Los derechos de las mujeres

El clamor internacional fuerza a El Salvador a salvar la vida a Beatriz

TONI CANO
MÉXICO

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El eco del debilitado «¡Quiero vivir!» de la joven salvadoreña Beatriz, enferma de lupus y embarazada de seis meses de un feto sin cerebro, envolvió como un clamor a El Salvador y, más allá del fallo del Tribunal Supremo que impedía el aborto terapéutico, el Gobierno y una orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) acabaron por dejar ayer vía libre para que los médicos interrumpan ese embarazo de alto riesgo que medio mundo señaló como un caso simbólico. Después de lo que la «han hecho sufrir», Beatriz pudo decir: «Me siento muy bien, porque ya me lo van a hacer. Me dijeron los médicos que la otra semana me van a hacer la cesárea».

Fue la nonagenaria ministra de Salud, María Isabel Rodríguez

-a quien ya le habían dicho de todo menos bonita por sus simpatías con Beatriz--, la que salió a la palestra para mostrar por fin el apoyo de las autoridades a una «decisión médica que está por encima de todo». La ministra dijo que «el equipo del Hospital de Maternidad está listo» y «va a actuar inmediatamente ante el menor síntoma de peligro». Además, resaltó que a estas alturas del embarazo «está bien claro que ya no es un aborto: es un parto inducido».

María Isabel Rodríguez mostró asimismo los resquicios legales. Cardióloga, intelectual y exrectora universitaria, la ministra resaltó que incluso el fallo de la sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, que resalta el «impedimento para autorizar la práctica del aborto», reconoce que «la decisión para actuar en algún momento está en manos de los médicos». Los 15 médicos de la Maternidad recomendaron la intervención ya cuando Beatriz llevaba 13 semanas de embarazo, pero se exponían a una pena de 12 años de cárcel, y la madre, hasta de 50. En El Salvador hay más de 20 encarceladas por ese delito.

UNA BURLA/ Lo que algunos médicos consideraron una burla tres meses después de su recomendación fue la puerta para que las autoridades acabaran por pronunciarse. «Los médicos deben asumir los riesgos y decidir los procedimientos y el momento de actuar, tomando en cuenta el mandato constitucional que garantiza la vida de la madre y del producto de la concepción», decía el fallo del Supremo. Los organismos humanitarios presionaron: «Aunque no tenían por qué esperar la sentencia, el Gobierno y los médicos deben salvar ya la vida de Beatriz».

Poco después de la intervención de la ministra de Salud, cayó el mazazo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En su primera resolución sobre un caso de aborto, el máximo tribunal de derechos humanos del continente requirió al Estado salvadoreño: «Que adopte y garantice, de manera urgente, todas las medidas que sean necesarias y efectivas para que el grupo médico tratante pueda adoptar, sin interferencia alguna, las medidas que considere oportunas y convenientes para asegurar la vida, la integridad personal y la salud de la señora B»

En su cama de la Maternidad, Beatriz reafirmó: «Quiero la cesárea, primero por mi salud y porque no va a vivir el niño». Para añadir a continuación: «No está bien lo que me han hecho, me ha hecho sufrir estar esperando todo este tiempo aquí en el hospital». La joven, de 22 años, lamentó el tiempo pasado lejos de su hijo, de un año, y mostró sus deseos de «volver pronto para la casa y estar con él». Todo este tiempo estuvo triste, y sintió «presión porque mucha gente no quería» que abortara. Pero sacó fuerzas del «apoyo de las muchachas» de las organizaciones feministas.

MUESTRAS DE APOYO/ Muchas de ellas se reunían ayer frente a la Maternidad para seguir apoyando a Beatriz. Obstetras de distintos países apoyaban también a sus colegas salvadoreños al confirmar que en una cesárea en la semana 26 de gestación nace un bebé, muy prematuro pero con posibilidad de vivir en condiciones normales: es un nacimiento, no un aborto. Tres distintos análisis mostraron desde meses atrás que el feto que gesta Beatriz tiene una anencefalia -le falta parte del cerebro y el cráneo- por lo que iba a morir al nacer.

Ahogados por el clamor internacional, los obispos, los airados portavoces de los organismos provida, los médicos legalistas del país y todas los demás voces cavernarias que durante estos meses mantuvieron a Beatriz en el corredor de la muerte rumiaban ayer una protesta imposible. Pero la ley seguía estando con ellos. En su cama de la Maternidad, Beatriz suspiraba con voz débil y emocionada: «Dios mediante, la próxima semana».