Ola de incendios

El fuego devora a una Rusia impotente

Más allá de Moscú, la población lucha sola y sin medios contra las llamas

Yevgueni, una víctima del fuego de Peredeltsi, a 235 kilómetros de Moscú, llora ante su moto carbonizada.

Yevgueni, una víctima del fuego de Peredeltsi, a 235 kilómetros de Moscú, llora ante su moto carbonizada.

DMITRI POLIKÁRPOV / Peredeltsi

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En las imágenes que ofrece a diario la televisión rusa se ve como todo un ejército de bomberos, militares y voluntarios, apoyados con medios aéreos, luchan con éxito contra los incendios forestales cerca de Moscú. Pero para ver el verdadero alcance de la tragedia que está viviendo Rusia basta con alejarse unos 100 kilómetros de la capital, donde miles de habitantes luchan a solas contra los peores incendios que sufre el país en cuatro décadas y que ya han carbonizado más de 700.000 hectáreas, una extensión similar a la que abarca la provincia de Barcelona.

En el bosque que rodea la carretera nacional Novoriazanski, que va hacia el suroeste, se ven decenas de focos de fuego, pero nadie se dedica a sofocarlos. No hay helicópteros con tanques de agua, ni medios aéreos especiales. Para el medio millón de habitantes de la ciudad de Riazán, a 200 kilómetros al sureste de Moscú, la situación se presenta mucho peor que en la capital rusa. Por el denso humo, la visibilidad en las calles no llega a los 30 metros y el tráfico está paralizado debido a los numerosos accidentes.

COMO EN UNA GUERRA / El resplandor de los incendios se ve por la noche desde los suburbios de Riazan. Lo que está más allá de los límites urbanos recuerda la tierra quemada por una guerra. A lo largo de casi 50 kilómetros de la única carretera que sale de Riazán hacia el noreste del país no ha quedado ni un hueco de tierra que no haya sido consumido por el fuego.

En tan solo unos días se han quemado varias aldeas enteras. Una de ellas, Peredeltsi, que está a 35 kilómetros de Riazán, dejó de existir el 29 de julio, cuando el fuerte viento trajo una devastadora lengua de fuego. Unas 40 casas de madera desaparecieron pasto de las llamas en solo 20 minutos. Era un día laborable y la mayor parte de los habitantes estaban en Riazán. Los pocos adultos que quedaban en casa solo tuvieron tiempo de coger a los niños y salir corriendo del pueblo.

LOS BOMBEROS, SIN AGUA / «Un coche de bomberos vino solo dos horas después. Tenía el tanque de agua vacío. Cuando preguntamos a los bomberos para qué vinieron si ni siquiera llevaban agua, nos contestaron que les enviaron de otro incendio», recuerda Serguei, de 31 años, uno de los supervivientes, sentado detrás de una mesa improvisada al aire libre. Al igual que otros habitantes de Peredeltsi, Serguei junto a su padre Yevgueni, de 57 años, viven en tiendas de campaña cerca de los escombros de su casa para evitar que los saqueadores se apropien de lo que ha quedado de sus bienes.

Peredeltsi ha sido uno de los lugares escogidos por el Gobierno para instalar cámaras que transmitan en directo el proceso de construcción de nuevas casas para las víctimas de los incendios. Pero, según Yevgueni, solo una parte de los vecinos podrán contar con un nuevo hogar. «Las autoridades nos obligaron a escribir una petición para que nos construyan una nueva casa. Pero nos dijeron de antemano que no tenemos derecho a tenerla porque algunos de nuestros papeles no están en orden. Y eso que estamos viviendo aquí desde 1992», explica Yevgueni.

La incapacidad de reacción de las autoridades para hacer frente con eficacia a los devastadores incendios está provocando críticas cada vez más duras por parte de la población. «Esto es un caos. Nadie se responsabiliza de nada. A los habitantes de las aldeas lejanas rodeadas por los bosques les dijeron que se defiendan del fuego por su cuenta», denuncia a este diario Alexei, un guarda forestal de la región de Riazán.

La gente está comprando bombas y cisternas de agua para sofocar los incendios locales y proteger de esta manera sus casas. Algunos patrullan en sus coches en busca de nuevos focos. Pero los trabajos que por cuenta propia llevan a cabo los voluntarios no dejan de ser una gota de agua en un mar de fuego.

«Si las autoridades no comienzan a actuar en serio, esto terminará en una catástrofe sin precedentes. Se ahogará toda la parte central de Rusia, incluida Moscú», advierte Alexei. «Cuando veo a nuestros líderes hablar por la televisión, me da la impresión de que no se dan cuenta de lo que realmente está pasando a 200 kilómetros de Moscú», concluye el guarda forestal.