Así viven los refugiados en escuelas y centros deportivos de Berlín

Miles de personas se amontonan en escuelas y centros de acogida improvisados mientras esperan la concesión de asilo

Niños refugiados en el interior del pabellón de deportes de la escuela secundaria de Jane Addams en Berlín.

Niños refugiados en el interior del pabellón de deportes de la escuela secundaria de Jane Addams en Berlín. / periodico

CARLES PLANAS BOU / BERLÍN

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Escuelas, centros deportivos e incluso un antiguo aeropuerto. Este es el nuevo hogar de miles de los refugiados que han llegado a Alemania en busca de una vida. Cuando emprendieron su rumbo hacia el corazón de Europa muchos no imaginaban que terminarían anclados en una especie de limbo en la que sólo les queda una interminable espera para conseguir el asilo.

Como otros tantos puntos del país, Berlín se ha visto desbordada por la llegada incesante de personas. A pesar de las dificultades para agilizar los trámites burocráticos, las autoridades y la ciudadanía están haciendo un visible esfuerzo para dar cobijo a los recién llegados. Eso se está traduciendo en un aumento de los campamentos improvisados, recintos que se habilitan especialmente para que los refugiados puedan dormir calientes y evitar las bajas temperaturas de la capital germánica.

Es el caso de escuelas como la Jane-Addams, en el distrito berlinés de Hohenschoenhausen, donde sus instalaciones se han transformado en un centro de acogida. El gimnasio del colegio ha apartado todo el material deportivo para dejar lugar a decenas de literas en las que dormirán mujeres, hombres y criaturas venidos principalmente de países como Siria e Irak. Lo mismo pasa en el centro deportivo de Geibelstrasse, en el barrio de Kreuzberg, donde conviven 150 personas. La mayoría, de Afganistán, se han quejado de que no tienen tanto acceso a las clases de alemán como los sirios. “Nos organizamos en el barrio y ahora les enseñamos lo básico, están muy motivados”, cuenta Susana Quadt, voluntaria reconvertida en profesora.

DESBORDADOS EN EL AEROPUERTO

En el antiguo aeródromo de Tempelhof, por ejemplo, hay más de 2.600 personas que esperan desde hace meses que se regularice su situación. Las instalaciones se abrieron como remedio temporal y de emergencia, para dar cobijo a los refugiados mientras esperaban la concesión de asilo. El proceso burocrático tenía que ser más o menos ágil pero ante el incesante flujo migratorio y de peticiones y la creciente presión política y social para cerrar las puertas el panorama se ha complicado. En marzo se ampliarán los hangares de la terminal para acoger a un total de 4.600 personas. El proceso será cada vez más denso.

En muchos de los centros se han instalado pequeños cubículos de plástico y madera que separan el espacio en diversos compartimentos. A pesar de que se utilizó este sistema para poder garantizar unos niveles mínimos de privacidad a la hora de la verdad es inexistente. Hasta 12 personas pueden llegar a convivir entre colchones, mantas y maletas a medio abrir. “De momento tan sólo disponen de 2,5 metros cuadrados por persona pero estamos trabajando para ampliar su espacio”, confiesa Maria Kipp, trabajadora de los servicios sociales en Tempelhof.

La lentitud burocrática para acceder al asilo inquieta a muchos refugiados. Sin el permiso no pueden buscar un trabajo, mantenerse sin ayudas del estado ni buscar un hogar más confortable. Muchos de los refugios buscaban ser un parche, una solución temporal, per cada vez más gente se queda atrapada ahí. La espera será larga.