NUEVO ESCÁNDALO EN EL GOBIERNO CONSERVADOR DE ITALIA

La dimisión del ministro sin cartera agrava el desgaste de Berlusconi

Aldo Brancher, durante su aparición ante un tribunal de Milán, ayer.

Aldo Brancher, durante su aparición ante un tribunal de Milán, ayer.

ROSSEND DOMÈNECH / Roma

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El desafío entre Silvio Berlusconi y Gianfranco Fini dentro de la coalición conservadora ha llegado a una situación de punto sin retorno, que ayer se agravó todavía más con la dimisión obligada de un ministro del Ejecutivo nombrado hace solo 17 días. «No excluyo una crisis de Gobierno», admitió Berlusconi frente a una coalición conservadora que chirría por todos los lados.

La cuestión de fondo es que Berlusconi quiere gobernar a su manera y Fini, que es también presidente del Congreso, tiene una visión menos empresarial y más constitucional de la política. «Yo me planto con la legalidad y la Constitución», aduce Fini frente a un Berlusconi tentado de hacerle una zancadilla para que se hunda solo.

Los gobiernos con dos presidentes todavía no se han inventado, por lo que o se va Fini o se va Berlusconi. En el pulso ninguno de los dos cede un milímetro. Berlusconi ha puesto sobre la mesa los sondeos y los resultados electorales y Fini enarbola unos 50 parlamentarios listos para la fuga que, unidos a las minorías políticas, tumbarían al Gobierno.

Pero en plena resaca social de la crisis, con el paro que sube, la patronal que protesta por falta de incentivos, las clases medias que caen en el pozo de la inseguridad económica, magistrados en huelga, periodistas en pie de guerra por las censuras y fuerzas del orden que protestan en las calles por falta de fondos, unas elecciones anticipadas no sorprenderían ni a los electores de derecha.

«Si han perdido la ruta, pensemos en un Gobierno de salud pública apoyado por un frente político amplio», ha declarado Pierluigi Bersani, líder de los progresistas (PD). El centrista Pierferdinando Casini (UDC) ha rechazado la oferta de Berlusconi de entrar en la mayoría y también ha propuesto «un Gobierno amplio», pero Antonio Di Pietro, de Italia de los Valores (IdV), reclama nuevas elecciones, al igual que los comunistas, que no cuentan con representación parlamentaria.

La última bomba en el camino del Gobierno es una ley sobre interceptación de teléfonos, que el Ejecutivo quiere aprobar antes de las vacaciones y que limitaría las investigaciones de policías y magistrados en el frente antimafia. La norma castiga también la publicación de filtraciones judiciales, con prisión para los periodistas y 500.000 euros de multa para los editores de los diarios.

Berlusconi aduce que «los italianos son el pueblo más pinchado del mundo» y que la privacidad exige un giro. «Esta ley no es necesaria», ha dicho Fini. La privacidad que invoca Berlusconi es para que no se conozcan las fechorías de los que mandan, vienen a decir todos los opositores.

MINISTRO DE NADA / En este contexto, Aldo Brancher, de 67 años y dirigente de Fininvest, elholdingde Berlusconi, fue nombrado hace 17 días ministro sin cartera para el Federalismo y la Descentralización, un pastiche de poderes vacíos. El «ministro de nada», le llamaban en Italia.

El día de su nombramiento Brancher tenía cita ante un tribunal para responder de las acusaciones de blanqueo y apropiación ilegal de un millón de euros. Ese mismo día se acogió a la ley de legítimo impedimento, impulsada por los conservadores, según la cual los ministros pueden eludir un juicio por la carga de trabajo que se les presupone.

Brancher dimitió ayer de forma teatral. Lo hizo ante el juez. «Comunico en esta sede mi decisión irrevocable de dimitir del cargo de ministro», dijo Brancher, que dijo hacerlo para evitar «las especulaciones» sobre su incomparecencia previa ante el tribunal. Berlusconi afirmó en un comunicado que compartía la decisión de Brancher.