UN REFERENDO HISTÓRICO

El espejo escocés

Catalunya permanece atenta a una decisión que tiene consecuencias inmediatas y a largo plazo

JOSEP SAURÍ

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Escocia sí vota en un referendo sobre la independencia y Catalunya se mira en el espejo. Pocas dudas hay de que el 'sí' o el 'no' tendrán su impacto inmediato en el debate soberanista catalán; quizá no en las posiciones de unos y otros, sí en argumentos y estados de ánimo colectivos y puede que en tacticismos políticos a corto plazo. Pero la celebración del referendo ya es por sí misma "una lección" para los actores implicados en el proceso que vive Catalunya, sostiene Marc Gafarot, coordinador del área de procesos internacionales de secesión del CIDOB. Catalunya mira atentamente hacia Escocia, compara sus realidades y las respuestas que generan, escruta sus semejanzas y diferencias, y permanece atenta no solo al devenir del compañero de viaje que anda unos pasos por delante, sino a los efectos profundos de cuanto ocurre, también en el marco europeo. Porque "siendo casos diferentes, el 'efecto espejo' es indudable", en palabras del catedrático de Ciencia Política de la UAB Joan Subirats. Decidan lo que decidan los escoceses.

"Que en Escocia la gente haya votado para elegir libremente su futuro es un mensaje potente", sostiene Gafarot, más allá del espaldarazo que el 'sí' pueda suponer para los partidarios de celebrar la consulta en Catalunya y de que el 'no' pueda interpretarse como una desautorización del independentismo en la Unión Europea (UE). Aunque el historiador Josep Fontana recuerda que las posiciones están fijadas y limita los efectos a la retórica de unos y otros: "Es impensable que un 'sí' en Escocia influya en el PP y Rajoy. El Gobierno español tiene su decisión tomada". Tampoco cree Fontana que nada vaya a cambiar en la postura del Govern, "que como mucho elevará el tono, pero que ya dejó claro que no se saltará la legalidad". Para Fontana, el resultado escocés solo influirá "en la opinión popular, creando o no una euforia colectiva, reforzando o no los argumentos".

Plurinacionalidad

Y es que el 'efecto espejo' tiene sus límites. Más allá de la semejanza capital ("allí han hecho un referendo y aquí queremos hacerlo, pero no nos dejan", resume Subirats), las diferencias se imponen: "El proceso escocés es más claro, pactado, pautado y profundamente democrático", recuerda Gafarot. ¿Y por qué allí sí y aquí no? Porque el punto de partida es muy distinto: "Ni el más recalcitrante de los unionistas británicos cuestiona que Escocia sea una nación. Que con Catalunya España no ocurra lo mismo es lo que imposibilita que se reconozcan los derechos nacionales". Así las cosas, "incluso un 'no' supondrá la ampliación de la autonomía escocesa", concluye. Aquí…

Lo que sí se observaría con lupa desde Catalunya (y España) sería la relación de una Escocia independiente con Europa"Si sale el 'sí', tendremos un precedente de qué pasa cuando un territorio de la UE se independiza", escribe Javier Bertolín (estudiante, 26 años, Barcelona). ,Gafarot da por hecho que Bruselas aplicaría la doctrina del "excepcionalismo pragmático", la adaptación institucional y jurídica a las circunstancias, y recuerda casos como el de Groenlandia y la reunificación alemana. "Y si sale alguien de la Comisión diciendo que hay que empezar a negociar, para Rajoy será demoledor".

Pero en términos de construcción europea, con Catalunya Escocia aflora una más de las corrientes que entrechocan en el mar de fondo por el que navega la UE. La tensión entre estructuras supraestatales no lo bastante afianzadas, realidades territoriales en busca de encaje y, en medio, unos estados que gozan aún de (¿demasiada?) buena salud. "Hay cierta decepción con lo que podría haber supuesto la absorción por parte de la UE de facultades nacionales. La transferencia de poder a Bruselas ha sido insuficiente", apunta Fontana. "Si EscociaCatalunya y otros, como el Véneto o Flandes, quieren convertirse en estados nación es precisamente porque estos mantienen una gran vigencia", añade Gafarot.

Regiones europeas

"El nivel supraestatal no funciona como debiera. El mal diseño del euro, sin ir más lejos, ha sido clave en la crisis económica. Y ha quedado claro que los gobiernos de los estados piensan cada vez más en sí mismos y menos en el proyecto común", diagostica Cristina Manzano, directora de Esglobal. "La globalización contribuye a que la gente necesite enraizar su identidad en lo local", añade. La reivindicación no es otra, pues, que hilo directo con Bruselas desde Edimburgo y Barcelona, sin pasar por Londres (que encima quizá se marche el año que viene) ni Madrid. "Queremos una Europa unida con sus diferencias de regiones, idiomas y religiones. Políticos europeos, pónganse a trabajar para nosotros", reclama Enric Graells (aparejador, 71 años, Barcelona).

Porque todo ello coincide con otro fenómeno de alcance europeo: la crisis de representatividad de los dirigentes. Con caras oscuras, como el auge de la ultraderecha, pero también con tendencias regeneradoras, surgidas de abajo arriba y con vocación horizontal. Elementos identitarios aparte, en Escocia la preservación de las políticas públicas ha sido un factor aglutinador del 'sí'. Y en Catalunya "no hay solo una crisis de encaje territorial, sino de régimen", afirma Subirats. El mundo globalizado vive una tercera revolución industrial, un cambio de enorme calado que cuestiona los pasos de intermediación que no aportan valor añadido, sostiene. Y eso también pasa en la política:  "El soberanismo catalán de la calle confluye con el 15-M en la voluntad de que la política deje de pasar por la ventanilla de los partidos. Y la creación de un nuevo Estado se ve como una gran oportunidad para hacer las cosas mejor".