La guerra del petróleo

El 'fracking', los nuevos productores y el desarrollo de China dibujan un orden energético mundial cambiante

Imagen de una refinería petrolera en Doha.

Imagen de una refinería petrolera en Doha.

ROSA MASSAGUÉ
BARCELONA

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En los 12 meses que van de junio del 2013 a mayo del 2014 el precio del barril de petróleo estaba alrededor de 109 dólares. Al mes siguiente, superó los 114 dólares. Ahora se ha derrumbado hasta situarse ligeramente por encima de los 70 dólares. Esto es una guerra y como todas las guerras tiene vencedores y vencidos, aunque la batalla definitiva no se adivina en el horizonte. Lo que sí está claro es quienes, hoy, son los perdedores: RusiaVenezuela e Irán.

No es casualidad que los tres países estén enemistados --los dos primeros ahora mucho más que el tercero-- con EEUU y con Arabia Saudí. Pero tampoco las relaciones entre estos dos pasan por su mejor momento gracias precisamente al crudo.

Las causas

La repentina caída del precio tiene dos grandes motivos. Uno está en las erróneas previsiones. La crisis ha reducido el consumo mientras que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha producido más de lo que necesitaba el mercado. Pero el principal motivo es la aparición del frackingen EEUU, país donde declinaba la extracción de crudo, causando una verdadera revolución en los mercados. Mariano Marzo, catedrático de Estratigrafía y uno de los grandes expertos en recursos estratégicos, no dudaba en asegurar hace pocos días en el foro de debate Primera Plana que en solo seis años esta técnica había ya cambiado el equilibrio geoestratégico del mundo.

EEUU se encamina a la autosuficiencia energética y a ser un exportador neto. Sin embargo, la técnica del fracking es cara. Bajando los precios del petróleo Arabia Saudí, que ha visto como el amigo americano le amenazaba en su terreno, ha conseguido que el crudo no convencional estadounidense no sea rentable. The Economist ilustraba esta guerra con un duelo al estilo far west entre un jeque y un petrolero yanqui que se desafiaban con pistolas de un poste de carburante. Esta guerra entre países amigos puede acabar en acuerdo.

Sin embargo, además de la revolución del fracking y de la sed insaciable de China, que es ya el mayor consumidor de energía del mundo, hay otros factores que dibujan un nuevo orden mundial de la energía. Moisés Naím, un atento observador de los cambios que se dibujan en el horizonte, cita la aparición de nuevos productores de hidrocarburos en América y en África. Además de EEUU, Canadá, BrasilMéxico o Colombia aparecerán con fuerza en el mapa energético sin olvidar que en Venezuela hay grandes reservas de petróleo pesado. En cuanto a África, nuevos países productores de petróleo se sumarán a los clásicos como Nigeria, Libia o Argelia, o a los más recientes como Guinea Ecuatorial.

Otro factor que dibujará el futuro mapa es la multiplicación de nuevas compañías que desbancarán a la OPEP como árbitro de los precios y de la producción, de la misma forma que esta organización había acabado con el papel de cartel detentado en su día por las Siete Hermanas, las grandes compañías de los años 50 y primeros 60. En este terreno, también jugará un papel predominante la expansión de las grandes empresas chinas.

Los efectos

Los efectos de esta guerra son evidentes en Rusia. La caída del precio del petróleo sumada a las sanciones occidentales por su apropiación de Crimea y su intervención en el este de Ucrania, están golpeando a Moscú de manera tan contundente que su presidente, Vladimir Putin, ha tenido que asumir un humillante revés estratégico al renunciar al gigantesco proyecto de gasoducto (50.000 millones de dólares) concebido para evitar el paso del gas ruso precisamente por Ucrania y dirigirlo por debajo del mar Negro hasta Bulgaria y el resto de Europa. Putin no es uno al que le guste reconocer públicamente sus debilidades y le faltó tiempo para anunciar solemnemente que nadie (léase EEUU) «logrará una superioridad militar a costa de Rusia».

En Venezuela, la suma de bajos precios del petróleo y la tecnología obsoleta para tratarlo han obligado por primera vez a importar crudo liviano de Argelia y Rusia para mezclarlo con el pesado de sus yacimientos, poniendo en cuestión su soberanía energética sobre la que primero Hugo Chávez y después Nicolás Maduro construyeron su poder.

La gran pregunta que esta guerra y revolución plantean es la de si Oriente Próximo, que históricamente ha sido el lugar donde el petróleo ha marcado la geoestrategia mundial, cederá este puesto. El interés de EEUU será menor, sin duda, pero ello no significa que Washington vaya a retirarse ni que la zona gane en estabilidad, al menos a corto plazo. La guerra de Siria y la aparición del Estado Islámico no permiten un repliegue occidental, aunque tampoco está claro hasta qué punto hay despliegue.

Grandes productores como Arabia Saudí e Irán han utilizado el petróleo y los beneficios millonarios derivados como una forma de ejercer su influencia en la región. La contribución de Riad al Egipto de Al Sisi es enorme, mientras que la de Teherán al régimen sirio de Asad también lo es. Ahora las condiciones podrán cambiar, pero ni Arabia Saudí ni Irán renunciarán a ejercer su influencia competitiva en la zona.

¿Y en Europa?

En este nuevo orden mundial que se está dibujando Europa aparece atrapada por una pinza, sin poder competir con EEUU por el precio de la energía, ni con Asia por el de la mano de obra.

Marzo define nuestra era como la del «hombre del hidrocarburo». Y parece que así seguirá. En el 2012 el consumo mundial de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) era del 81,7% del total. Las energías renovables han avanzado mucho en los últimos años, pero las previsiones indican que su crecimiento será lento y que en el 2035, el consumo de combustibles fósiles se habrá reducido solo hasta el 72%. Las alternativas futuristas como el grafeno o la fusión nuclear están todavía por demostrar.