ESCÁNDALO EDUCATIVO EN GRAN BRETAÑA

Islamistas en la escuela

BEGOÑA ARCE
LONDRES

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Sara Hewitt-Clarkson es la directora de un colegio público en Birmingham. El centro está situado en un vecindario mayoritariamente musulmán. Su misión es hacer cumplir el programa educativo del Gobierno tal y como marca la  ley. Una ley que prohíbe la incitación al odio racial, la discriminación o la segregación en las escuelas. La suya, Anderton Park Primary School, con 700 alumnos, está en el centro del escándalo conocido como Operación Caballo de Troya y que ha traído de cabeza al Gobierno en los últimos meses. Se trataría de un complot de elementos radicales islámicos, infiltrados en algunos centros escolares, para imponer los dictados del islam en la educación de los niños.

Hewitt-Clarkson se hartó de presiones el día que el padre de un alumno de origen paquistaní le vino a decir que sus hijos no debían jugar con compañeros blancos y cristianos, a los que debería expulsar porque así lo quería la comunidad musulmana del barrio. También criticó que ella, una mujer, estuviera ocupando un puesto que le correspondería a un hombre. La directora  denunció el caso a la policía. Por desgracia, no  se trataba de un incidente aislado.

Más de 200 quejas

El Ayuntamiento de Birmingham  había recibido en los últimos años en torno 200 quejas relacionadas con presiones de individuos y grupos islamistas, en una veintena de centros escolares. Quejas que habían caído en saco roto hasta que el pasado mes de marzo la unidad antiterrorista de la policía decidió a investigar una carta anónima cuyo contenido fue revelado por la prensa y en la que se aludía a esa Operación Caballo de Troya.

La misiva explicaba las instrucciones a las familias musulmanas para hacerse con el control de varias escuelas y alentaba a los padres de los alumnos de esa religión a enfrentarse con la dirección en colegios en los que «se corrompe a sus hijos con educación sexual, enseñanza sobre los homosexuales, se hace rezar a los niños oraciones cristianas o asistir a clases mixtas de natación y deporte».

La inspección de la Oficina para los Estándares en Educación (Ofsted) llegó a la conclusión, después de investigar 21 colegios de Birmingham, de que en cinco de ellos la gestión estaba siendo «inadecuada». En esos centros, un grupo minoritario, pero pujante e intimidatorio, ha manipulado los planes de estudios oficiales. En algunos casos se ha prohibido cualquier clase de música o de teatro. La enseñanza de lenguas extranjeras se ha reducido al urdú y al árabe.

También se ha vetado la celebración de los festejos cristianos, pero se han impuesto los rezos musulmanes del viernes. En las lecciones de ciencias se han empezado a enseñar teorías creacionistas. Hablar de asuntos como matrimonios forzosos, mutilación de los órganos genitales femeninos, la píldora o los preservativos ha quedado totalmente prohibido.

Una de las denuncias presentadas versa sobre varias alumnas que vieron cancelada su clase de tenis porque el instructor era un hombre. En otra de las quejas por racismo, unos padres musulmanes pidieron a los profesores que un niño blanco que acaba de ser admitido fuera puesto «aparte del resto de la clase o, en caso contrario, que fuera expulsado».

Años de laxitud

El informe encargado al antiguo jefe de la unidad antiterrorista, Peter Clarke, reconoce que en la ciudad de Birmingham se han hallado pruebas de «actos coordinados, deliberados y persistentes para introducir un espíritu islamista intolerante y agresivo en ciertas escuelas de la ciudad».

El informe también acusa a las autoridades locales de haber ignorado durante años las pruebas de extremismo y las quejas de docentes amedrentados. Los inspectores han comenzado a visitar otros colegios en  ciudades como Bradford, Luton y el barrio de Tower Hamlets al este de Londres.