En contra

Gimnasia constitucional

PERE VILANOVA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En 1991, en el curso de un viaje de trabajo por Chile y Argentina, varios colegas politólogos nos hicieron notar un hecho insólito: por primera vez en décadas, toda Sudamérica -dejando por el momento de lado América Central—estaba gobernada por ejecutivos civiles, surgidos de elecciones competitivas y abiertas. Se cerraba así un largo ciclo continental en el que las formas de gobierno oscilaban entre ciclos de gobierno civil inestable y golpismo militar puro y duro. En estos últimos 20 años, se ha confirmado la supremacía de las formas civiles de gobierno (aunque en origen algunos mandatarios hayan vestido el uniforme, comoChávez), pero sus anomalías -según los estándares básicos del Estado de derecho- se han expresado de formas diversas, y acaso más difíciles de evaluar. Desde el caso deFujimori al de la señoraKirchner, pasando por algún pintoresco presidente en Ecuador y sobre todoChávez, en general aludimos al «populismo»como atajo para designar este fenómeno: hay elecciones, son básicamente competitivas, no se sabe el resultado de antemano, casi siempre son certificadas por misiones de observación internacional, pero van acompañadas de «prácticas discutibles» del Gobierno.Chávez empezó como militar golpista (en 1999) pero superó por méritos propios un golpe en su contra (2002). Por tanto, partamos del hecho de que ganó las últimas elecciones y de que tiene una base electoral estable. Ha completado tres mandatos presidenciales sucesivos, aunque en algunos de ellos el grado de violencia política en campaña electoral fue de escándalo (fenómeno que ha ido de mayor a menor desde 1999 hasta hoy, todo hay que decirlo). Todo ello hace más criticable e inaceptable el actual ejercicio de gimnasia constitucional de sus propios partidarios. Hasta donde sabemos, la Constitución establece dos supuestos: el de «falta» temporal y el de «falta definitiva o total» (es decir: incapacitación temporal o total), así como un detallado mecanismo temporal de regencia del cargo presidencial en manos del presidente del Parlamento. Que ahora este mismo Parlamento y la máxima judicatura del Estado (la sala Constitucional del Supremo) se invente la «interpretación» de que todo esto son «formulismos», como siChávezno estuviese como está y dónde está, es chocante. Que la procuradora general (fiscal general) de la República,Cilia Flores, apoye públicamente esa interpretación, siendo la esposa del vicepresidenteMaduro,también. Es decir, más allá de los debates sobre la ideología del chavismo, su retórica historicista-bolivariana, o sus extrañas alianzas con el Irán deAhmadineyad(todo vale), este género de contorsiones constitucionales, además de innecesarias -la oposición no tomará el poder entre tanto-, son lo que aquí llamamos «tirar piedras contra el propio tejado». El derecho constitucional merece ser tomado en serio, sobre todo y particularmente cuando las circunstancia de la vida lo ponen a prueba.