«En el gimnasio entrenan tres generaciones»

El Club Esportiu Barenys (Astùries, 26) lleva abierto 50 años. Elías Barenys, gimnasta que compitió al lado del legendario Joaquín Blume, lo fundó y convirtió en un centro pionero del judo en Catalunya.

El maestro 8 Elías Barenys, con las anillas de Joaquín Blume.

El maestro 8 Elías Barenys, con las anillas de Joaquín Blume.

ANNALISA PALUMBO / BARCELONA

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Elías Barenys Perpiña (Barcelona, 1937) sigue siendo capaz de colgarse de las anillas que conserva en su gimnasio, las mismas que usó Joaquín Blume. Con él compartió años de entrenamiento, hasta la muerte del mítico gimnasta en 1959. El padre del atleta animó a Barenys a convertirse en profesor de gimnasia.

-¿Cómo nace su pasión por los volteos, las anillas y las paralelas?

 

-En el colegio tuve un profesor de educación física de la Falange que era muy entusiasta de cuerdas y anillas. Me enamoré de la gimnasia.

-Y al terminar el colegio siguió entrenando.

 

-Sí. Fui al gimnasio del padre de Joaquín Blume y empecé a entrenar con el campeón. Competimos juntos hasta el accidente en que murió, en 1959. Casi me cuesta la vida a mi también.

-Pero usted no iba en el avión.

 

-El viaje a Canarias era muy caro y solo podían ir tres atletas a parte de Blume. Dos ya estaban decididos y entre los restantes Blume montó una competición. Yo iba primero, pero me equivoqué en el último ejercicio y se fue Raúl Pajares. Murieron todos.

-¡Qué fuerte!

 

-Y tanto. Me quedé tocado. Me alejé de la gimnasia. Mis hermanos se pasaban la vida entre un pueblo y otro, para vender una marca de ropa. Empecé a trabajar con ellos, pero no me gustaba. Echaba de menos mis amigos y entrenar. Volví al gimnasio de Armando Blume, padre de Joaquín. Él me convenció para que enseñara.

-Y empezó dando clases allí.

 

-Sí, mientras seguía compitiendo. En aquellos años llegó a Barcelona Henry Birbaum. Daba clases de judo. Me gustó y le prometí que cuando terminara mi carrera de gimnasta, habría pasado al judo.

-¿Lo hizo?

 

-Bueno, nunca dejé las anillas. Pero cuando abrí mi primer gimnasio, en la calle de Calaf, que financió un familiar, llamé a un profesor de la escuela de Birbaum. Me saqué los títulos para dar clases de judo, pero mientras tanto él asistía a los exámenes. Así seguimos, después de 50 años.

-Ahora en la calle de Astùries.

 

-Pasando por la calle de Marià Cubí, donde abrimos incluso una pista de tenis que funcionaba muy bien. Ahora el local es un restaurante italiano. Aquí, en Gràcia, llevamos 44 años. Es un gimnasio de barrio.

-¿De barrio?

 

-No tenemos grandes salas con muchas plantas como otros. Mi hijo lo lleva todo. Yo solo vengo a pasar el rato y a entrenar, aunque me gusta mirar como siguen las cosas aquí.

-Usted debe ser toda una personalidad en el barrio.

 

-Muchas veces, cuando camino por la calle, la gente me saluda. Siempre contesto, pero casi nunca los reconozco. Casi siempre son aquellos niños que entrené hace 40 años.

-Algunos de estos niños han vuelto ahora al gimnasio con sus hijos.

 

-Y con sus nietos. Tengo hasta tres generaciones entrenando. Por ejemplo, una abuela viene a hacer gimnasia, mientras su hija y su nieta practican muay thai (boxeo tailandés).

-¿Echa de menos algo de su época de gimnasta?

 

-Competir. Son recuerdos a los que le guardas mucho cariño, pero este es un deporte donde los jóvenes empujan fuerte y hay que dejarles espacio. Ahora me dedico a ver los resultados de mi trabajo, cosechados por mi hijo.

-¿Qué le hace sentirse orgulloso?

 

-Cuando mi hijo consigue descubrir a un campeón. El último, Roger Massó, acaba de ser coronado campeón de la Copa de España de judo en la categoría cadete.