Andrew Solomon: "Para prevenir la depresión urge combatir la soledad"

Hijo de un industrial farmacéutico, estudió arte y literatura. Siendo joven, empezó a sufrir episodios de depresión que incluso le llevaron a intentar suicidarse manteniendo relaciones sexuales con desconocidos con la esperanza -frustrada- de contagiarse de sida. Tras años de sufrimiento, condujo su lucha contra la depresión hacia la investigación. Su libro 'El demonio de la depresión' fue finalista del Pulitzer en el 2002. Desde los años 90 es articulista de 'The New York Times' y 'The New Yorker'. Hoy imparte clases de psiquiatría en la Universidad de Cornell (Nueva York) y es asesor en temas de LGTB en la Universidad de Yale. Está casado con un periodista y tiene dos hijos. El diagnóstico de este gran experto en depresión ofrece luces y sombras. La enfermedad no se erradica y suele aparecer cíclicamente en quien la padece, pero es posible aprender a conllevarla y tolerarla. Lo dice alguien que lleva 20 a

Andrew Solomon cartografió la depresión que tan bien conoce en Madrid, el pasado miércoles.

Andrew Solomon cartografió la depresión que tan bien conoce en Madrid, el pasado miércoles.

POR juan fernández

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Solo quien ha padecido una depresión alcanza a comprender el lamento del que se ha quedado sin fuerzas para vivir. Persuadido por esta certeza, Andrew Solomon se dedicó a recopilar testimonios de personas deprimidas mientras él mismo combatía con su propio demonio interior y puso esas experiencias al trasluz de todo lo que han dicho sobre esta dolencia disciplinas tan variadas como la psicología, la farmacología, la historia o incluso la política. En el voluminoso libro El demonio de la depresión (Debate), publicado en el 2001 y ahora reeditado en una versión ampliada, expone sus hallazgos y conclusiones. Hoy es uno de los mayores expertos mundiales en esta enfermedad, lo que no le libra de seguir conviviendo con ella. Por eso, lo que cuenta vale el doble.

-¿Qué sabe hoy sobre la depresión que desconocía cuando empezó a investigarla?

-Que erramos al considerarla una enfermedad monolítica, como la neumonía o la gripe, ya que su desarrollo está muy condicionado por la personalidad del paciente. Hay caracteres que toleran fácilmente muchos aspectos de la depresión y otros que no. Esto determina la evolución de la dolencia. Diría que no existe la depresión, sino que hay personas deprimidas.

-Usted ha hablado con muchas de ellas. ¿Qué encontró?

-Me sorprendió descubrir que mucha gente, tras superar un primer episodio depresivo, opta por apartar la enfermedad de su lado y decirse a sí misma: ha sido horrible pero ya ha pasado, yo no tengo nada que ver con esto. Sin embargo, la depresión es cíclica en la mayoría de los casos, normalmente vuelve a aparecer. Las personas que la integran en sus vidas, en el relato de sus existencias, son las que lo llevan mejor cuando la sufren de nuevo, porque le pierden el miedo. A la depresión hay que mirarla a los ojos y asumir que está ahí. Más que a vencerla, hay que aprender a llevarla y a tolerarla.

-¿Es lo que usted ha hecho?

-La depresión es horrible, la detesto, ojalá nunca la hubiera sufrido, pero asumo que forma parte de mi identidad. Tomo regularmente medicación y asumo que puede que tenga que tomarla toda mi vida. Voy al psicoterapeuta y, en general, lo llevo bastante bien. Tengo mis pequeñas recaídas de vez en cuando, pero vivo con el convencimiento de que si vuelvo a sufrir una depresión severa, sabré reconocerla y recordaré que puedo salir de ese agujero. Cuando estás deprimido, la mayor ayuda es saber que puedes salir de ahí, que si lo has conseguido una vez, puedes lograrlo de nuevo.

-Usted desmonta algunos mitos relacionados con esta enfermedad, como que es propia de nuestros tiempos y nuestra cultura.

-Tenemos la idea de que la depresión es una enfermedad contemporánea propia de la clase media de países occidentales, pero no es cierto. A lo largo de la historia, en todas las culturas y en todos los estratos de la sociedad, ha habido personas que han sufrido depresión. Lo que ha cambiado es su diagnóstico. Hace cien años, si te deprimías, te fastidiabas y te apañabas como podías. Hoy se diagnostica y se trata, y en algunos casos se cura. Está más presente en nuestras vidas, se habla más de ella.

-Pero las estadísticas señalan que va en aumento. ¿Nos estamos equivocando en algo? 

-La depresión es la suma de tener una predisposición biológica a padecerla y vivir situaciones que faciliten su desencadenamiento. La naturaleza humana es la misma ahora que hace 2.000 años, pero nuestra forma de vida, no. Dormimos menos horas que nunca, los índices de soledad se han disparado y nos pasamos todo el tiempo interactuando con más máquinas en vez de hacerlo con seres humanos. Todos estos factores facilitan que la depresión se desate.

-En los últimos tiempos se añade la crisis. ¿En qué medida influye?

-La incertidumbre es un factor

desencadenante de episodios depresivos y hoy el mundo es más inseguro que en el pasado. Hace años, la gente conseguía un trabajo fácilmente y tenía altas posibilidades de conservarlo de por vida, y si lo perdía encontraba otro en seguida. Ahora esa certidumbre no existe. Por otro lado, estamos bombardeados por un volumen inabarcable de informaciones, opciones y posibilidades, y eso también genera incertidumbre. Todo esto hace que haya más casos de depresión en nuestras sociedades.

-Si de usted dependiera el área de salud mental de un país, ¿qué medidas tomaría para reducir los índices de depresión?

-Hay tres factores que marcan la diferencia: dormir el suficiente número de horas, tomar una alimentación sana y hacer ejercicio físico. El cuarto es la soledad. Vivimos en una sociedad llena de gente solitaria y esta es una de las causas que más influyen en el aumento de casos de depresión. Urge combatir este problema. Debería existir una institución dedicada a mantener en contacto a la gente para que no viviera tan sola.

-Hoy las redes sociales nos permiten estar más conectados. ¿En qué medida ayudan a paliar esa soledad?

-Es mejor interactuar con tu grupo de amigos del Facebook o el

Whatsapp que estar solo en casa mirando la tele, pero no creo que esto sea suficiente. La soledad tiene que ver con la intimidad y esta solo se alcanza cuando se está físicamente en presencia de personas que te hacen sentir su afecto y a la que puedes mirar a los ojos.

-¿Qué consejo le daría al que tiene a un ser cercano con depresión?

-Lo primero es mitigar su soledad, hacer que sienta que hay otras personas con las que puede conectarse. Esto se puede conseguir hablando y otras veces, simplemente, estando ahí, a su lado, haciéndole compañía. El amor no es suficiente para curar la depresión, pero el apego de un ser cercano permite afrontarla con más posibilidades de éxito. Es decisivo que esa persona sienta que no está sola.

-¿Se está tratando bien la depresión?

-Cuando investigué esta dolencia, me llamó mucho la atención descubrir el bajísimo número de casos que están siendo tratados adecuadamente. La inmensa mayoría de pacientes con depresión, o no están siendo atendidos o están recibiendo un tratamiento que no es el que les corresponde, a pesar de la variedad de técnicas y recursos que actualmente existe. Esto también debería corregirse.

-¿Confía más en la farmacopea o la terapia?

-Hace 2.500 años, Hipócrates afirmó que la depresión es una disfunción orgánica del cerebro que debe tratarse con remedios físicos y Platón dijo que es un problema filosófico que solo se podía curar mediante el diálogo. Los dos tenían razón, porque la depresión tiene ambas caras. A cada paciente le funcionará mejor un tratamiento, pero lo más sensato es atacar la depresión por todos los frentes posibles: con medicinas, con psicoterapia, con yoga, haciendo ejercicio. Todo lo que ayude es bienvenido. La gente quiere una solución universal, pero una dolencia tan compleja como esta no la tiene.

-En su libro pasa revista a técnicas novedosas para atacar la depresión, como los implantes de electrodos cerebrales, los ultrasonidos, la estimulación por luz o incluso las inyecciones de botox que anulan los músculos faciales que expresan la tristeza. ¿Qué futuro les augura?

-Es difícil saber dónde se producirán los mayores avances. La estimulación cerebral profunda es eficaz para casos muy severos que no responden a la medicación ni a la terapia, pero no todo el mundo acepta que le pongan electrodos dentro del cerebro, porque es una intervención muy agresiva. Los otros tratamientos no son definitivos, pero todos ayudan. Los enfermos vamos a tener cada vez más herramientas para hacerle frente a este problema.

-¿Hasta acabar con él?

-Me gustaría decir que se va a producir un avance transformador, pero no es así. En la lucha contra la depresión, nos esperan años en los que se avanzará en distintos frentes, pero nunca dispondremos de la pastilla mágica que cure al 100% la depresión, fundamentalmente porque esta dolencia no es una, sino varias. Igual que hay muchos tipos de cáncer, también los hay de depresión. No hablamos de una infección que responde en todos los casos igual, aquí no hay un antibiótico ni una vacuna posibles que la erradiquen para siempre. La depresión seguirá existiendo, pero aprenderemos a llevarla cada vez mejor. H