ATENTADO YIHADISTA EN LA CAPITAL TUNECINA

"Le lavaron el cerebro"

La familia del asesino de la pareja de jubilados catalanes abatidos en Túnez asegura que nunca manifestó «una idea radical» Yassine, de clase media, era licenciado en literatura francesa

Recuerdo a las víctimas 8 Asistentes a la misa celebrada por los turistas fallecidos en Túnez, en la Catedral de San Vicente de Paul, ayer.

Recuerdo a las víctimas 8 Asistentes a la misa celebrada por los turistas fallecidos en Túnez, en la Catedral de San Vicente de Paul, ayer.

BEATRIZ MESA / TÚNEZ

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La descripción que hace la familia de Yassine, de 26 años, el asesino de la matanza de 21 turistas en el Museo de Bardo, el mismo que subió al autobús del párking y disparó contra la pareja catalana de jubilados, no corresponde al perfil de un extremista religioso, ni siquiera al de un salafista o yihadista. En casa no tenía discurso religioso ni político. Era más bien un hombre solitario que mataba el tiempo en internet. Aquí comenzó su propio suicidio. Pasaba horas enteras en las redes virtuales. «Pudo ser reclutado mediante las redes sociales porque cuando no trabajaba permanecía en casa, siempre muy tranquilo, y nos ayudaba en todo. En los días de fiesta se levantaba muy tarde», describió Wided, rota de dolor, por la muerte de su hermano y, en especial, por haber sido uno de los dos autores de la masacre del Bardo, en nombre de la yihad global.

«¡La primera víctima de este atentado es mi hermano! ¡Era un chico muy generoso, buena persona, querido por todo el barrio», se lamentó la joven. El asesino procede de una familia de clase media, en la que ningún miembro está desempleado. Su madre trabaja como cuidadora de bebés, su padre en la seguridad privada y sus hermanos, también en el sector privado. Todos con estudios superiores y un dominio exquisito del francés, incluido Yassine, licenciado en literatura francesa en la Universidad de Túnez. Quién podía imaginar que el idioma colonial en el que crecería se convertiría, pocos años después de obtener su título, en un objetivo para atacar. «Nosotros no somos pobres. Todos trabajamos y vivimos muy bien, como puede observar. Mi hermano es una muchacho manipulado por esos reclutadores que le han mentido con historias del islam y el paraíso», llora incesantemente su hermana.

ESTIGMATIZADOS

Le arropan otro hermano, primos y vecinos. Una carpa blanca instalada en el exterior de la casa acoge a los vecinos y familiares que llegan unos tras otros para expresar las condolencias a la familia de Yassine, estigmatizada para siempre por la mancha de un joven fiel a la estructura del mal llamado Estado Islámico. «¿Pero cómo, cuando y de qué manera? ¡Ha sido un lavado de cerebro tremendo! Mi hermano nunca manifestó una idea radical. ¡Era un borracho, Dios, un borracho, y fumaba cigarros», se suma a los gritos de indignación el hermano mayor del terrorista, Haled, al tiempo que muestra su foto: «Mira qué guapo», dice.

Entre los primos y la familia directa de Yassine se discute a la desesperada sobre el posible click que torció la mentalidad del joven tunecino. Buscan respuestas en balde. «Lo único que vimos en él fue que el pasado año abandonó el alcohol y se dejó la barba cuando uno de sus mejores amigos se quedó huérfano de padre y madre. Pero nada más. Era un musulmán trabajador, corriente, con una vida simple», añadió Haled. Los padres toman asiento alrededor de sus hijos para apoyar una idea: «Nuestro niño no es un terrorista. También es una víctima. Lamentamos las muertes de los españoles. Lo sentimos de corazón. Esos del Daesh son la peste, la peste del mundo, acabando con nuestros hijos. Yassine, por desgracia, no es el único», explican.

Todo el barrio de Ibnkhaldoun, en las afueras de la capital, de donde procede el asesino, se ha volcado desde el pasado miércoles con la familia de Yassine. A cada momento se acerca un vecino de la zona residencial Amena para expresar el pésame y dar calor a una familia que vive bajo la presión policial y el foco mediático desde el día de la masacre, una jornada que ha transformado para siempre la vida de los Laabidi, el apellido del terrorista del Bardo. «Mi hermano tenía incluso varias prometidas. Una de ellas trabajaba con él. Yassine y yo trabajábamos en la misma empresa. Mi jefa me decía que yo tenía que ser como él, correcto y disciplinado», continúa la hermana, de perfil laico. «Mira, yo siempre visto como tú, con pantalón y sin velo. Y, de vez en cuando, Yassine me decía que una buena musulmana no es solo aquella que hace las plegarias, sino también la que se oculta bajo una ropa tradicional y el velo, pero me lo comentaba sin que sonara a una amenaza o en tono agresivo», continúa Waded. A lo que añade: «Además, ¿tú crees que un radical con barba larga va a llevar en una moto a una mujer como yo? Mi hermano siempre me conducía en su escúter».Estupefacción y terror sienten los hermanos de Yassine cada vez que visualizan el vídeo de él, provisto de un arma. «¿Mi hermano entrenado en Libia?, ¡Pero si nunca viajó! Solo se marchó 21 días a la ciudad industrial de Sfax, antes de empezar a trabajar conmigo en mi empresa de servicios, y allí estuvo trabajando en un restaurante. Lo curioso es que cuando regresó de Sfax, en diciembre del 2014, se quitó la barba», revelan.

Desde entonces, Sfax representa un enigma. Se rasuró tres meses antes de cometer el atentado terrorista. «Ya estaba preparándose, posiblemente para evitar que le señalaran como un potencial extremista», piensan sus dos hermanos, que ayer terminaron las gestiones para enterrar hoy el cuerpo. «Se hará un entierro siguiendo el rito musulmán. Yassine será llevado hasta la mezquita para realizar la oración del muerto y de ahí al cementerio», concluyen.