incapaces, sino que tuvieron dificultades al enfrentarse a armas «en continua evolución entre el ataque y la defensa». Pero la contienda quizá pudo ser más previsible. Lo testimonia La Guerre Future, un visionario y difundido análisis de Ivan Bloch sobre los conflictos futuros publicado en 1899. Bloch anticipó muchos de sus aspectos, como las implicaciones de su magno coste (que los haría prohibitivos y podría causar revoluciones si duraban) o la dificultad de realizar ofensivas (por ser más poderosa la defensa que el ataque).

Es difícil, pues, valorar hasta qué punto se cumplió en la contienda el adagio de la infantería británica que alude a «leones [soldados] guiados por burros [generales]» (Lions led by donkeys), una polémica que parece destinada a perdurar.