NÓMADAS Y VIAJANTES

Dictadura o caos

RAMÓN LOBO

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¿Dictadura o caos; libertad o estabilidad? La revista alemana Der Spiegel propone este debate a través de dos artículos firmados por Mathieu von Rohr Christiane Hoffmann. No hablamos de Occidente, claro, sino de Irak y Siria. Se trata de un asunto complejo que no tiene una respuesta sencilla. Se acumulan los argumentos sólidos en ambas respuestas. Antes de profundizar deberíamos extremar precauciones y desterrar cualquier atisbo de racismo, como si el debate subyacente fuera que existen pueblos, los árabes, muchos países africanos o la España franquista, por ejemplo, incapaces de gobernarse, de lograr una alternativa entre estas dualidades.

Democracia no es solo votar cada cuatro años, tener representantes elegidos y poder criticar subido en un cajón en Hyde Park Corner. La democracia es, sobre todo, un sistema en el que las instituciones funcionan, hay igualdad ante la ley y se persigue la corrupción, sobre todo de los cargos públicos. Podríamos sugerir otro debate: ¿democracia auténtica versus democracia secuestrada?

No podemos aterrizar en Afganistán, un país destruido por generaciones de guerra, pobre, analfabeto y desestructurado y pensar que la imagen de un hombre, un voto equivale a una democracia. Sirve para la propaganda, no para la realidad.

Sería más efectivo crear condiciones educativas, culturales y económicas para que la exigencia de un sistema participativo y justo partiera de la ciudadanía. De abajo a arriba, como sucede en Occidente; de los extremos al centro, como sucede en el mundo árabe. De ahí procede la batalla de los radicales contra la educación, en España también. Por eso es esencial en el Tercer Mundo que las mujeres acudan a la escuela, a la primaria y la secundaria, porque ellas son el motor del cambio.

Irak padecía un dictador sanguinario: Sadam Husein. No vamos a recurrir a lo fácil, a sus lazos anteriores con EEUU, cuando obedecía en su trabajo de hacer la guerra a los ayatolás, ni a que sus armas químicas eran nuestras: se las vendimos para que las lanzara contra los iranís, pero se le fue la mano con los kurdos. Los neocons de George Bush dijeron que la caída del sátrapa llevaría la democracia a Irak, que iban a cambiar el mapa de Oriente Próximo. Y era verdad: está cambiando, a peor. Detrás de aquello había intereses económicos a muy corto plazo, bastante necedad y una visión ilusoria del mundo.

El cambio no ha funcionado en Irak: ni democracia ni orden, solo la misma muerte. Del caos emergió el islamismo yihadista encarnado por el Estado Islámico que ha dejado a Al Qaeda como grupo «moderado». Si se preguntase a los iraquís, sobre todo los sunís, obtendríamos la respuesta de que con Sadam se vivía mejor. Si preguntáramos a los chiís, víctimas de la represión del régimen, encontraríamos otro discurso. No hemos sido capaces de crear una fuerza social aglutinadora, de proteger a las vanguardias que existían. La invasión del 2003 fue puro trilerismo. Sucede en Libia y Siria.

El escritor checo Ivan Klima me dijo en su casa de Praga que «un pueblo que ha sufrido 40 años de dictadura ha perdido el sentido colectivo de la honestidad». Se refería a la dictadura checa; lo entendí desde mi almacén cultural y traduje: franquismo. Los pueblos que no han disfrutado la libertad deben conquistar primero ese sentido colectivo de lo que está bien y de lo que está mal. Trazar la línea entre lo inmoral y la decencia. Es un proceso tan lento que algunos países del sur de Europa no han terminado.

Represión masiva

Irak, Siria y Libia eran dictaduras: represión, torturas, desaparición de personas, sobre todo en el primero. Eran también regímenes nacionalistas que, de alguna manera, servían de freno al islamismo y que Occidente apoyó en esta y otras funciones. Poco ayudó la represión masiva porque el islamismo no dejó nunca de estar vivo. Se alimenta de la esperanza de libertad, del sentimiento anticolonialista, del menosprecio occidental y una islamofobia latente, y más tras el 11-S.

Al caer las dictaduras (Siria aún no) llegan los islamistas al poder, como en Egipto, o antes en la Argelia en los años 90. Entonces se suspende el simulacro de democracia con el apoyo de EEUU y Europa.

Invertir en educación, en la paz, es una apuesta a largo plazo. No sirve para vender éxitos en la siguiente campaña electoral, pero ayuda a modificar el motor interno de las sociedades, dotarlas de herramientas para que sepan encontrar un camino de representatividad política y justicia. El primer paso del debate dictadura o caos; libertad o estabilidad, sería definir los términos. ¿Es Rusia una dictadura? ¿Llevó Vladimir Putin la estabilidad tras años de hiperinflación y crisis? ¿Quién gobierna en Occidente, los dirigentes elegidos en las urnas o los mercados?