Movimientos independentistas en el continente africano

El África secesionista

Danza durante la celebración de la independencia de Sudán del Sur, en julio del 2011 en Juba.

Danza durante la celebración de la independencia de Sudán del Sur, en julio del 2011 en Juba.

EL PERIÓDICO
BARCELONA

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Lejos de arrogarse ser el continente donde proliferan más movimientos secesionistas, Europa tiene en África, incluso en Asia, competidores de alto nivel. El continente africano es cuna de un fenómeno cuya amplitud sorprende por mayoritariamente desconocido: hasta 13 regiones abogan por independizarse de los estados a los que pertenecen.

En la retina permanece, por ser el más reciente y por haber alcanzado el objetivo de la independencia en el 2011, el Estado de Sudán del Sur que, dos años y medio después, se desangra en medio de la violencia, muy lejos de la panacea prometida cuando fueran independientes. Junto a Sudán del Sur, el otro movimiento secesionista que logró modificar fronteras 20 años antes fue Eritrea, al independizarse de Etiopía en 1991.

Son los dos únicos casos de regiones convertidas en Estado en la era postcolonial africana. Pero la lista de aspirantes es larga y se reparte de norte a sur y de este a oeste. Las regiones de Barotseland (Zambia), Ambazonia o Camerún Meridional (República de Camerún), Sáhara Occidental (Marruecos), Tuareg (Níger), Azawad (Mali), Casamance (Senegal), Biafra (Nigeria), Cabinda (Angola), Caprivi (Namibia), Katanga (República Democrática del Congo), Somaliland (Somalia), Zanzíbar (Tanzania), y Mombasa (Kenia) albergan movimientos secesionistas que no son flor de un día.

Partiendo de la base de lo arriesgado de las generalizaciones, hay un denominador común que planea en todos y cada uno de los casos. «Son regiones marcadas, todas ellas, por una fuerte sensación de traición por parte del Estado al que pertenecen y de agravio con respecto a zonas que consideran más favorecidas», relata, a modo de inicio, el antropólogo Jordi Tomàs, miembro del Grup Interdisciplinari d'Estudis de Desenvolupament i Multiculturalitat de la Universitat de Lleida. En su libro 'Secesionismo en África' (Biblioteca de Estudios Africanos, 2010) , Tomàs aglutina el exhaustivo trabajo de una docena de investigadores especializados en cada una de las regiones. El autor, concretamente, firma el capítulo del movimiento secesionista de Casamance, en Senegal, donde vivió dos años entre los joolas.

PENA DE MUERTE / Junto al «sentimiento de marginación política, económica y cultural» que sienten estos pueblos, el experto señala unas reivindicaciones de soberanía que, en sus inicios, siempre fueron pacíficas y solo adquirieron carácter violento tras la represión, muchas veces brutal, por parte de los estados.

Sin ir más lejos y a modo de ejemplo, el pasado mes de septiembre, decenas de personas fueron detenidas en la región de Barotseland, en Zambia, en una ceremonia donde pretendían elegir un Gobierno para la zona. En el juicio, que tiene previsto empezar en breve, los acusados se enfrentan a la pena de muerte. El asesinato y la represión de activistas ha estado siempre a la orden del día entre estos movimientos, algunos de los cuales han arropado la violencia para llevar a cabo sus reivindicaciones.

UNA «SEGUNDA COLONIZACIÓN» / El antropólogo considera que no puede entenderse la génesis de los movimientos separatistas africanos sin remontarse a la descolonización y al trazo de las fronteras decidido desde Europa. «Durante los procesos de independencia, los que se convertirían en líderes de los estados pactaron con las regiones con hechos diferenciales respetar su idiosincrasia y, en muchas ocasiones, no lo cumplieron», destaca Jordi Tomás para añadir: «Estas regiones vivieron las condiciones de la independencia como una segunda colonización». «Incluso en los casos de las regiones de Barotseland, Camerún Meridional y Somaliland, sus derechos quedaron recogidos en las respectivas nuevas constituciones pero, en el grueso de las ocasiones, no se respetó», ilustra el antropólogo.

Tomàs insiste en dejar claro que la gran mayoría de los movimientos secesionistas africanos son multiculturales y étnicamente diversos.  «Hay que huir de la imagen de un solo grupo con una sola lengua contra el Estado enfrentándose en luchas fraticidas», dice el experto para añadir: «Dentro de un mismo movimiento secesionista hay varios grupos con distintas lenguas y realidades sociales y culturales».

La antropóloga Ester Massó, profesora en la Universidad de Granada, especialista en el movimiento secesionista de Carprivi (Namibia) también pone sobre la mesa la cuestión del agravio.

«Los habitantes de Caprivi -antes de la independencia de Namibia un territorio integrado en África del Sudoeste bajo mandato sudafricano- aseguran que Namibia no les trata bien y no invierte en infraestructuras». La especialista, sin embargo, destaca que, a veces, «esta sensación de agravio no siempre se corresponde con una realidad contrastable, pero sí suele argüirse como argumento por los líderes caprivianos». En el caso de la franja de Caprivi, como en otros muchos, una de las preguntas pasa por saber si los territorios serían capaces de ser autosuficientes económicamente. «Los no secesionistas no piensan que la región pudiera ser autosuficiente, pero los independentistas son recurrentes al insistir en que la zona posee riquezas naturales», explica Massó.