PERFIL

Ganador sí o sí

ALEX SALMOND. El dirigente nacionalista ha llevado el movimiento independentista a su momento más dulce

Relajado 8Alex Salmond, ayer, antes de votar, posando en el exterior de su casa de Strichen.

Relajado 8Alex Salmond, ayer, antes de votar, posando en el exterior de su casa de Strichen.

MARTA LÓPEZ
EDIMBURGO

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Tranquilo. Votó tranquilo ayer el normalmente temperamental primer ministro Alex Salmond, que desde niño empezó a soñar con una Escocia independiente, y que ayer, rodeado de prados y ovejas en su localidad de Strichen (este de Escocia), sentía cerca. A un puñado de votos.  Al alcance de la mano.

Votó Salmond con la tranquilidad del hombre que suele acabar bien en las afrentas. Ganó en el 2007 contra pronóstico y, cuando las encuestas casi aventuraron su derrota en el 2011, logró una mayoría absoluta. Ayer, ya salió a la carrera como caballo ganador: nunca el apoyo a la independencia se ha movido en unos niveles tan altos y antes de empezar la partida ya había conseguido nuevos poderes autonómicos para Escocia.

Yes Scotland no es el Partido Nacional Escocés (SNP) que él lidera. Es cierto que se trata de un movimiento civil de amplias bases sociales pero que nunca habría arraigado sin el tirón personal de Salmond y el órdago que le echó al primer ministro británico, David Cameron. Combativo, histriónico a veces, pero hábil y de verbo fácil, gusta o no gusta, pero no deja indiferente. Y si se pone todo en una balanza, pesa más su popularidad.

Salmond nació en 1954 en la ciudad escocesa de Linlithgow, hijo de una madre conservadora y un padre laborista, mayoría entre los votantes de esa región. Ya de niño, cuando sentado en el regazo de su abuelo empezó a saber de las batallas épicas entre Escocia e Inglaterra, empezó a coquetear con la independencia. Se licenció en Económicas e Historia en la elitista Universidad de St. Andrews, donde abrazó para siempre el nacionalismo. Siendo todavía estudiante se unió al SNP, en 1973. Compañeros universitarios recuerdan todavía al joven Salmond haciendo campaña puerta a puerta por la independencia cuando esa idea era una quimera.

Durante los años 80, Margaret Thatcher y sus políticas alimentan el nacionalismo y dieron combustible al ala más izquierdista del SNP, a la que pertenecía Salmond, que en 1987 resultó elegido diputado en Westminster, donde por primera vez defendió «el derecho de Escocia de determinar su destino político». Sus palabras no cayeron en saco roto en una Escocia que afrontaba entonces la desindustrialización salvaje y las políticas antisociales de la dama de hierro.

En 1990, Salmond fue elegido líder del SNP y, tras la victoria arrolladora del Partido Laborista de Tony Blair en las elecciones británcias de 1997, se erigió en el combativo abogado de la devolution de las instituciones escocesas, conduciendo al SNP a aceptar la autonomía como un paso hacia la independencia. Costó que aquella decisión la tragara el partido, temeroso que supusiera un golpe mortal a la autodeterminación.

En el 2000, un año después de los primeros comicios escoceses, en los que el SNP logró 35 diputados, Salmond dimitió de forma inesperada. Al irse, escribió una nota: «Estoy absolutamente convencido de que el SNP ganará las próximas elecciones y llevará a Escocia a la independencia». Mientras tanto, él en Wesminster se alzó en una de las voces más críticas contra la guerra de Iak.

La reelección

Pero en el 2004, los nacionalistas bajaron a 27 escaños. Un año más tarde, Salmond fue reelegido al frente del partido y en el 2007 llevó al SNP al Gobierno de Escocia con la promesa de celebrar un referéndum independentista. Promesa cumplida  siete años después.

Ahora, Salmond promete prosperidad a una Escocia independiente que se financiará con el petróleo del mar del Norte y respeto a la corona. Pero no todos le quieren. Una cosa es la independencia y otra es Alex Salmond.

«Ha hecho la revolución, ahora busquemos a otro», afirma un joven en la calle.