vengadores del genocidio

Entre el recuerdo y la negación

El museo del genocidio, en Ereván, construido en 1967.

El museo del genocidio, en Ereván, construido en 1967.

POR JAVIER TRIANA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No existe una sola familia armenia que no haya perdido a alguno de sus miembros en las masacres», afirma la armenia Narine Nikogoshyan. «Las masacres» o el genocidio armenio o, como lo llaman en el país caucásico, Medz Yeghern, «el Gran Crimen», de cuyo inicio se cumplen 100 años el próximo 24 de abril.

Las conmemoraciones por ese funesto capítulo histórico vienen precedidas de los fuegos artificiales que lanzó el papa Francisco el pasado domingo al calificarlo de «genocidio», un extremo que ha incendiado Turquía, país heredero del responsable: el Imperio otomano. Ankara pidió explicaciones al nuncio episcopal y llamó a consultas a su embajador ante la Santa Sede. Y adelantó más medidas de protesta. El presidente, Recep Tayyip Erdogan, elevó el tono: «Quiero advertirle al Papa de que no repita ese error». «Cuando los políticos o los funcionarios religiosos asumen tareas de historiadores, entonces emergen delirios, no hechos», continuó el mandatario turco, al tiempo que invitó a una comisión de estudiosos a sumergirse en los archivos de la época. No obstante, la oferta de Erdogan llega tarde: ya se ha hecho. «Los historiadores turcos más razonables manejan la cifra de 300.000 (muertos), lo cual, de todas formas, es una cantidad muy elevada que entra en la categoría de genocidio», escribe el profesor de Historia de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) Francisco Veiga en su obra El turco.

 

Proceso retroactivo

 

El uso de ese término inquieta a Turquía ya que, de hallarse pruebas de premeditación, se podría procesar con carácter retroactivo a los responsables, a través de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Genocidio. Pero, ¿cómo se llegó a ese punto? En su libro, Veiga sostiene que existieron varios motivos, con sus raíces en el maltrato y el descontento de la minoría armenia otomana con la actitud de Constantinopla ya en el siglo XIX. Confluyeron, entre otros factores, el nacimiento de una conciencia nacionalista y sus consecuentes revueltas reprimidas brutalmente, el peso que adquirió la iglesia armenia en el Imperio otomano (de mayoría musulmana) o la actitud siempre hipócrita de la comunidad internacional: los armenios se convirtieron en «protegidos» de las grandes potencias rivales. En el caso de Rusia, le seducía mantener una minoría étnica persistente y descontenta con el propio Imperio otomano. No siempre de forma organizada, hubo rebeliones armenias contra el pago de impuestos en las seis provincias de la Anatolia oriental que habitaban (aunque en ninguna llegaban a ser mayoría). También, incidentes armados.

El detonante llegó durante la Gran Guerra, cuando la retaguardia de las tropas otomanas que combatían en el Cáucaso empezó a registrar incidentes. «El alto mando temía el estallido generalizado de la insurgencia armenia», explica el profesor de la UAB. Y en un lugar tan remoto, acciones armadas por parte de grupos insurgentes intentaron dinamitar el abastecimiento otomano. En abril de 1915, armenios armados por el Imperio zarista tomaron la localidad oriental de Van, luego sitiada por los turcos. Los rusos lograrían liberar a los armenios atrapados en mayo, pero para entonces ya habían empezado las deportaciones y las masacres contra la población armenia. Dieron comienzo a las pocas horas de que Enver Pasha, jefe del Estado Mayor, emitiera el 24 de abril una directiva «por la cual se establecía que los armenios constituían un peligro para el esfuerzo de la guerra y se fijaba un plan a fin de evacuar la población civil de esa nacionalidad residente en los seis vilayets de Anatolia Oriental, la localidad y comarca de Zeytun y el área al sur de Diyarbakir», según Veiga. El objetivo era que no superaran el 10% del nivel de turcos, kurdos y circasianos en las seis provincias anatolias que habitaban, por lo que no sería una deportación completa. De hecho, las comunidades armenias de Estambul y Esmirna no se vieron tan afectadas.

Asimismo, se estipulaba que los deportados tenían que ser tratados con consideración y protegidos hasta los lugares de reubicación, en Irak y en la frontera siria. Las tropas, sin embargo, eran necesarias en el frente, y los encargados de esta escolta habrían sido unidades irregulares que operaban de forma cuestionable. «Mis tatarabuelos, tanto por parte de padre como de madre, fueron asesinados cruelmente», asegura Nikogoshyan, una joven abogada que reside en Italia. «Solo sus hijos lograron salvarse, escapando desde Kars y Mush (en el este) y llegando a (las actuales) Georgia y Armenia, donde nacieron mis abuelos».

 

Jamás se ha pedido perdón

La versión de Ereván habla de hasta 1,5 millones de muertos en aquellas marchas hacia la muerte en territorio baldío en pleno verano sin apenas transporte, alimento, o material sanitario, este último de difícil acceso en la época, y más en zona remota. Para Turquía, la cifra se ha exagerado, y muchas de esas muertes se deberían a la guerra. Aunque Erdogan transmitió el año pasado sus condolencias a las familias de los afectados, jamás se ha pedido perdón. Y la herida entre ambos vecinos sigue gangrenada.