Las mujeres, el eslabón más débil de las guerras

MÉXICO Delfina de la Cruz, una activista femenina en el conflicto de México, donde la violencia es indiscriminada.

MÉXICO Delfina de la Cruz, una activista femenina en el conflicto de México, donde la violencia es indiscriminada.

MARC MARGINEDAS / BARCELONA

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Sucedió en Afganistán, durante la semana que  está apunto de acabar. Un grupo de afganas, indignadas por el trato recibido por Farjunda, una joven linchada por una turba de hombres bajo la acusación de haber quemado un ejemplar del Corán, el libro sagrado de los musulmanes, decidieron llevar a hombros, por las polvorientas calles de Kabul, el féretro de la difunta, desafiando a la tradición, que considera que semejante tarea funeraria está reservada a individuos del sexo masculino.

Se trató de un acto más de resistencia de un colectivo que, pese a la sucesión de traumas bélicos que ha venido acumulando en los últimos decenios -invasión de las tropas soviéticas en 1978, guerra civil entre los señores de la guerra en 1992, instauración del régimen de los talibanes en 1996 y ocupación internacional del país en el 2001- da pruebas de enorme vitalidad, como lo demuestra la masiva asistencia de estudiantes de sexo femenino a las diferentes universidades de Kabul o la numerosa presencia de diputadas en instituciones como el Parlamento, lugares reservados hasta hace bien poco a los varones.

Las guerras, señalan las oenegés especializadas en conflictos, vulnerabilizan a las mujeres, las hacen más susceptibles a sufrir abusos sexuales, violaciones, a padecer enfermedades psicológicas, a enfrentarse a embarazos con mayor riesgo de complicarse, a asumir roles familiares reservados tradicionalmente a los hombres. Pero en ocasiones, también pueden, según indican las mismas fuentes, llegar a potenciar cambios sociales de calado en un determinado país, promocionando el papel de las mujeres, después de que estas hayan tenido que realizar papeles y tareas realizadas por individuos de sexo masculino, que en muchos casos se hallan ausentes del hogar familiar y de la retaguardia.

La atención a las mujeres inmersas en situaciones de conflicto constituye «uno de los pilares» de los proyectos de la oenegé Médicos sin Fronteras, ganadora del premio Nobel de la Paz en 1999. «En los contextos en los que MSF está presente, la mujer como paciente es extremadamente vulnerable, por el hecho biológico de ser mujer y por la desigualdad en que las mujeres viven en la mayor parte del mundo», advierte la organización en un comunicado.

En el año 2013, MSF atendió 182.000 partos, realizó 18.000 cesáreas, trató a 11.000 supervivientes de violencia sexual, llevó a cabo 16.000 consultas para la prevención del VIH, y gestionó 340.000 consultas prenatales. Todo ello ha llevado al organismo a proclamar con orgullo que la «mortalidad materna» en los centros que ha desplegado «es muy baja», y es equiparable «a los estándares europeos».

«Las mujeres y las niñas sufren desproporcionadamente en los conflictos; son objetivo como táctica de guerra; la violación y los abusos sexuales han sido identificados como tácticas de guerra, con el objetivo de debilitar a las familias y quebrar el tejido social de comunidades y sociedades», concluye, en la misma línea argumentativa, CSDRC, un conglomerado de laboratorios de ideas, institutos de investigaciones y consultorías del ámbito humanitario con base en Birmingham (Reino Unido).

SIRIA Y CENTROÁFRICA / El pasado mes de julio, expertos de la ONU en Ginebra estudiaron de cerca dos de los conflictos contemporáneos en los que las mujeres se encuentran más expuestas a la violencia de todos los bandos: la República Centroafricana y Siria. En el primer caso, un panel compuesto por seis miembros nombrados por el Gobierno transitorio describió casos de «matrimonios forzados, esclavitud sexual, violación y otras formas de violencia sexual contra mujeres» perpetrados por «combatientes armados y civiles», en una atmósfera de «impunidad».

En el conflicto de Siria, los expertos de la ONU se mostraron especialmente inquietos por los ataques contra las «poblaciones civiles» y la negativa a que estas reciban ayuda humanitaria», abusos cometidos por «todas las partes en conflicto». También suscitó preocupación la nueva Constitución aprobada por el régimen de Bashar el Asad, que «pone a las mujeres bajo la autoridad religiosa», al tiempo que se inquieta por problemas como «el tráfico y la explotación» de las mujeres.

En la guerra que se desarrolla en la República Democrática del Congo, según denuncia MSF, la violación se ha convertido en un  hecho «normalizado» hasta el punto de que miembros de la ONU han llegado a afirmar que, en ese conflicto «es peor ser mujer que ser soldado».  En el periodo entre el 2007 y el 2012 se llegaron a atender en los centros de salud regentados allí por MSF un total de 34.372 mujeres supervivientes de violencia sexual. La resolución 1820 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas considera un «crimen de guerra» y un ·»crimen contra la humanidad» la violación y  otras formas de abusos sexuales.

Los conflictos armados constituyen un trauma para los civiles, pero también, según coinciden cooperantes y oenegés, pueden constituir una oportunidad para impulsar cambios sociales  que alivien la discriminación que padecen las mujeres en muchos partes del mundo. «Las mujeres a menudo se convierten en cabezas de familia durante las guerras; ellas, junto con las niñas, aprenden nuevas capacidades y ayudan a que las tareas de mantenimiento de la paz y a reconstruir las economía local», sostiene GSDRC, quien, advierte que, en ocasiones, los cambios «no se consolidan» y las sociedades vuelven a sus fórmulas tradicionales.

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