CONFLICTO EN ORIENTE PRÓXIMO

Hartazgo de la ocupación

Violencia 8 Una policía israelí, junto al cuerpo de un palestino abatido después de un apuñalamiento, ayer.

Violencia 8 Una policía israelí, junto al cuerpo de un palestino abatido después de un apuñalamiento, ayer.

ANA ALBA / JERUSALÉN

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En Palestina e Israel hay un conflicto permanente. Desde que se creó el Estado de Israel, hace 67 años, ha pasado por guerras y levantamientos con nombre propio y amplios periodos sin más etiqueta que la de una vida cotidiana en la que se convive con violencia y represión.

Unos palestinos hablan ahora de tercera intifada. Otros subrayan que la espiral de ataques, protestas y brutalidad militar y policial que desde el 1 de octubre se ha cobrado 31 muertos -27 palestinos y cuatro israelís- y más de 1.000 heridos -23 israelís- es otro pico de violencia cíclica causado por la ocupación israelí. En Jerusalén, hubo ayer cuatro apuñalamientos de palestinos a israelís que acabaron con tres atacantes muertos y cuatro israelís y dos agresores heridos.

«Ahora no hay un movimiento organizado ni una intifada, pero puede llegar a serlo, esto puede ser un período de prueba. Que continúe o no dependerá del sentir de la gente; no valen las predicciones», comenta Mohamed Jatib, miembro del Comité de Coordinación de la Lucha Popular contra la ocupación israelí.

«El efecto psicológico que pesaba en la generación de [el presidente palestino] Mahmud Abbás ha desaparecido. Los jóvenes han perdido el miedo;, no tienen esperanza y quieren un cambio. Ven que hay otra vida en el mundo y quieren vivirla, pero los israelís se lo impiden», indica Jatib.

El analista palestino independiente Omar Barghouti opina que «la ola de amplia resistencia popular palestina, sea una intifada o no, indica que una nueva generación de palestinos está dispuesta a descolonizar su mente y a reavivar la esperanza del pueblo por la libertad, la justicia y la auto-determinación».

«No tenemos miedo a morir, queremos hacer algo por nuestro país, tener una vida mejor. Esto sí es el principio de una intifada en la que lucharemos con piedras, como en la primera», señala Abdulrahman, un chico de 15 años de Belén que protesta contra la ocupación israelí.

Barghouti cree que «la represión y las violaciones de los derechos humanos de Israel alcanzan nuevos niveles y su impunidad le permite seguir su régimen de ocupación, colonización y apartheid».Jatib apunta a la violencia de los colonos israelís contra palestinos (asesinatos incluidos), el aumento de visitas de extremistas judíos a la Explanada de las Mezquitas, en la Ciudad Vieja de Jerusalén -donde está la mezquita de Al Aqsa, tercer lugar más sagrado para el Islam- y las irrupciones de la policía israelí en el recinto «para proteger» a los visitantes judíos.

La Explanada -que los musulmanes llaman Noble Santuario y los judíos Monte del Templo porque allí sitúan a sus templos destruidos- está abierta a todas las confesiones, pero el rezo se reserva a los musulmanes.

Jatib dice que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) «no impide los disturbios». «Las protestas populares son demasiado fuertes para que las repriman las fuerzas de la ANP, que fueron diseñadas, según los acuerdos de Oslo, como subcontratante de la ocupación. Tiene muy poca credibilidad entre los palestinos», afirma Barghouti.

ENCUESTA

Una encuesta del Centro Palestino para la Política y la Investigación del mes pasado muestra que el 65% de los palestinos quiere que Abbás dimita. El 30 de septiembre, en su discurso en la Asamblea General de la ONU, Abbás advirtió de que los palestinos no podían comprometerse más a respetar los acuerdos de paz de Oslo (1993), si los israelís seguían violándolos.

«No somos los guardianes de la ocupación y las fuerzas palestinas no van a impedir que la gente se exprese», recalca Isa Qaraqe, jefe de la Comisión de Asuntos de Prisioneros palestinos. «Israel tiene que controlar a sus colonos, mientras no lo haga, los palestinos se defenderán», añade Qaraqe.

«No sabemos si esto acabará siendo la tercera intifada, pero si lo es, nos habrá venido impuesta. La ocupación nos hace la vida imposible», cuenta Um Mohamed, una madre de familia de Beit Yala.